viernes, 12 de mayo de 2017

La monja gitana.




A José Moreno Villa

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerba-luisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.


Federico García Lorca.

jueves, 11 de mayo de 2017

Memoria.





A Juan de la Cabada

¿Dónde están los recuerdos si has quedado
como un desierto olvido,
tú que eras vergel o bosque, campo de batalla?

Si hay ojos que te vieron, que guardaron
la imagen de tu muerte y tu ruina,
derramen su memoria en las arenas:
sangre, metal y fuego confundidos.

Escenario de muerte condenado
a no gozar futuras primaveras,
al menos reproduce la agonía
de tanta juventud sacrificada.

Memoria: labra en aire las figuras
de los enardecidos combatientes,
y las antiguas frondas sean rivales
de este recuerdo, en tan desierto olvido.


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 10 de mayo de 2017

El hombre del momento.



Botas fuertes, manta recia,
Fusil, pistola: es el hombre.
Barba hirsuta, barba intensa,
salivas e imprecaciones,
pisar duro, mirar fijo,
dormir vestido: es el hombre.

Es el hombre del momento.
No se ve más que este hombre,
la calle, trenes, portales,
bajo lluvias, bajo soles,
entre sillas derrumbadas
y fenecidos faroles,
entre papeles sangrientos
que el cierzo invernizo corre.

Toda la ciudad es suya,
y nada le importa
dónde reclinará la cabeza,
con fatiga de diez noches.

Parece que no ha tenido
ni piaras, ni labores,
ni familia que le cuide,
ni mujeres en que goce,
Bebe, canta, riñe y cae
-porque caer es de hombres-.

No sabe de casi nada
-pero casi es de hombres-.

Quiere verse dueño y uno
con todos los demás hombres.

Quiere libro, pan, respeto,
cama, labor, diversiones
y todas las cosas que hace
el hombre para el hombre
o da la naturaleza
para que el hombre las tome.

Bajo la lluvia inverniza
y entre los grandes cañones,
le veo por la ciudad
devastada, serio y noble,
como un vástago que busca
su raíz. Éste es el hombre.

José Moreno Villa.

martes, 9 de mayo de 2017

Limbo.




A Octavio Paz

La plaza sola -gris el aire, negros los árboles,
la tierra manchada por la nieve-,
parecía, no realidad, mas copia triste sin realidad.
Entonces, ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías fantasma de ti mismo.

Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo francés,
su brío amedrentado.

Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del dilettante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.

Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo:
“Me ofrecieron la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado”, tu emoción callaste.

Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.

Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.

Mejor la destrucción, el fuego.


Luis Cernuda.

lunes, 8 de mayo de 2017

Tristeza o pájaro.



Esa tristeza pájaro carnívoro;
la tarde se presta a la soledad destructora;
en vano el río canta en los dedos o peina,
peina cabellos, peces, algún pecho gastado.

Esa tristeza de papel más bien basto;
una caña sostiene un molinillo cansado;
el color rosa se pone amarillo,
lo mismo que los ojos sin pestañas.

El brazo es largo como el futuro de un niño;
mas para qué crecer si el río canta
la tristeza de llegar a un agua más fuerte,
que no puede comprender lo que no es tiranía.

Llegar a la orilla como un brazo de arena,
como niño que ha crecido de pronto
sintiendo sobre el hombro de repente algún pájaro.
Llegar como unos labios salobres que se llagan.

Pájaro que picotea pedacitos de sangre,
sal marina o rosada para el pájaro amarillo,
para ese brazo largo de cera fina y dulce
que se estira en el agua salada al deshacerse.



Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...