martes, 30 de diciembre de 2014
Nube Feliz.
Tu ardiente morenía, espada vengadora,
sed que voló hacia la remota montaña,
donde allí se castiga entre el relámpago morado
como ese metal que adora la sangre, siempre seco.
Quién sabe si algún día tu dulce y ya fluyente cuerpo
abandonado a su querer
descenderá de ese pináculo de cristal imbesable,
donde como un árbol sin ramas, moreno como esparto,
siente en lugar de pájaros cruzar fulgores lívidos.
Déjame como nube pasar arriba lento,
pasar húmedamente casi caliente al soplo de un estío,
llevado por la brisa que envían unas hojas,
unas altas espigas, unos cuerpos mecidos.
Tu ardiente morenía calcinada,
tu sequedad de roca o ya carbón,
tus ojos que no giran porque no tienen lágrimas,
tu corazón constante como una nuez vencida.
Déjame que pasando moje casi tu frente,
pájaro soy o ala rumorosa que brilla,
soy esa pluma extensa que con calor de axila
cobijaría una frente convocándola a un llanto.
Un beso o una mejilla o el brillo de unos ojos,
unos dientes templados que se abren como el día,
un azul bajo el párpado tras la tormenta dura,
unos fulgores lívidos que escapan como el fósforo.
Vive, vive, despierta, ama, corazón, ser,
despierta como tierra a la lluvia naciente,
como lo verde nuevo que crece entre la carne.
Cuerpo feliz moreno que naces, voy, me voy,
soy esa nube ingrávida que detienen las hojas,
soy la brisa que escapa en busca de la aurora,
de lo rojo y lo azul, de lo verde y lo blanco,
voy llamado a la vida, escapo con el viento,
has nacido y te veo amar como ese río,
como el agua feliz que desciende cantando.
Vicente Aleixandre.
lunes, 29 de diciembre de 2014
Quiero llorar mi pena y te lo digo.
Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.
Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.
Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.
Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.
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