viernes, 17 de enero de 2014
El ángel bueno.
Vino el que yo quería
El que yo llamaba.
No aquel que barre cielos sin defensas.
Luceros sin cabañas,
Lunas sin patria,
Nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
Un nombre,
Un sueño,
Una frente.
No aquel que a sus cabellos
Ató la muerte.
El que yo quería.
Sin arañar los aires,
Sin herir hojas ni mover cristales.
Aquel que a sus cabellos
Ató el silencio.
Para sin lastimarme,
Cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
Y hacerme el alma navegable.
Rafel Alberti.
miércoles, 15 de enero de 2014
Cerezas.
Esa mujer que ahora mismito
se parece a santa Teresa
en el revés de un éxtasis
hace dos o tres besos fue
mar absorto en el colibrí
que vuela por su ojo izquierdo
cuando le dan de amar
y un beso antes todavía
pisaba el mundo corrigiendo la noche
con un pretexto cualquiera,
en realidad es una nube
a caballo de una mujer ,
un corazón que avanza en elefante
cuando tocan el himno nacional
y ella rezonga como un bandoneón
mojado hasta los huesos
por la llovizna nacional
esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas
que lava con furor, con sangre, con olvido
encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel
caen calles de fuego de su barrio irrompible
y una mujer y un hombre que caminan atados
al delantal de penas con que se pone a lavar
igual que mi madre lavando pisos cada día
para que el día tenga una perla en los pies
es una perla de rocío
mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío
le crecían cerezas en los ojos
y cada noche los besaba el rocío
en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas creciendo
el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza
siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día
limpiaba suciedades del mundo
lavaba el piso del sur
volviendo a esa mujer
en sus hojas más altas se posan
los horizontes que miré mañana
los pajaritos que volarán ayer
yo mismo con su nombre en mis labios.
martes, 14 de enero de 2014
Vida.
Entre mis manos cogí
un puñadito de tierra.
Soplaba el viento terrero.
La tierra volvió a la tierra.
Entre tus manos me tienes,
tierra soy.
El viento orea
tus dedos, largos de siglos.
Y el puñadito de arena
- grano a grano, grano a grano -
el gran viento se lo lleva.
Dámaso Alonso.
lunes, 13 de enero de 2014
Posesión luminosa.
Igual que este viento, quiero figura
de mi calor ser y, despacio,
entrar donde descanse tu cuerpo del verano;
irme acercando hasta él sin que me vea;
llegar, como un pulso abierto latiendo en el aire;
ser figura del pensamiento mío de ti,
en su presencia; abierta carne de viento,
estancia de amor en alma.
Tú -blando marfil de sueño, nieve de carne,
quietud de palma, luna en silencio-,
sentada, dormida en medio de tu cuarto.
Y yo ir entrando igual que un agua serena,
inundarte todo el cuerpo hasta cubrirte, y, entero,
quedarme ya así por dentro como el aire en un farol,
viéndote temblar, luciendo, brillar en medio de mí,
encendiéndote en mi cuerpo,
iluminando mi carne toda ya carne de viento.
Emilio Prados.
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