viernes, 16 de enero de 2015

Va la brisa reciente.




Va la brisa reciente
por el espacio esbelta,
y en las hojas cantando
abre una primavera.

Sobre el límpido abismo
del cielo se divisan,
como dichas primeras,
primeras golondrinas.

Tan sólo un árbol turba
la distancia que duerme,
así el fervor alerta
la indolencia presente.

Verdes están las hojas,
el crepúsculo huye.
anegándose en sombra
las fugitivas luces.

En su paz la ventana
restituye a diario
las estrellas, el aire
y el, que estaba soñando.


Luis Cernuda.

jueves, 15 de enero de 2015

Soleares.








Desde que te conocí,
nunca tan lejos te viera,
nunca tan lejos te ví.

Soleá de los espejos,
que si lejos, que si cerca,
que si cerca, que si lejos.

Me arranco por soleares.
Tengo soledad de tí,
pero tú, ni te compares.

Para ver bien cómo eras
- a la distancia precisa -
cómo eras, pero de veras,
me vine a esta costa brava.
Y eras como yo te quise,
como yo me figuraba.

Soledad de soledades
¿y todo soledad? No.
Yo canto por soledades.

Y el cantar ya es compañía,
cerré un momento los ojos
y era tu voz la que oía.

Allá van mis soleares
por encima de los montes,
por encima de los mares.
Hasta llegar a la luna,
a la esquina de una calle
con una reja moruna.

La luna llena de espejos,
para burlarme de cerca,
para llamarme de lejos.


Gerardo Diego.

miércoles, 14 de enero de 2015

Donde yo llego acaso tu voluntad.




Donde yo llego acaso tu voluntad no alcanza. 
Espero: no me cruzo de brazos en mi cruz.
Porque conozco el nombre - quizá - de tu esperanza,
aguardo en las tinieblas el orto de la luz.
Me estoy, sin consentirme, sobre mi sentimiento,
que no es comunicable, corriente ni efusivo. 
No sé, ni quiero, henchirme de hirsutos anatemas…
Para llorar me sobra con mi conocimiento.
Para sufrir me basta sentirme firme y vivo.
Para gritar… silencios y angustias, mis poemas…



Juan José Domenchina.

martes, 13 de enero de 2015

Pasa el tiempo y suspiro porque paso.






Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
nunca es la mía bajo el cielo raso.

Calculo, sé, suspiro, no soy caso
de excepción y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.

Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.

Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.



Jorge Guillén.

lunes, 12 de enero de 2015

Voz del Árbol.





¿Qué me quiere tu mano?
¿Qué deseas de mí, dime, árbol mío?
...Te impulsaba la brisa: pero el gesto
era tuyo, era tuyo.

Como el niño, cuajado de ternura
que le brota en la entraña y que no sabe
expresar, lentamente, tristemente
me pasaste la mano por el rostro,
me acarició tu rama.
¡Qué suavidad había
en el roce! ¡cuán tersa
debe de ser tu voz! ¿Qué me preguntas?
Di, ¿qué me quieres, árbol, árbol mío?

La terca piedra estéril,
concentrada en su luto
- frenética mudez o grito inmóvil-,
expresa duramente,
llega a decir su duelo
a fuerza de silencio atesorado.

El hombre
- oh agorero croar, oh aullido inútil-
es voz en viento: sólo voz en aire.
Nunca el viento y la mar oirán sus quejas.
Ay, nunca el cielo entenderá su grito;
nunca, nunca, los hombres.

Entre el hombre y la roca, 
¡con qué melancolía 
sabes comunicarme tu tristeza,
árbol, tú, triste y bueno, tú el más hondo,
el más oscuro de los seres!
 ¡Torpe condensación soturna
de tenebrosos jugos minerales,
materia en suave hervor lento, cerrada 
en voluntad de ser, donde lo inerte
con ardua afinidad de fuerzas sube
a total frenesí! ¡Tú, genio, furia,
expresión de la tierra dolorida,
que te eriges, agudo, contra el cielo,
como un ay, como llama,
como un clamor! 
Al fin monstruo con brazos,
garras y cabellera: ¡oh suave, triste, 
dulce monstruo verde,
tan verdemente pensativo,
con hondura de tiempo,
con silencio de Dios!

No sé qué altas señales
lejanas, de un amor triste y difuso,
de un gran amor de nieblas y luceros,
traer querría tu ramita verde
que, con el viento, ahora
me está rozando el rostro.
Yo ignoro su mensaje
profundo. La he cogido, la he besado.
-Un largo beso.- 
¡Mas no sé qué quieres
decirme!


Dámaso Alonso.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...