viernes, 1 de abril de 2022

 


    Castillo sin fuerza.

¿Ya se te ha cerrado el alma?
¿De qué piedra o piel te vistes?
¿Qué hábito rígido aprieta
la juventud que te rige?
Eres sólo admiración
de lo feo.
                    ¿Qué te oprime
de esa manera, un amor
que ni aun en tu sueño es libre?
¡Qué duro cerco enmascara
el bello nombre que vives!
¿Con qué cuchilla has cavado
el foso que tus pies ciñe?

Ni eres torre de defensa,
ni temor emparedado,
ni combate detenido,
ni en el desierto eres árbol...

Eres, sólo, admiración
de lo feo.
                    ¿En qué regazo
de la soledad, inclinas
tu sueño desmelenado?
¿En ninguno?...
                    -No hay reposo,
si no hay corazón sangrando-.

De la tierra de la Nada
eres la más firme tallo.
Y te alzas, carbón inútil,
sin saber que ya te sigue
una llama que hay errando
bajo el cielo en que te eriges.

Carbón que el cuerpo levanta,
siempre es piedra, que del fuego
viene, para hacerse llama.

Tú no lo sabes -carbón,
ladrillo, piel, sueño, yeso-
cárcel de tu corazón.

Y ya se acerca la llama
y ya a tu torre le embiste
y ya a tu cuerpo se agarra.

Como yedra se te sube
y ya te incendia la cara...
Tu piel, tu nombre, el silencio,
todo hoguera te proclaman.
Y tu foso es ya, sortija
de luz, que tu amor declara.
¡Ay, terco y mudo castillo,
que blandas son tus murallas!

Fuego te viene y te va:
mil lenguas tu cuerpo atacan.!
Cruje, cruje, cruje, cruja
todo lo que por amor arda!
¿Ardes...
                    Cruje, cruje, cruja
el fuego que te levanta,
surtidor de bautismo,
árbol de luz que te salva.
Y, ahora, sabrás defenderte?
¿Ya se te ha cerrado el alma?
¿Eres sólo admiración
de lo feo?...
                    -¡Fuente clara!

 

Emilio Prados.

jueves, 31 de marzo de 2022

 


  Morir.


Por un sahara de nieblas,
caravana de la noche,
el viento dice a la noche
tu secreto.

Y el eco, búho a intervalos.
te lo trae de vuelta ciego
-paños de la noche-, ciego.

Mundos fríos bajo lunas,
de saberlo a eternidades
y niebla, se están muriendo.

De niebla que poco a poco
te va parando a ti yertos
pies y manos, corazón
-farolillo de tu pecho,
verbena de junio, al río-.

De niebla que un hoyo negro,
engualdrapado de espantos
-¡martillo del eco, viento!-
cuévano de claridades,
sombra, te está construyendo.

Dámaso Alonso.

lunes, 28 de marzo de 2022

 El niño de la noche.


Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué?  

No saldría más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser... ¿Para qué?... 

Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado.

Miguel Hernández.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...