miércoles, 23 de noviembre de 2022

 Partida.



Aquí los cantos, los grupos, las figuras;
oh cabezas, yo os amo bajo el sueño.
Aquí los horizontes por cinturas;
oh caricias, qué llano el mundo ha sido.
Entre helechos, gargantas o espesura,
entre zumo de sueño o entre estrellas,
pisar es zozobrar los corazones
-borda de miel-, es tacto derramado.
Esa ladera oculta,
esa montaña inmensa;
acaso el corazón está creciendo,
acaso se ha escapado como un ave
dejando lejanía como un beso.

Vicente Aleixandre.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Ascesión del vivir.




Aquí tú, aquí yo: aquí nosotros. Hemos subido despacio esa montaña.
¿Cansada estás, fatigada estás?
 -¡Oh, no!-, y me sonríes.
Y casi con dulzura.
Estoy oyendo tu agitada respiración y miro tus ojos.
Tú estás mirando el larguísimo paisaje profundo allá al fondo.
Todo él lo hemos recorrido. Oh, sí, no te asombres.
Era por la mañana cuando salimos. No nos despedía nadie.
Salíamos furtivamente, y hacía un hermoso sol allí por el valle.
El mediodía soleado, la fuente, la vasta llanura, los alcores,
los médanos; aquel barranco, como aquella espesura;
las alambradas, los espinos, las altas águilas vigorosas.
Y luego aquel puerto, la cañada suavísima,
la siesta en el frescor sedeño.
¿Te acuerdas? Un día largo, larguísimo;
a instantes dulces: a fatigosos pasos;
con pie muy herido: casi con alas.
Y ahora de pronto, estamos. ¿Dónde?
En lo alto de una montaña.
Todo ha sido ascender, hasta las quebradas, hasta los descensos,
hasta aquel instante que yo dudé y rodé
y quedé con mis ojos abiertos, cara a un cielo que mis pupilas de vidrio no reflejaban.

Y todo ha sido subir, lentamente ascender, lentísimamente alcanzar,
casi sin darnos cuenta.
Y aquí estamos en lo alto de la montaña, con cabellos blancos y puros como la nieve.
Todo es serenidad en la cumbre. Sopla un viento sensible, desnudo de olor, transparente.
Y la silenciosa nieve que nos rodea
augustamente nos sostiene, mientras estrechamente abrazados
miramos al vasto paisaje desplegado, todo él ante nuestra vista.
Todo él iluminado por el permanente sol que aún alumbra nuestras cabezas.





Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...