viernes, 11 de julio de 2014

Nadie comprendía el perfume.




Nadie comprendía el perfume
De la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
Un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
En la plaza con luna de tu frente,
Mientras que yo enlazaba cuatro noches
Tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmínes, tu mirada
Era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
Las letras de marfil que dicen siempre,

Siempre, siempre: jardín de mi agonía,
Tu cuerpo fugitivo para siempre,
La sangre de tus venas en mi boca,
Tu boca ya sin luz para mi muerte.



jueves, 10 de julio de 2014

Recuerdo de un olvido.





Se agrandaban las puertas. Yo gigante, 
Con el recuerdo de mi olvido dentro, 
Atravesaba las estancias, 
Golpeando las paredes sordas.

¡Qué collar interior en mi garganta 
De palabras en germen, de lamentos 
Que no podían salir, que se estorbaban 
En su gran muchedumbre!

¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible! 
Siempre ella en su ventana. 
Su ventana entre dos nubes 
-Una y ella- siempre.

Y yo distante, agigantado, loco, 
Con el recuerdo de mi olvido dentro, 
Pesándome en el alma su naufragio, 
Agarrándose, hundiéndome, 
En un espeso mar de cielos grises.



Manuel Altolaguirre.

miércoles, 9 de julio de 2014

Te busqué por la duda.




Te busqué por la duda:
no te encontraba nunca.
Me fui a tu encuentro
por el dolor.
Tú no venías por allí.

Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
Por la angustia,
desgarradora, hiriéndome .
Tú no surgías nunca de la herida.

Y nadie me hizo señas
-un jardín o tus labios,
con árboles, con besos-;
nadie me dijo
-por eso te perdí-
que tú ibas por las últimas
terrazas de la risa,
del gozo, de lo cierto.

Que a ti te encontraba
en las cimas del beso
si duda y sin mañana.
En el vértice puro
de la alegría alta,
multiplicando júbilos
por júbilos, por risas,
por placeres.
Apuntando en el aire
las cifras fabulosas,
sin peso de tu dicha.



Pedro Salinas.

martes, 8 de julio de 2014

Retorno del amor en la noche triste.





Ven, amor mío, ven, en esta noche
sola y triste de Italia. Son tus hombros
fuertes y bellos los que necesito.
Son tus preciosos brazos, la largura
maciza de tus muslos y ese arranque
de pierna, esa compacta
línea que te rodea y te suspende,
dichoso mar, abierta playa mía.
¿Cómo decirte, amor, en esta noche
solitaria de Génova, escuchando
el corazón azul del oleaje,
que eres tú la que vienes por la espuma?
Bésame, amor, en esta noche triste.
Te diré las palabras que mis labios,
de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.
Amor mío, amor mío, es tu cabeza
de oro tendido junto a mí, su ardiente
bosque largo de otoño quien me escucha.
Óyeme, que te llamo. Vida mía,
sí, vida mía, vida mía sola.

¿De quién más, de quién más si solamente
puedo ser yo quien cante a tus oídos:
vida, vida, mi vida, vida mía?
¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime que fuera
sin ese fuerte y dulce muro blando
que me da luz cuando me da la sombra,
sueño, cuando se escapa de mis ojos.
Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,
oscuras, braceando en las tinieblas,
sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos
golpes de sal, sin ti, contra mi boca!
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.
¿Me escuchas? ¿No me sientes
llegar como una lágrima llamándote,
por encima del mar, en esta noche?




Rafael Alberti.

lunes, 7 de julio de 2014

A C. A. Debussy.





Sonidos y perfumes, Claudio Aquiles,
giran al aire de la noche hermosa.
Tú sabes dónde yerra un son de rosa,
una fragancia rara de añafiles

con sordina, de crótalos sutiles
y luna de guitarras. Perezosa
tu orquesta, mariposa a mariposa,
hasta noventa te abren sus atriles.

Iberia, Andalucía, España en sueños,
lentas Granadas, frágiles Sevillas,
Giraldas tres por ocho, altas Comares.

Y metales en flor, celestes leños
elevan al nivel de las mejillas
lágrimas de claveles y azahares.



Gerardo Diego.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...