viernes, 18 de octubre de 2013

Consumación.




Si yo fuese un niño, 
si yo fuese un niño, redondo, quieto y sumergido. 
Sumergido, no; sacado a la luz,
estallado hacia fuera, 
exhibido en esa otra Creación 
donde un niño es un niño en su reino. 
Pero si sumergido estuve antaño, 
bajo las aguas de la luz que eran cielo y sus ondas, 
hoy no puedo sino decirlo, tomar nota, procurar explicarlo, 
prohibiéndome al mismo tiempo la confusión de lo que veo, 
con lo que fue y ha sido. 

Todavía el hombre a veces intenta explicar un sueño, 
dibujando la presencia del amor, 
el límite del corazón y su centro justísimo. 
Aún intentar decir: Amo, soy feliz; me conformo.
Que es tanto como decir: Soy real.
 Pero cuando las hojas todas se han caído: 
primero las flores, luego los mismos frutos, más tarde el humo, 
el halo de persuasión que rodea a la copa como su mismo sueño 
entonces no hay sino ver aparecer la verdad, el tronco último, el 
despojado ramaje fino que ya no tiembla. 
La desnudez suprema del árbol quedado 
que finísimamente acaba en la casi imposible ramilla, 
tronquito extremo sin variación de hoja, 
superación sin música de la inquietante rueda de las estaciones.

Entonces llega el conocimiento, y allá dentro en el nudo del hombre, 
si todavía existe un centro que tiene nombre y que yo no quiero mencionar; 
si aún persiste y exige y golpea imperiosamente, porque nadie quiere morir, 
puedes sonreír de buena gana, y burlarte, y mirándolo con desdén quiere morir, 
decir con voz muy baja, de modo que todo el mundo te oiga: 
Amigo...: todo está consumado.

Vicente Aleixandre.

jueves, 17 de octubre de 2013

Los Olivos.





A Manolo Ayuso



 ¡Viejos olivos sedientos 
bajo el claro sol del día, 
olivares polvorientos 
del campo de Andalucía! 
¡El campo andaluz, peinado 
por el sol canicular, 
de loma en loma rayado 
de olivar y de olivar! 
Son las tierras 
soleadas, 
anchas lomas, lueñes sierras 
de olivares recamadas. 
Mil senderos. Con sus machos, 
abrumados de capachos, 
van gañanes y arrieros. 
¡De la venta del camino 
a la puerta, soplan vino 
trabucaires bandoleros! 
¡Olivares y olivares 
de loma en loma prendidos 
cual bordados alamares! 
¡Olivares coloridos 
de una tarde anaranjada; 
olivares rebruñidos 
bajo la luna argentada! 
¡Olivares centellados 
en las tardes cenicientas, 
bajo los cielos preñados de tormentas!... 
Olivares, Dios os dé los eneros 
de aguaceros, 
los agostos de agua al pie, 
los vientos primaverales, 
vuestras flores racimadas; 
y las lluvias otoñales 
vuestras olivas moradas. 
Olivar, por cien caminos, 
tus olivitas irán 
caminando a cien molinos. 
Ya darán 
trabajo en las alquerías 
a gañanes y braceros, 
¡oh buenas frentes sombrías 
bajo los anchos sombreros!... 
¡Olivar y olivareros, 
bosque y raza, 
campo y plaza 
de los fieles al terruño 
y al arado y al molino, 
de los que muestran el puño 
al destino, 
los benditos labradores, 
los bandidos caballeros, 
los señores 
devotos y matuteros!... 
¡Ciudades y caseríos 
en la margen de los ríos, 
en los pliegues de la sierra!... 
¡Venga Dios a los hogares 
y a las almas de esta tierra 
de olivares y olivares!

A dos leguas de Úbeda, la Torre 
de Pero Gil, bajo este sol de fuego, 
triste burgo de España. El coche rueda 
entre grises olivos polvorientos. 
Allá, el castillo heroico. 
En la plaza, mendigos y chicuelos: 
una orgía de harapos... 
Pasamos frente al atrio del convento 
de la Misericordia. 
¡Los blancos muros, los cipreses negros! 
¡Agria melancolía 
como asperón de hierro 
que raspa el corazón! ¡Amurallada 
piedad, erguida en este basurero!... 
Esta casa de Dios, decid hermanos, 
esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro? 
Y ese pálido joven, 
asombrado y atento, 
que parece mirarnos con la boca, 
será el loco del pueblo, 
de quien se dice: es Lucas, 
Blas o Ginés, el tonto que tenemos. 
Seguimos. Olivares. Los olivos 
están en flor. El carricoche lento, 
al paso de dos pencos matalones, 
camina hacia Peal. Campos ubérrimos. 
La tierra da lo suyo; el sol trabaja; 
el hombre es para el suelo: 
genera, siembra y labra 
y su fatiga unce la tierra al cielo. 
Nosotros enturbiamos 
la fuente de la vida, el sol primero, 
con nuestros ojos tristes, 
con nuestro amargo rezo, 
con nuestra mano ociosa, 
con nuestro pensamiento 
—se engendra en el pecado, 
se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!—. 
Esta piedad erguida 
sobre este burgo sórdido, sobre este basurero, 
esta casa de Dios, decid, oh santos 
cañones de von Kluck, ¿qué guarda dentro?







miércoles, 16 de octubre de 2013

La más mía



Yo no sé decirme
por qué me retienes.
yo no sé qué tienes.

Tienes dulces años,
mas no son tus años;
tienes gran blancura,
mas no es tu blancura;
tienes alta frente,
pero no es tu frente;
tienes verde pelo,
pero no es tu pelo;
tienes áureos ojos,
tienes vivos labios,
mas no son tus ojos,
mas no son tus labios;
tienes armonía,
no es tu melodía;
tienes condición,
no es tu corazón...

Yo no sé decirte
por qué me retienes.
Yo no sé qué tienes...


Juan Ramón Jiménez.

martes, 15 de octubre de 2013

Balada del que nunca fue a Granada.




¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada.
Mi cabeza cana, los años perdidos.
Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca vi Granada.

Dádle un ramo verde de luz a mi mano.
Una rienda corta y un galope largo.
Nunca entré en Granada.
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.

¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
Cadenas al habla de sus surtidores?
Nunca vi Granada.

Venid los que nunca fuisteis a Granada.
Hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca entré en Granada.

Hay sangre caída del mejor hermano.
Sangre por los mirtos y aguas de los patios.
Nunca fui a Granada.

Del mejor amigo, por los arrayanes.
Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
Nunca vi Granada.

Si altas son las torres, el valor es alto.
Venid por montañas, por mares y campos.

Entraré en Granada.






lunes, 14 de octubre de 2013

Rima 5 (LXXII). Las ondas tienen vaga armonía.




Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
Brumas de plata la noche fría,
Luz y oro el día;
Yo algo mejor;
¡Yo tengo Amor!


Aura de aplausos, nube radiosa,
Ola de envidia que besa el pie,
Isla de sueños donde reposa
El alma ansiosa,
Dulce embriaguez:
¡La Gloria es!


Ascua encendida es el tesoro,
Sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro;
Lo que yo adoro
Sólo es verdad:
¡La Libertad!

Así los barqueros pasaban cantando
La eterna canción
Y, al golpe del remo, saltaba la espuma
Y heríala el sol.

¿Te embarcas?, gritaban; y yo sonriendo
Les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
La ropa en la playa tendida a secar.



Gustavo Adolfo Bécquer

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...