viernes, 20 de noviembre de 2015

Ese General.






-Aquí está el general.
¿Qué quiere el general?
- Una espada desea el general.
-Ya no existen espadas, general.
¿Qué quiere el general?
-Un caballo desea el general.
-Ya no existen caballos, general.
¿Qué quiere el general?
-Otra batalla quiere el general.
-Ya no existen batallas, general.
¿Qué quiere el general?
-Una amante desea el general.
-Ya no existen amantes, general.
¿Qué quiere el general?
-Un gran tonel de vino desea el general.
Ya no hay tonel ni vino, general.
¿Qué quiere el general?
-Un buen trozo de carne desea el general.
-Ya no existen ganados, general.
¿Qué quiere el general?
-Comer yerbas desea el general.
-Ya no existen los pastos, general.
¿Qué quiere el general?
-Beber agua desea el general.
-Ya no existe más agua general.
¿Qué quiere el general?
-Dormir en una cama desea el general.
-Ya no hay cama ni sueño, general.
¿Qué quiere el general?
-Perderse por la tierra desea el general.
-Ya no existe la tierra, general.
¿Qué quiere el general?
-Morirse como un perro desea el general.
-Ya no existen los perros, general.
¿Qué quiere el general?
¿Qué quiere el general?
Parece que está mudo el general.
Parece que no existe el general.
Parece que se ha muerto el general.
que ya, ni como un perro, se ha muerto el general,
que el mundo destruido, ya sin el general,
va a empezar nuevamente, sin ese general



Rafael Alberti.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Te esperaré apoyada en la curva del cielo.







Te esperaré apoyada en la curva del cielo
y todas las estrellas abrirán para verte
sus ojos conmovidos.

Te esperaré desnuda.
Seis túnicas de luz resbalando ante ti
deshojarán el ámbar moreno de mis hombros.

Nadie podrá mirarme sin que azote sus párpados
un látigo de niebla.
Sólo tú lograrás ceñir en tus pupilas
mi sien alucinada
y mis manos que ofrecen su cáliz entreabierto
a todo lo inasible.

Te esperaré encendida.
Mi antorcha despejando la noche de tus labios
libertará por fin tu esencia creadora.
¡Ven a fundirte en mí!
El agua de mis besos, ungiéndote, dirá
tu verdadero nombre.


Ernestina de Champourcín. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Allí.






ALLÍ los campos yermos y el sol:
la paramera radiante que imponía su enjuta servidumbre.
Acá, los amarillos hirsutos de la era;
el pan hecho de angustia, sudor, polvo y costumbre.
Y, al fondo, calcinado lugar, la chamicera,
tizón de los voraces rigores de la lumbre.
¿Qué ráfaga de inquinas alzó la tolvanera
que aún desdibuja el limpio diseño de la cumbre?
Allí fue, sin nostálgica pasión, la vida entera:
viril orgullo, recto sentido, reciedumbre,
¡temple! Toda la vida de un ser que, aún ayer,
era cabal, impostergable, y hoy, roto en muchedumbre,
se acarra, cual rebaño, bajo la solanera.



Juan José Domenchina.

martes, 17 de noviembre de 2015

Suena tu voz lo mismo que un lamento.




Suena tu voz lo mismo que un lamento
O que un grito perdido en lejanía;
Como una luz que hiere el horizonte
Y lo abre a soledades infinitas.
Es penumbrosa claridad el sosiego
De la tarde. La lumbre mortecina
De tu alma, pelea con las sombras
Del tiempo, que la cubren de ceniza.
Los ecos del silencio hasta tu oído
Unos pasos lejanos aproximan.
Y es otra muda voz la de la sangre
Que en tu cansado corazón palpita.



José Bergamín.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Noche Humana.






 La noche, perseguida, se entró por mi ventana:

-Méteme por tus ojos, escóndeme en tu olvido;
aun tu cuerpo, entreabierto, puede muy bien guardarme,
antes de que se entregue al cerrado abandono
que ya está desciñendo tu ardiente vestidura.

Antes de que en el sueño sin voluntad de origen
la razón se te pierda solamente en el goce:
ocúltame, me buscan, traigo el olor a sangre
y tal vez el delito y la muerte es mi sombra...

Ocúltame, la tierra que hoy es carne y te invade,
casi ni piel sostiene, pero es tumba y memoria.
Yo voy desordenada y hasta el suelo me siguen
donde llevo mi aurora y su puñal agudo.

Pero mis sueños huelen al sudor de los hombres,
a sus crímenes ínfimos y a sus manos en llamas.
No pueden perdonarme que mi beso, en el lodo,
llegue donde no encuentra la ley su pensamiento.

Me acerco dolorida, no niegues tu desvelo.
Guárdame, como al trigo el agua se incorpora
y, en él, la flor engendra, que ha de ser paz del cielo.
Méteme por tus ojos, escóndeme en tu olvido...

&

Mi cuerpo estaba huyendo; buscándole a la noche
la falsedad de un ángel que fingiera un reposo;
la engañadora imagen de un nombre de ceniza
que en el alcohol o el sueño, sin amor, me incendiara.

Mi cuerpo estaba huyendo; por las desiertas calles
de una ciudad sin suelo resbalaba impreciso,
deteniéndose al paso vulgar de la inocencia
y escapando al contacto con ella, por mi angustia.

Mi cuerpo estaba huyendo. Sin vuelo y sin raíces,
se arrastraba en la inmensa bóveda de los tiempos,
donde mueren los sueños desunidos y aislados
y el aire, como un negro fantasma, los corona.

Junto al olor caliente del pescado podrido,
de la fruta marchita y el vinagre, en acecho
la mujer entregaba su cabello constante,
herido por las uñas y la ardiente saliva.

Mis manos se enredaban a la piel de los hombres
que, abiertos, derramaban sus entrañas sin fuego;
mis voces se mezclaban a la luz del cigarro
y a ese rumor más hábil que engendra la denuncia.

La delincuencia, en roce nocturno con la envidia,
sobre el cristal dormido de los blandos hogares
acercaba en mi rostro indagador y astuto,
para hurtar un consuelo que mi paz no alcanzaba.

Y la luna, gimiendo, se clavaba en el árbol,
con la burla precisa del nivel de su tiempo.
Golpe a golpe sonaban las plumas de mi espalda
y su navaja el aire, por mi espalda, blandía.

Mi cuerpo estaba huyendo. Sonaba una cadena
y en la puerta del cielo mis manos golpeaban:
-¡Abrid, abrid, las sombras por dentro me persiguen
y las sombras de fuera mis manos acuchillan!...

Desperté estando muerto: Mis sábanas sangraban...

-¡Abrid, abrid!  ¡Las sombras!...

La noche, perseguida, se entró por mi ventana
y era a la noche misma, a quien yo perseguía.



Emilio Prados.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...