viernes, 12 de septiembre de 2014

Aires.




¡Damas altas, calandrias! 
Junten su elevación 
algazara y montaña, 
todavía crecientes 
gracias a la mañana 
trémula del rocío, 
tan cándida y sin tasa, 
bajo el cielo inventor 
de distancias, de fábulas.

¡Libertad de la luz, 
damas altas, calandrias, 
lo rubio, lo ascendente!
Sean así la traza, 
tan simple aún, clarísima, 
de las profundas Nadas 
gozosas de los aires, 
con un alma inmediata, 
sí, visible, total, 
¡ah!, para la mirada 
de los siempre amadores 
¡Damas altas, 
calandrias!


Jorge Guillén.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Otoño.




Mujer densa de horas
y amarilla de frutos
como el sol del ayer.

El reloj de los vientos te vio florecer
cuando en su jaula antigua
se arrancaba las plumas el terco atardecer.

El reloj de los vientos
despertador de pájaros pascuales
que ha dado la vuelta al mundo
y hace juegos de agua en los advientos.

De tus ojos la arena fluye en un río estéril.

Y tantas mariposas distraídas
han fallecido en tu mirada
que las estrellas ya no alumbran nada.

Mujer cultivadora
de semillas y auroras.

Mujer en donde nacen las abejas
que fabrican las horas.

Mujer puntual como la luna llena.

Abre tu cabellera
origen de los vientos
que vacía y sin muebles
mi colmena te espera.



Gerardo Diego.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Brisa.






Parece que se persiguen 
las altas hojas del trigo.

Apretada prisa verde 
de limitado dominio 
nunca podrá como el agua 
desencadenarse en río, 
siempre entre cuatro paredes 
apretarán su bullicio.

Van y vienen preguntando 
sin encontrar lo perdido. 
Se dan de codos, se pisan, 
van y vienen sin sentido.

Contra la pared del aire 
los verdes cuerpos heridos.



Manuel Altolaguirre.

martes, 9 de septiembre de 2014

Después del amor.






No pudimos ser. 
La tierra no pudo tanto. 
No somos cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo en nadie, 
ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.

El amor, pálido y solo.

Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

-Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso-.

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.



Miguel Hernández.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Escondido en los muros.








Escondido en los muros
Este jardín me brinda
Sus ramas y sus aguas
De secreta delicia.
Qué silencio. 
¿Es así
El mundo?... Cruz al cielo
Desfilando paisajes,
Risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
Resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
Sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
El poder de esta hora;
Madura su medida,
Escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
Con la noche cercana,
Su tersura olvidando
Las ramas y las aguas.



Luis Cernuda.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...