viernes, 5 de julio de 2019

La estampa antigua.


Vagamente cansado el día insiste.
La misma flor, la misma fuente,
la misma, la misma sombra del cerezo.
¿Qué preguntas?
El mar tan lejos gesticula inútilmente.
Sus espumas ruedan, ansia de amor
proclaman sin sonido,
lejos, lejos, lejísimos, sin bulto,
vago telón de sedas amarillas.

Vicente Aleixandre.

jueves, 4 de julio de 2019

El retrasado.


De prisa, de prisa, de prisa
¡Paso!
A los pies el alma se lanza,
y el sol por el suelo se alisa.
¡Qué bello, por fin mi atropello!
El suelo a este paso se rinde más raso.
La vida es cruel y precisa
¡Cómo ahora se abraza a mi tardanza!
De prisa, de prisa, de prisa.

Jorge Guillén.

miércoles, 3 de julio de 2019

La nieve.



Lo blanco está sobre lo verde,
Y canta.
Nieve que es fina quiere
Ser alta.

Enero se alumbra con nieve, si verde,
Si blanca.
Que alumbre de día y de noche la nieve,
La nieve más clara.

¡Nieve ligera, copo blando,
Cuánto ardor en masa!
La nieve, la nieve en las manos
Y el alma.

Tan puro el ardor en lo blanco,
Tan puro, sin llama.
La nieve, la nieve hasta el canto
Se alza.

Enero se alumbra con nieve silvestre.
¡Cuánto ardor! Y canta.
La nieve hasta el canto -la nieve, la nieve-
En vuelo arrebata.

Jorge Guillén.

martes, 2 de julio de 2019

Idea.


A Fernando Villalón

Lejano amigo íntimo:
tan distante estás ya,
que tu reflejo en mí
no puede ser más hondo.

Tu recuerdo es profundo,
como grande es tu ausencia,
y tan largo el camino
que has andado en la muerte
como el que recorriste
traspasando mi alma
al subir a tu gloria.

Manuel Altolaguirre.

lunes, 1 de julio de 2019

Cuarto par. Óleo.


Quizá nunca fue niña: anciana,
vieja: vieja vida vivida, y aún en su ojo turbio y neto,
vividera. ¿Cuál fue el capricho de este pintor ilustre
que aquí la puso? No fue una bruja que descendida de una escoba, mira con sorna y punge
un gesto de contrición: se salva
—aunque tan solo sea por el color o el fino
pincel que una a una recobra esas verdades que hacen del cuerpo humano
la sola verdad neta ante estos ojos:
otros ojos humanos que salvan, pues responden.
Oh, no; el pintor le dijo: «Párate». Y ella pasaba,
no descendida de una escoba ilustre (ilustre pues que vuela),
sino apoyada solo en su palo, y va lenta.
Unos instantes mira. Seguro ahí preguntaba. Y aún si te fijas,
vieja, viejísima no cesa de preguntar: solo en ti fía.
Ella tenía un pelo gris, escaso el moño:
tirante malla de la sien, remata arriba, en punta, acaso una escobita,
un plumerillo, un signo irónico.
Sorbiendo todo hacia detrás, el resto: la cara, si eso es un rostro
y no un resumen triste.
Los ojos,inscritos en el puñado prieto de arruguillas,
guiñan como un candil; mas ¿qué los vela?
¿Humor? ¿Sazón? Hay dos cristales
y detrás ¿hay la burla? Son cristales
enmarcados por dos alambres pobres, tras los que ya no brilla
sino la ciencia de que ya no brillan: pero aún ríen.
Tras los turbios cristales chicos, que sujeta el alambre,
docta pupila tuércese como sabiendo, desde su nube próxima,
¡y tan lejos! ¿Lejos? Esas pupilas casi ciegas pican,
picotean, apuntan, tornan, tuércense y despuntan
en esta realidad. Y alguien lo supo.

Este pintor le dijo: «Párate». Inquiría
su barbilla, ¿Pues qué? Su olfato a tierra
iba, mitad por la largura de su nariz, mitad por su inclinado cuerpo
curioso cada vez más de tierra solo.
Y esta sombra apurada, todavía con su palo que rama fuera un día,
en olor y colores; con su palo bien hondo en tierra, apóyase
mano en mano, y en palo, y mira recto.
-Buenas tardes —le dijo el pintor—: ¿De regreso?-
¿El la veía volando? Irónico el pintor la puso en tierra.
Y el palo, solo, sin la escobilla o flor de la vejez o industria,
que es otra salvación de azufres, vívida.

El pico de la nariz, el otro pico inverso
de la barbilla, las gafas alambradas,
ia turbia pez de sus pupilas, de pronto pegajosas
a lo que miran, el cuello despojado,
el sorbo corporal, la pierna, el pie, o el garabato tuerto:
una interrogación en tierra. Y ved ahí al pintor que no se ve y saluda.
Saludos a esta madre. -Dígame, madre-... ¿acaso Celestina?
-Dígame, buena madre-... Grueso el pintor así le dijo riendo:
ahí se le escucha cuando la pintaba.

Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...