viernes, 3 de febrero de 2017

Penúltima estación.



He aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos.
Qué soledad sin colores.
Oh, Madre mía, no llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel día
la Virgen de los Dolores.
¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano.


Gerardo Diego.

jueves, 2 de febrero de 2017

Y cuando abrí los ojos.



Y cuando abrí los ojos,
después de aquella idea,
encontré el mar pequeño,
el cielo bajo,
el mundo, un mueble.

Cuando abriste los ojos,
después de haberme amado,
era tu corazón un Universo,
con un mar grande, un cielo alto
y con las nubes de mis pensamientos.



Manuel Altolaguirre.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Anhelo.



No he nacido de mí. Estoy conmigo
y quiero desprenderme de mí mismo,
ser padre mío en un espejo:
en tu memoria o en tu sueño;
quedarme en los jardines de tu frente
reproducido, confiado, tuyo,
niño que juegue mientras yo trabaje;
estar contigo siempre y por la noche
volver por mí, por ti, cariño mío.



Manuel Altolaguirre.

martes, 31 de enero de 2017

Muerte a lo lejos.



Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.

Valéry. 

Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.

...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente

Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.



Jorge Guillén.

lunes, 30 de enero de 2017

¿Por qué huyen todas las islas?. II.



No hay hombres que son islas, ni islas que son hombres
que de pronto se van a algún quehacer extraño
y dejan en el mar, el río o el estanque
la huella siempre fresca de lo que antes fueron.

No ser isla, contorno, el lugar donde estaba
aquel islote fértil, el promontorio esbelto
de un pedazo de tierra que fue un pequeño mundo.


Ernestina de Champourcín.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...