viernes, 11 de marzo de 2016
Lloro.
Aquí tengo tu ausencia
a pesar de la noche,
casi te tengo a ti,
vacía de sombra,
hueca de oscuridad,
recorriendo translúcida
mis tinieblas de olvido.
En esa fría comarca
escucho tu silencio
profundo como herida,
laberinto labrado
en un cielo de música.
Así te tengo clara,
porque nada en el mundo
puede ocupar tu sitio.
Hoy mi tiempo sin ti
cubre tu transparencia
acaricia tu forma
el agudo vacío
de tu silencio. Lloro.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 10 de marzo de 2016
Hay más.
Beso alegre, descuidada paloma,
blancura entre las manos, sol o nube;
corazón que no intenta volar porque basta el calor,
basta el ala peinada por los labios ya vivos.
El día se siente hacia afuera; sólo existe el amor.
Tú y yo en la boca sentimos nacer lo que no vive,
lo que es el beso indestructible cuando la boca son alas,
alas que nos ahogan mientras los ojos se cierran,
mientras la luz dorada está dentro de los párpados.
Ven, ven, huyamos quietos como el amor;
vida como el calor que es todo el mundo solo,
que es esa música suave que tiembla bajo los pies,
mundo que vuela único, con luz de estrella viva,
como un cuerpo o dos almas, como un último pájaro.
Vicente Aleixandre.
miércoles, 9 de marzo de 2016
Ya es tarde.
Viniera yo como el silencio cauto
-No sé quién era aquel que lo decía-
Bajo luna de nácares o fuego
bajo la inmensa llama o en el fondo del frío
en ese ojo profundo que vigila
para evitar los labios cuando queman
Quiero acertar quiero decir que siempre
que sobre el monte en cruz vendo la vida
vendo ese azar que suple las miradas
ignorando que el rosa ha muerto siempre.
Vicente Aleixandre.
martes, 8 de marzo de 2016
Canción al hijo primero.
Hijo de la tierra,
te arrojó el Jardín.
Aunque veas sombras
no quieras lucir.
Tu madre era bella,
la secan los vientos.
Tu madre era tierna,
se quema en el yermo.
Tu madre mordía
la flor del manzano,
cuando el hombre puso
tu vida en su mano.
Tu madre sembraba
contigo el centeno,
cuando tú bebías
la leche en su cuenco.
Hijo de la ira
de Dios implacable.
No podrá salvarte
del odio tu madre.
No duermas, vigila.
No duermas, despierta.
Te amenaza fría
la heredad desierta.
Te persiguen ojos
sin dulce descanso.
Te aborrece eterna
del Creador la mano.
Las gacelas corren:
correrás tú más.
Los leones saltan:
tú debes saltar.
Los arroyos huyen:
tú tienes que huir.
Aunque yo lo quiera,
¡no puedes dormir!
No duermas, escucha.
No duermas, acecha.
Silbarán las aves
sobre ramas ebrias
para hacerte leve
esta oscura tierra.
Escúchame, hijo:
no duermas, no duermas...
Por todos los siglos,
¡no duermas,
no duermas!
Carmen Conde.
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