viernes, 26 de julio de 2019

Riña.


La luna.
Cómo se yergue la sombra.
Cómo se baten.
Déjame que entre las ramas
presencie todo el combate.

Podrá la luz, vigorosa
de plata, herir triunfante
a la noche, cuyo escudo
salta, de acero inconstante,

mas no podrá rematarla
sino a traición, sin combate,
cuando en sigilo la luna
sobre su espalda se alce.

¡Cuchillos blancos!
¡Qué armas de listo filo brillante
entierran sus lenguas vivas
en la torpe sombra mate!

La herida se ensancha.
Abierta, la noche pierde su sangre.
¡Qué borbotones de brillos
sobre la tierra se expanden!

Flagrante crimen.
La luna alza sus armas, las blande
cruel con lujo y azota
la sorda quietud del aire.

La noche es suya.
¡Qué cuerpo tendrá ya la noche exangüe!
Ahí queda sin que el tenue y fiel claror la delate.

Los cielos ruedan serenos.
Rueda la luna brillante.
¡Que el alba venga de prisa
y por sorpresa la mate!

Vicente Aleixandre.

jueves, 25 de julio de 2019

Cabeza en el recuerdo.



En óvalo tu rostro, de asechanzas
de sombras huye, sabe, y se proyecta
-faz en la luz en curso -recordado
-ondas sutiles de memoria-, y ama
ser y no ser, en cauce subterráneo.
Surte y se esconde. Rosas. Guadiana.
Finas pestañas tallan, rayan a hilo
paños de luz tendidos casi azules.
Párpados lentos cruzan y permiten
blancas -contactos -sedas deslizadas.
Obra de amor tejida sin ensueño:
sombra fresca, no verde, que hace a gusto
siesta a los ojos, blancos más los dientes.
Paréntesis oprimen las palabras.
Rojos de vida en carne suavemente
meta, carmín, jugosos les oponen:
palabras que se tocan con los labios,
desfallecen y mueren, besos lisos
dando al pasar cayendo sin sonido.
Las mejillas arriba. Siempre ausentes
púrpuras las coronan.. No: las aguas
de la tarde las mojan: flores húmedas,
casi de carne, son, y así, calientes,
pronto decaen y pasan. De memoria
doble montón de pétalos derramo.
Hondos, los dos, tus ojos nuevamente
a una futura sequedad previenen.
Toda la noche, ya jugosa y fresca,
pompa y fragancia a su velar les toma.
Tallos te crecen de tus ojos, yergue
alta la noche su ramaje, y savia
pura compartes, vegetal y humana.
Más alta, más, venciendo, la terraza
de tu frente paisajes mil -si turbio
tu rostro abajo- inventa transparentes.
Hiere a la luz el mármol: piel helada.
Piso, azotea. Abajo el río negro:
flojo el cabello pasa en ondas anchas.
Soberbio cauce lento que se lleva
ideas sumergidas, olvidadas.
Un acero de luz, plancha, las cubre.
El cabello hermosísimo navega.
Tu cuerpo al fondo tierra me parece:
un paisaje de sur abierto en aspa.
Riberas matinales. Quizás luces
en torso, mediodía, suben, queman.
Quizás, crepusculares, soles cumplen
-carne: horizonte- y tiñen las dos márgenes
-brazos de cobre, rojos, viajeros-.
Quizás el cielo sin azul vacila.
Vence tu rostro- el fondo sometido-,
duro compone su escultura y, plástico,
ámbito ensancha en mi memoria, y queda.

Vicente Aleixandre.

miércoles, 24 de julio de 2019

Ráfaga.


En lo negro te cojo,
pasajera de oro.
¿De que formas tu seno
en el molde del cielo?
¿Saliste de la rosa,
esencia de la sombra?
¿Bajaste de la estrella,
temblor de la belleza?
¿Qué más que cuerpo y alma
de mujer eres, ráfaga?
¿Que tercer sueño es ese
que te imanta tres veces?
¡Párate ante mis ojos!
¡No te lleves... lo otro!

Juan Ramón Jiménez.

martes, 23 de julio de 2019

Viaje. El agua.


El agua se borraba de la tierra
-aviadora y subterránea,
alma y cuerpo-
después de reflejar lo transeúnte
y el árbol florecido a su derecha.


Manuel Altolaguirre.

lunes, 22 de julio de 2019

Los Árabes.


Un río de luz traspasa
el corazón de esta tierra.
Hoy lo siento latir apasionado,
siento su pulso, su pisada
de caballo veloz en el desierto.

¡Oh tierra hermosa y pobre!
Te ha herido el doble río,
de esos brazos que unen
las Indias fabulosas y lejanas.
Ya no eres más el muro
en donde rebotaron los guerreros.
Aún veo volar sobre los campos
los buitres que comieron la carroña.


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...