viernes, 18 de marzo de 2016

A Luis Cernuda aire del sur buscado en Inglaterra.



Si el aire se dijera un día:
-Estoy cansado,
rendido de mi nombre... Ya no quiero
ni mi inicial para firmar el bucle
del clavel, el rizado de la rosa,
el pliegecillo fino del arroyo,
el gracioso volante de la mar y el hoyuelo
que ríe en la mejilla de la vela...

Desorientado, subo de las blandas,
dormidas superficies
que dan casa a mi sueño.
Fluyo de las paradas enredaderas,
calo los ciegos ajimeces de las torres;
tuerzo, ya pura delgadez, las calles
de afiladas esquinas, penetrando,
roto y herido de los quicios, hondos
zaguanes que se van a verdes patios
donde el agua elevada me recuerda,
dulce y desesperada, mi deseo...

Busco y busco llamarme
¿con qué nueva palabra, de qué modo?
¿No hay soplo, no hay aliento,
respiración capaz de poner alas
a esa desconocida voz que me denomine?

Desalentado, busco y busco un signo,
un algo o alguien que me sustituya
que sea como yo y en la memoria
fresca de todo aquello, susceptible
de tenue cuna y cálido susurro,
perdure con el mismo temblor,
el mismo hálito que tuve la primera
mañana en que al nacer, la luz me dijo:
-Vuela. Tú eres el aire.

Si el aire se dijera un día eso...


Rafael Alberti.

jueves, 17 de marzo de 2016

El homenaje a Luis Cernuda.



No vengo yo en este momento a esta mesa
como amigo de Luis Cernuda, ni amigo
vuestro, ni a ofrecer este banquete para
cumplir un rito gastado ya en tantas farsas
con discursitos decorados, con envidias
cubiertas de veneno y lágrimas de cocodrilo.
No vengo tampoco dispuesto a que mi voz la
lleve el aire para recibir en cambio, como
tantas veces, una bandeja de aplausos
coronada por un "muy interesante" de
merengue. Yo vengo para saludar con
reverencia y entusiasmo a mi "capillita" de
poeta, quizá la mejor capilla poética de
Europa, y lanzar un vítor de fe en honor del
gran poeta del misterio, delicadísimo poeta
Luis Cernuda, para quien hay que hacer otra
vez, desde el siglo XVII, la palabra divino, y
a quien hay que entregar otra vez agua,
juncos y penumbra para su increíble cisne renovado.
No me equivoco.

Lo que voy a decir es
verdad y está en la conciencia de toda
persona sensible. La aparición del libro La
realidad y el deseo es una efemérides
importantísima en la gloria y el paisaje de la
literatura española.
No me equivoco, porque para decir esto aquí
yo he luchado a brazo partido con el libro,
leyendo sin gana al acostarme, al levantarme;
leyendo con dolor de cabeza, sacando ese poquito de odio
que sentimos todos contra autores de obras
perfectas; pero ha sido inútil. La realidad y el
deseo me ha vencido con su perfección sin
mácula, con su amorosa agonía encadenada,
con su ira y sus piedras de sombra.

Libro delicado y terrible al mismo
tiempo, como un clave pálido que manara
hilo de sangre por el temblor de cada
cuerda. No habrá escritor en España, de la
clase que sea, si es realmente escritor,
manejador de palabras, que no quede
admirado del encanto y refinamiento con
que Luis Cernuda une los vocablos para
crear su mundo poético propio; nadie que no
se sorprenda de su efusiva lírica gemela de
Bécquer y de su capacidad de mito, de
transformación de elementos que surgen en
el bellísimo poema "El joven marino con la
misma fuerza que en nuestros mejores
poetas clásicos.

Entre todas las voces de la
actual poesía, llama y muerte en Aleixandre,
ala inmensa en Alberti, lirio tierno en Moreno
Villa, torrente andino en Pablo Neruda, voz
doméstica entrañable en Salinas, agua
oscura de gruta en Guillén, ternura y llanto
en Altolaguirre, por citar poetas distintos, la
voz de Luis Cernuda erguida suena original,
sin alambradas ni fosos para defender su
turbadora sinceridad y belleza.

La pluma que dibujó los primorosos mapas
de los árabes, la que inventó clavellinas y
negras mariposas en las cintas de los niños
muertos, la pluma que ha escrito con sangre
una carta de amor sobre la que después se
ha escupido, la que ha copiado con temblor
un torso de Apolo en la agonía de los
institutos, pluma de pena y frenesí de rocío.
es la que ha sostenido entre sus dedos Luis
Cemuda mientras oía la voz que dictaba su
Realidad y el deseo.

Desde que el poeta canta en 1924:
Va la brisa reciente
por el espacio esbelta
y en las bojas, cantando,
abre una primavera.
empieza un duelo con sus tristezas, con su
tristeza de sevillano profundo, duelo
elegantísimo, con espadín de oro y careta
de narcisos; pero con miedo y sin
esperanza, porque el poeta cree en la
muerte total. Este duelo sin esperanza de
paraíso, que hace que el poeta quiera fijar
eternamente los hombros desnudos de un
navegante o una momentánea cabellera,
anima todas sus páginas, hasta que al fin
cae victoriosamente rendido.

Fortalecido estoy contra tu pecho
y augusta piedra fría,
bajo tus ojos crepusculares,
¡oh madre inmortal!
en el grave himno de la "Tristeza", uno de
los últimos de La realidad y el deseo.
No es hora de que yo estudie el libro de Luis
Cernuda, pero sí es la hora de que lo cante.
De que cante su espera inútil, su impiedad, y
su llanto, y su desvío, expresados en norma,
en frialdad, en línea de luz, en arpa. No me
equivoco. No nos equivocamos. Saludemos
con fe a Luis Cernuda. Saludemos a La
realidad y el deseo como uno de los mejores
libros de la poesía actual de España.


Federico García Lorca.

miércoles, 16 de marzo de 2016

La culpa.





La culpa se levanta al caer de la tarde,
la oscuridad la alumbra,
el ocaso es su aurora…

Se empieza a oír la sombra desde lejos
cuando el cielo está limpio aún sobre los árboles
como una pampa verdeazul, intacta,
y el silencio recorre
los quietos laberintos de arrayanes.

Llegará el sueño: alerta está el insomnio.
Antes que caiga la cortina oscura,
gritad al menos, hombres,
como el pavón metálico que grazna su lamento
desgarrado en la rama de la araucaria.
Gritad con voces múltiples,
piad entre la enredadera,
entre las hiedras y rosales trepadores.

Buscad refugio en las glicinas
con los gorriones y zorzales
porque avanza la onda de la noche
y su ausencia de luz,
y su implacable huésped
de suaves pasos, el peligro…


Rosa Chacel.

martes, 15 de marzo de 2016

Por qué cuando te hablo.. ?



¿Por qué cuando te hablo
cierro los ojos?
Yo pienso en aquel día
y en que tú me los cierres
- esperanza infinita -,
a ver si mis palabras
- costumbre larga mía -
pueden más que la muerte.


Gerardo Diego.

lunes, 14 de marzo de 2016

Súplica.


Delgadas lenguas cabelleras rubias
ninfas o peces ríos y la aurora
Sobre el nivel del aire bandas lucen
pájaros plumas nácares o sueño
¡Risa!
Cien fuerzas cien estelas cien latidos
un mundo entre las manos o la frente
una senda o jirafas de blancura
un oriente de perlas sobre el labio
todo un sentir a ritmo azul el' cielo

Dicha dicha navío por el brazo
por la más difícil coyuntura
por donde si aplicamos el oído
se oye el rumor de la caricia extrema
Un dolor muy pequeño si es que existe
es una niña o papel casi traslúcido
pueden verse las venas y el dibujo
pueden verse los besos no emergidos

Ríos peces estrellas puntas ansia
todo transcurre -mármol y sonidos
sordas esteras pasan clausurando
esa delgada voz de corazones.


Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...