jueves, 1 de marzo de 2018

Carta a San Juan de la Cruz.

La fuente mana y corre igual que lo dijiste:
igual que lo aprendí al comenzar mi tiempo.
Y hoy vine a recordarlo en este lugar tuyo,
el único lugar que vive en mi distancia.

La fuente... nuestra fuente. 
Y esas piedras doradas y esas torres en fuego. 
Amor de piedra y sol encontraste en la ermita, 
en el ciprés audaz que acecha lo infinito.

Contemplé la vereda que hollaste tantas veces
para buscarle a Él...
a ese Todo implacable que abrasa y resucita.

Tú no tuviste miedo: 
miedo a amar desde nada hasta lo más profundo.
Miedo a dejar de ser por ser enteramente,
a abandonar lo fácil, lo breve, lo mudable.

¡Quién tuviera el valor total que te sostuvo!
Seguir la trayectoria, ajeno ya a uno mismo;
ese arrojo empeñado en no apoyarse en nada,
en caminar a ciegas, tras una llama oscura.

Y ahora en el hechizo de esta luz del poniente
que irradia poco a poco su frialdad en mi cuerpo,
he venido a pasar un minuto contigo,
a recordar de nuevo nuestra amistad ya antigua.

Qué bien hallada estoy, aquí, junto a esta losa
que cubrió tus despojos en tierra segoviana.
Lo que ya no eras tú se detuvo un momento
y busco ansiosamente rescoldos de tu sombra.

¡Lejanía de cúpulas, cimborrios, campanarios!
¡Qué festival de oros amortajando al día!
Mis ojos en la meta que tú y yo conocemos.
Y el ciprés de tu ermita
remate de la senda que ya nadie recorre.

¿Por dónde llegarías al dialecto refugio?
¿O es que abriste el atajo con tus propias pisadas?
No supieron decirme de qué lado subiste.
Tú me lo hubieras dicho. 
—y me lo estás diciendo, hace ya muchos años.—

Si no he llegado aún, la culpa es sólo mía,
porque algo me retuvo en la mitad del monte.
Sin embargo, ya he vuelto: mírame en tu paisaje,
en tu anhelo profundo que yo hice mío siempre.

-¡Apártalos Amado!-.
 -Ir de vuelo soñándole buscándole, 
dejando la carne en el camino.
Así llegaste tú. Así llegaré un día:
ese día cercano que nunca será noche.

Enséñame a ir de prisa inventando la ruta.
Carrera contra el tiempo llaman a eso ahora
y carrera de Amor yo bien lo llamaría...

Vuelo corto si voy caminando yo a solas;
vuelo largo, tendido, de alcance inalcanzable,
si como tú me dejo despojar de lo mío
y Otro vuela por mí inagotablemente.

Tu sepulcro en Segovia. 
¡Qué mármoles superfluos te rodean y ciñen? 
Pero yo solo he visto al Amado allí cerca acunándote el sueño:
luz tuya, mía, nuestra, eternamente insomne.



miércoles, 28 de febrero de 2018

Los brazos que te han llevado.



Los brazos que te han llevado,
no te dejan escapar
para volver a mi lado.

Nos separa un ancho mar
de difíciles tormentas,
y náufrago has de llegar,
si es que vuelves a mi puerta,
para quererte salvar.

Brazos que te sujetaron
para alejarte de mí,
¡a mí sí que me salvaron!...

Cuando ya no sepa de ti
¡qué bien estaré en la vida!,
cuando ya no sepa de ti.

Cuando no vuelvas a verme
y mis horas sean mías
y yo vuelva a ser quien era
lejos de tu compañía:

Cuando no te vean mis ojos,
¡qué bien me sabrá la vida!

No faltará quien se alegre...
Unos, porque no me quieran,
y alguna porque me quiere...

Tan sola no me has dejado,
que estoy conmigo y me basta
-igual que siempre lo he estado...


Concepción Méndez Cuesta.

martes, 27 de febrero de 2018

Amante.



Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.

Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.

Solamente tú y yo
-una mujer al fondo  de ese cristal sin brillo que es campana caliente-,
vamos considerando que la vida..., la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.

Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida...?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.


Carmen Conde.

lunes, 26 de febrero de 2018

¿Por qué huyen todas las islas? V.



Y si las islas huyen quedarán mares solos
sin nada que los tense y los haga más firmes
o acequias desoladas sin un brazo de tierra
en donde hagan pie los que van a ahogarse.

No es verdad que las islas sean monólogos puros
como tampoco hay hombres que son islas completas.
Y la isla quería no ser isla, mezclarse
con el mar y los ríos y buscar a esas otras,
las de luz diferente,
las de flores distintas y cardos agresivos.

No hay matices que puedan aislar a las islas
ni tampoco a los hombres. El fondo es siempre el  mismo
como la rosa es rosa aunque abrace los muros
o se yerga señera.

Fuga precipitada de paisajes isleños,
con tallos fabulosos y cinturón de algas.

Y ese árbol asceta que un oro florecido tortura y acrisola.

Y también el anturio como escudo guerrero,
el hibisco en campanas de tinte evanescente,
y la catleya, sello de trances amorosos.


Ernestina de Champourcín.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...