viernes, 19 de julio de 2019

La cabeza.


El pelo crespo inicia
la verdad humana.
Por allí ardiera un día,
y aún sigue delatándose aquí el fuego.
La terraza que asoma,
frente humana ante el mundo,
guarda estricto, acaso ignorado,
¿quién lo ha visto vivir?,
el laberinto más noble de la materia.

Desciende aún la masa triste.
Dudó un momento, se adelantó: inquiría.
Facultad del olor. Nariz humana.
Allí la materia del mundo, invisible, irradiante,
se concentra, y embriaga.
Es una nube solo
el mundo, y lo aspiramos.
¡Material! Los sentidos,
o el espíritu puro.
¿La verdad? Solo es una.

Pero desciende lento su perfil y se escinde:
oh boca que aquí oímos.
Boca que besa sola toda entera la vida,
boca que guarda solo ese músculo puro
que hace el son que no vemos.

Boca que de repente como un fruto se abre,
roja o madura, pulpa para unos labios ávidos.
Boca donde el silencio un día, final, abre su pausa,
y la boca se cierra.

Todo como una flor queda aquí erguido,
por ti, cuello delgado que sostienes los pétalos.
Testa o materia humana que da olor y en la luz se distingue.
Porque no se disuelve. En la luz, obstinada, mineral,
reservas el mañana: el futuro guareces.
Señal tú la más alta del vivir de los hombres,
prenda tú la más cierta de su quehacer sin fin.

Vicente Aleixandre.

jueves, 18 de julio de 2019

Las luces.


Me colmó el sol del poniente
el corazón de onzas doradas.
Me levanté por la noche
a verlas.
                  ¡No valían nada!

De onzas de plata la luna
del alba me llenó mi alma.
Cerré mi puerta en el día
por verlas.
                    ¡No valían nada!


Juan Ramón Jiménez.

miércoles, 17 de julio de 2019

El sediento.


¡Desamparo tórrido!
La acera de sombra
Palpita con toros
Ocultos. Y topan.

Un sol sin aleros,
Masa de la tarde,
Convierte en silencio
De un furor el aire.

¡De prisa, que enfrente
La verja franquea
Su reserva!... ¡Huele,
Huele a madreselva!

Penumbra de olvido
Guardan las persianas.
Sueño con un frío
Que es amor, que es agua.

¡Ah! Reveladora,
El agua de un éxtasis
A mi sed arroja
La eternidad.  -¡Bebe!

Jorge Guillén.

martes, 16 de julio de 2019

El mar no es una hoja de papel.


Lo que yo siento no es el mar.
Lo que yo siento no es esta lanza sin sangre
que escribe sobre la arena.
Humedeciendo los labios, en los ojos
las letras azules duran más rato.
Las mareas escuchan, saben que su reinado
es un beso y esperan vencer tu castidad
sin luna a fuerza de terciopelos.
Una caracola, una luminaria marina,
un alma oculta danzaría sin acompañamiento.
No te duermas sobre el cristal,
que las arpas te bajarán al abismo.
Los ojos de los peces son sordos
 y golpean opacamente sobre tu corazón.
Desde arriba me llaman arpegios naranjas,
que destiñen el verde de las canciones.
Una afirmación azul, una afirmación encarnada,
otra morada, y el casco del mundo desiste de su conciencia.
Si yo me acostara sobre el mar,
en mi frente responderían todos los corales.
Para un fondo insondable, una mano es un alivio blanquísimo.
Esas bocas redondas buscan anillos en que teñirse al instante.
Pero bajo las aguas el verde de los ojos es luto.
El cabello de las sirenas en mis tobillos
me cosquillea como una fábula.
Sí, esperad que me quite estos grabados antiguos.
Aguardad que mi nombre escurra las indiferencias.
Estoy esperando un chasquido, un roce en el talón,
un humo sobre la superficie. La señal de todos los tactos.
Acaricio una melodía: qué hermosísimo muslo.
Basta, señores: el baño no es una cosa pública.
El cielo emite su protesta como un ectoplasma.
Cierra los ojos, fealdad, y laméntate de tu desgracia.
Yo soy aquel que inventa las afirmaciones de espaldas,
el que acusa al subsuelo de sus culpas abiertas.
El que sabe que el mar se levantaría como una lápida.
La sequedad de mi latrocinio es este vil abismo
en que se revuelven los gusanos.
Los peces podridos no son una naturaleza muerta.
El mar vertical deja ver el horizonte de piedra.
Asómate y te convencerás de todo tu horror.
Apoya en tus manos tus ojos
y cuenta tus pensamientos con los dedos.
Si quieres saber el destino del hombre,
olvídate que el acero no es un elemento simple.

Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...