viernes, 16 de noviembre de 2018

Siempre.


Estoy solo.
Las ondas; playa, escúchame.
De frente los delfines o la espada.
La certeza de siempre, los no-límites.
Esta tierna cabeza no amarilla,
esta piedra de carne que solloza.
Arena, arena, tu clamor es mío.
Por mi sombra no existes como seno,
no finjas que las velas, que la brisa,
que un aquilón, un viento furibundo
va a empujar tu sonrisa hasta la espuma,
robándole a la sangre sus navíos.

Amor, amor, detén tu planta impura.

Vicente Aleixandre.

jueves, 15 de noviembre de 2018

La memoria quisiera.


La memoria quisiera con sus redes
Salvarnos eso que se nos escapa,
Casi deshecho por continua zapa,
Abismo abajo, pútridas paredes.

Todo se descompone. Tú no puedes,
Memoria infiel, guardar tras esa capa
De mendigo tus joyas, y en un mapa
De remiendos concluyen tus mercedes.

Algo flota, por fin, contra el olvido
Que sin cesar rehace su marea
Con su reiteración de rollo lento.

En la orilla se yergue un conmovido
Náufrago de alta mar. Dice, jadea,
Algo evoca su voz. Si fue, ya es cuento.

Jorge Guillén.

martes, 13 de noviembre de 2018

Variación XI. El Poeta.


Hoy te he visto amanecer tan serenamente espejo,
tan liso de bienestar, tan acorde con tu techo,
como si estuvieses ya en tu sumo, en lo perfecto.
A tal azul alcanzaste que te llenan de aleteos
ángeles equivocados.
Y el cielo, el que te han puesto los siglos
desde el día que naciste por cotidiano maestro,
y te da lección de auroras, de primaveras, de inviernos,
de pájaros -con las sombras que te presta de sus vuelos-,
al verte tan celestial es feliz: otra vez
sois inseparables iguales, como erais a lo primero.

Pero tú nunca te quedas arrobado en lo que has hecho;
apenas lo hiciste y ya te vuelves a lo hacedero.
¿No es esta mañana, henchida de su hermosura,
el extremo de ti mismo, la plenaria realización de tu sueño?

No. Subido en esta cima ves otro primor, más lejos:
te llama una mejoría desde tu posible inmenso.
El más que en el alma tienes nunca te deja estar quieto,
y te mueves como la tabla del pecho hay algo
que te lo pide desde adentro.
Por la piel azul te corren undosos presentimientos,
las finas plumas del aire ya te cubren de diseños,
en las puntas de las olas se te alumbran los intentos.
Ocurrencias son fugaces las chispas, los cabrilleos.
Curvas, más curvas, se inician, dibujantes de tu anhelo.
La luz, unidad del alba, se multiplica en destellos,
lo que fue calma es fervor de innúmeros espejeos
que sobre la faz del agua anuncian tu encendimiento.
Una agitación creciente, un festivo clamoreo
de relumbres, de fulgores proclaman que estás queriendo;
no era aquella paz la última, en su regazo algo nuevo
has pensado, más hermoso
y ante la orilla del hombre ya te preparas a hacerlo.
De una perfección te escapas alegremente
a un proyecto de más perfección.
Las olas -más, más, más, más,-
van diciendo en la arena, monosílabas,
tu propósito al silencio.

Ya te pones a la obra, convocas a tus obreros:
acuden desde tu hondura, descienden del firmamento
-los horizontes los mandan- a servirte los deseos.
Luces, sombras, son; celajes, brisas, vientos; el cristal es,
es la espuma surtidora por el aire de arabescos,
son fugitivas centellas rebotando en sus reflejos.
Todo lo que mundo tiene el día lo va trayendo
y te acarrean las horas materiales sin estreno.
De las hojas de la orilla vienen verdes abrileños
y en el seno de las olas todavía son más tiernos.
Llegan tibias por los ríos las nieves de los roquedos.
Y hasta detrás de la luz, voladamente secretos aguardan,
por si los quieres, escuadrones de luceros.
En el gran taller del gozo a los espacios abierto,
feliz, de idea en idea, de cresta en cresta corriendo,
tan blanco como la espuma trabaja tu pensamiento.
Con estrías de luz haces maravillosos bosquejos,
deslumbradores rutilan por el agua tus inventos.
Cada vez tu obra se acerca ola a ola,
más y más a sus modelos.
¡Qué gozoso es tu quehacer, qué apariencias de festejo!
Resplandeciente el afán, alegrísimo el esfuerzo,
la lucha no se te nota.
Velando está en puro juego ese ardoroso
buscar la plenitud del acierto.
¡El acierto! ¿Vendrá? ¡Sí!
La fe te lo está trayendo con que tú lo buscas. Sí.
Vendrá cuando al universo se le aclare la razón
final de tu movimiento: no moverse,
mediodía sin tarde, la luz en paz,
renuncia del tiempo al tiempo.
La plena consumación -al amor, igual, igual-
de tanto ardor en sosiego.

Pedro Salinas.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Homenaje a Julio Herrera y Reissig.


Para entrar en tu ausencia,
en esa construcción de tu vacío,
tus palabras mayores
-muerte, amor-
son las puertas que invitan.
En el dintel de fuego,
antes de penetrarte,
vi el estuco aparente,
tus mostachos oníricos,
tus amigos de escuela;
pórtico con melenas
como infinita fuente de violetas,
de pensamientos y de nomeolvides;
cauda que serpentea
sobre desnudos armoniosos.
Penetré en tu museo
de tarjetas postales,
en tu salón o torre,
por esa doble puerta,
por tu amor, por tu muerte,
palabras como fauces.

Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...