viernes, 1 de abril de 2016

El contemplado.



Tema

De mirarte tanto y tanto,
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡Si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡Si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
Contemplado!

Pedro Salinas.

jueves, 31 de marzo de 2016

Nocturno XI.



Sentadas sobre un pozo alabastrino
una mujer desnuda -amor profano-
y una blanca doncella -amor divino-.
¿No recordáis el cuadro de Tiziano?

También en el nocturno chopiniano
se oye primero el cántico argentino
que nos dice las rosas del camino,
que al goce invita del amor profano.

El ave del amor borda su trino
escondida en el bíblico manzano,
y un cupidillo frívolo y pagano
apunta al cielo el chorro cristalino.

Es todo risas. Se respira un vano
perfume anacreóntico; y el vino
tiñe acaso el paisaje veneciano
como en una vendimia de Bassano
o en una bacanal del Aretino.

Un acorde litúrgico; imagino
que lo trenza algún órgano cristiano.
Es la aureola del amor divino
la que ilumina el corazón humano.

Renunciamiento, paz, quietud, lejano
son de plegarias místicas. El lino
de un cuento nazareno y peregrino
devana el dulce corazón del piano.

Y se piensa en el claustro; el vespertino
toque de Ángelus, trémulo y lontano,
un conventual jardín benedictino,
azucenas, cipreses, una mano
blanca en las sombras lentas adivino...

Pasa el encanto del amor divino.
Vuelve el triunfo del amor pagano.
Ya conoces los dos, mi buen hermano.
Pero tú no decides tu camino.
Es tan bello el amor a lo profano...
Es tan bello el amor a lo divino...

Gerardo Diego.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Después.



Y la primavera entonces
Ha de seguir, entreabriendo
En miradas, fuego y sombra,
Espuma y aire en cabellos.

Otra vez el mismo encanto
De juventud por los miembros
Correrá, como una savia
De la hermosura en el tiempo.

Pero tú sombra sin cuerpo.

El amor de nuevo entonces
Ha de penetrar el pecho
De los amantes, con llaga
Suave, dulce cauterio.

Por él de pena y de gozo
Despertarán en su lecho
Otros ojos a la noche
Entre el placer y el tormento.

Mas tú sombra sin deseo.

Luis Cernuda.

martes, 29 de marzo de 2016

Ven ven tú.



Allá donde el mar no golpea,
donde la tristeza sacude su melena de vidrio,
donde el aliento suavemente espirado
no es una mariposa de metal, sino un aire.

Un aire blando y suave
donde las palabras se murmuran como a un oído.
Donde resuenan unas débiles plumas
que en la oreja rosada son el amor que insiste.

¿Quién me quiere?
¿Quién dice que el amor es un hacha doblada,
un cansancio que parte por la cintura el cuerpo,
un arco doloroso por donde pasa la luz
ligeramente sin tocar nunca a nadie?

Los árboles del bosque cantan como si fueran aves.
Un brazo inmenso abarca la selva como una cintura.
Un pájaro dorado por la luz que no acaba
busca siempre unos labios por donde huir de su cárcel.

Pero el mar no golpea como un corazón,
ni el vidrio o cabellera de una lejana piedra
hace más que asumir todo el brillo del sol sin devolverlo.
Ni los peces innumerables que pueblan otros cielos
son más que las lentísimas aguas de una pupila remota.

Entonces este bosque, esta mota de sangre,
este pájaro que se escapa de un pecho,
este aliento que sale de unos labios entreabiertos,
esta pareja de mariposas que en algún punto va a amarse...

Esta oreja que próxima escucha mis palabras,
esta carne que amo con mis besos de aire,
este cuero que estrecho como si fuera un nombre,
esta lluvia que cae sobre mi cuerpo extenso,
este frescor de un cielo en el que unos dientes sonríen,
en el que unos brazos se alargan, en que un sol amanece,
en que una música total canta invadiéndolo todo,
mientras el cartón, las cuerdas, las falsas telas,
la dolorosa arpillera, el mundo rechazado,
se retira como un mar que muge sin destino.


Vicente Aleixandre.

lunes, 28 de marzo de 2016

Burla.



Por las praderas hondas,
avizor y azoradas
-oh ciervas en huida-
las ideas se escapan

con tan ligeros pies,
que si se abate el rayo,
raptor del alto cielo,
no encuentra más que campo:

paréntesis de cauce,
asomos de colina,
árbol agudo, huella
de pie veloz: sonrisa.


Dámaso Alonso.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...