viernes, 15 de febrero de 2019

Llanto errante.


Dormido sentí mi llanto
separarse de mi cuerpo,
subir hasta tu sonrisa,
alejarse por el sueño.

Un llanto errante, sin ojos,
para el dolor, mientras duermo.
Y tu sonrisa, su nube,
blanca, perdida, en el cielo.


Manuel Altolaguirre.

jueves, 14 de febrero de 2019

La última muerte.



La última muerte de esta guerra
se desprendió de su ruina.
Un huracán. Quedó la tierra adolescente,
matutina.

El virginal renacimiento
iluminó al superviviente.
Enmudecido quedó el viento
ante la vida diferente.

Sobre el luciente acantilado
contemplando la lejanía,
devuelta a su primer estado
bajo la hermosa luz del día,

con inocencia y con olvido,
con esperanza y con anhelo,
a ningún yugo sometido,
nadador libre para el vuelo,

está el hijo de la victoria,
nacido de un alba sangrienta,
desnudo, cubierto de gloria
al amainarse la tormenta.

Se retiran los horizontes
y se dilatan las alturas,
como suspiros son los montes
sobre la paz de las llanuras.

El llanto antiguo por la guerra
sobre la flor se hace rocío.
La noche está bajo la tierra:
es un sepulcro negro y frío.

Como cortinas funerales
que pendieran de los confines,
colgando están los vendavales
sus caudalosas, negras crines.

Sobre el abismo de la muerte
están los cielos de la vida.
Un hombre nuevo, sano y fuerte,
junto a las águilas anida.


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Para verte tu alma.


Te deshojé, como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.
            Mas todo en torno
-horizontes de tierras y de mares-
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.

martes, 12 de febrero de 2019

La palabra necesaria.


He visto en los jardines tales Junios sin hombres
que mi voz necesita decir, entre los nombres
celestes de la flora
alguno que al sonar me restituya
la Aurora Violenta,
cuando irrumpe con ramos
y hace suya la luz que más inventa.
Pido un nombre de flor
que en la memoria anime:
Total y sin nadie el jardín de Junio sublime.


Jorge Guillén.

lunes, 11 de febrero de 2019

Salinero.


...Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar.
¡Dejadme ser, salineros,
granito del salinar!
¡Qué bien, a la madrugada,
correr en las vagonetas,
llenas de nieve salada,
hacia las blancas casetas!
¡Dejo de ser marinero,
madre, por ser salinero!

Rafael Alberti.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...