XXVII ...Las horas que limando están los días.. que royendo están los años..
viernes, 7 de junio de 2013
Cuando la aurora ponga en los caminos...
Cuando la aurora ponga en los caminos flores de nieve y témpanos de aromas, cuando el rumor de un vuelo de palomas en la invernal caricia de los pinos;
y cuando los redondos remolinos se lancen por lo alto de las lomas buscando calentarse en las redomas de los profundos pozos cristalinos.
Cuando el viento esté solo en el sendero dando saltos de escarcha y luna fría, o patinando en vértigo campero;
cuando la noche luche con el día..., ¡entonces te querré como te quiero, como quiero quererte, vida mía! José María Saouvirón.
jueves, 6 de junio de 2013
OIGO.
A veces oigo los pétalos de la rosa dando en tierra; tan tirante es el silencio; tan en aviso está el alma. A veces oigo la fuga de la luna en su viraje; tan grande es la soledad; tan tenso vive el espíritu. A veces oigo la arena del Tiempo caer en mí; me levanto, me paseo, toco la estampa o el libro, miro la luz de la lámpara, me froto las tibias manos ...........y me siento lentamente a ver cómo la de arriba está casi toda abajo. José Moreno Villa.
miércoles, 5 de junio de 2013
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre...
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos su versos.
Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y uno.
¡Ave rosas, estrellas solemnes! Rosas, rosas, joyas vivas de infinito; bocas, senos y almas vagas perfumadas; llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna; dulces lotos de las almas estancadas; ¡ave rosas, estrellas solemnes!
Amigas de poetas y de mi corazón, ¡ave rosas, estrellas de luminosa Sión! Panidas, sí, Panidas; el trágico Rubén así llamó en sus versos al lánguido Verlaine, que era rosa sangrienta y amarilla a la vez. Dejad que así os llame, Panidas, sí, Panidas, esencias de un Edén, de labios danzarines, de senos de mujer. Vosotras junto al mármol la sangre sois de él, pero si fueseis olores del vergel en que los faunos moran, tenéis en vuestro ser una esencia divina:
María de Nazaret, que esconde en vuestros pechos blancura de su miel; flor única y divina, flor de Dios y Luzbel.
Flor eterna. Conjuro al suspiro. Flor grandiosa, divina, enervante, flor de fauno y de virgen cristiana, flor de Venus furiosa y tonante, flor mariana celeste y sedante, flor que es vida y azul fontana del amor juvenil y arrogante que en su cáliz sus ansias aclara.
¡Qué sería la vida sin rosas! Una senda sin ritmo ni sangre, un abismo sin noche ni día. Ellas prestan al alma sus alas, que sin ellas el alma moría, sin estrellas, sin fe, sin las claras ilusiones que el alma quería.
Ellas son refugio de muchos corazones ellas son estrellas que sienten el amor, ellas son silencios que lentos escaparon del eterno poeta nocturno y soñador, y con aire y con cielo y con luz se formaron, por eso todas ellas al nacer imitaron el color y la forma de nuestro corazón.
Ellas son las mujeres entre todas las flores, tibios sancta sanctorum de la eterna poesía, neáporis grandiosas de todo pensamiento, copones de perfume que azul se bebe el viento, cromáticos enjambres, perlas del sentimiento, adornos de las liras, poetas sin acento. Amantes olorosas de dulces ruiseñores.
Madres de todo lo bello, sois eternas, magníficas, tristes como tardes calladas de octubre, que al morir, melancólicas, vagas, una noche de otoño las cubre, porque al ser como sois la poesía estáis llenas de otoño, de tardes, de pesares, de melancolía, de tristezas, de amores fatales, de crepúsculo gris de agonía, que sois tristes, al ser la poesía que es un agua de vuestros rosales. Santas rosas divinas y varias, esperanzas, anhelos, pasión, deposito en vosotras, amigas; dadme un cáliz vacío, ya muerto, que en su fondo, mustiado y desierto, volcaré mi fatal corazón.
¡Ave rosas, estrellas solemnes! Llenas rosas de gracia y amor, todo el cielo y la tierra son vuestros y benditos serán los maestros que proclamen la voz de tu flor. Y bendito será el bello fruto de tu bello evangelio solemne, y bendito tu aroma perenne, y bendito tu pálido albor. Solitarias, divinas y graves, sollozad, pues sois flores de amor, sollozad por los niños que os cortan, sollozad por ser alma y ser flor, sollozad por los malos poetas que no os pueden cantar con dolor, sollozad por la luna que os ama, sollozad por tanto corazón como en sombra os escucha callado, y también sollozad por mi amor.
¡Ay!, incensarios carnales del alma, chopinescas romanzas de olor, sollozad por mis besos ocultos que mi boca a vosotras os dio. Sollozad por la niebla de tumba donde sangra mi gran corazón, y en mi hora de estrella apagada, que mis ojos se cierren al sol, sed mi blanco y severo sudario, chopinescas romanzas de olor. Ocultadme en un valle tranquilo, y esperando mi resurrección, id sorbiendo con vuestras raíces la amargura de mi corazón.
Rosas, rosas divinas y bellas, sollozad, pues sois flores de amor.