viernes, 13 de noviembre de 2015

Amor de cada instante...






Amor de cada instante...
duro amor sin delicias: cadena cruz, cilicio,
gloria ausente, esperada,
gozo y tortura a un tiempo;
realidad de los siglos, gracias por ser y estar
en el nunca y el siempre.

Pues , mi ejercicio, ahora, es amarte en la ausencia,
y aferrarme a esta nada porque también es tuya
y beber ese polvo de soledad y vacío
que es Tu don del momento y Tu clara promesa.

Y por eso me obstino contra lo más cercano,
huyendo de lo fácil -metal a flor de agua-,
por Ti también me acojo a lo que nadie sabe.

Y así voy caminando por este desconcierto
oscuro y luminoso, por este amor amargo,
veteado de gloria...



Ernestina de Champourcín.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Grito.






Quiero cantar sin pausa
líricamente al desgaire,
como quiera hacer mi flauta
al entrar y salir del aire.

Quiero reírme sin sordina,
ampliamente, al sol del estío,
con esta risa divina
de este corazón tan mío.

Quiero bañar el alma en gozo
salvajemente, y saltar,
hasta tirar la angustia al pozo
y el prejuicio echarlo al mar.

Y, entonces, ir por los caminos
con la alegría en la mirada,
la voz llena de blancos trinos
y la sonrisa beatificada,

a decir que la vida es esto:
y el resto,
nada.



Rogelio Buendía Manzano.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Ven a mí que vas herido.





Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido.



Concepción Mendéz Cuesta.

martes, 10 de noviembre de 2015

Durmióse tu canción de primavera.





Durmióse tu canción de primavera
frente al latino mar, cuyo lamento
colmó de caracolas y de viento
el planto funeral de la ribera.
La fronda de la almunia limonera
y el río que a tu infancia dio su acento
hoy elevan el claro monumento
que te ofrece mi cítara ligera.
Oh, alado Paladín de la Poesía,
quebrada en plenitud de ruiseñores
fue tu fugaz iniciación de un día.
Reciba tu memoria mis loores
y esta amorosa soledad umbría
de mis aves, mis versos y mis flores.



Miguel Valdivieso Belmás.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...