viernes, 17 de marzo de 2017

La voz a ti debida (Versos 425 a 493).




¡Qué gran víspera el mundo!
No había nada hecho.
Ni materia, ni números,
ni astros, ni siglos,... nada.
El carbón no era negro
ni la rosa era tierna.
Nada era nada, aún.
¡Qué inocencia creer
que fue el pasado de otros
y en otro tiempo, ya
irrevocable, siempre!
No, el pasado era nuestro:
no tenía ni nombre.
Podíamos llamarlo
a nuestro gusto: estrella,
colibrí, teorema,
en vez de así, "pasado";
quitarle su veneno.
Un gran viento soplaba
hacia nosotros minas,
continentes, motores.
¿Minas de qué? Vacías.
Estaban aguardando
nuestro primer deseo,
para ser en seguida
de cobre, de amapolas.
Las ciudades, los puertos
flotaban sobre el mundo,
sin sitio todavía:
esperaban que tú
les dijeses: "Aquí",
para lanzar los barcos,
las máquinas, las fiestas.
Máquinas impacientes
de sin destino, aún;
porque harían la luz
si tú se lo mandabas,
o las noches de otoño
si las querías tú.
Los verbos, indecisos,
te miraban los ojos
como los perros fieles,
trémulos. Tu mandato
iba a marcarles ya
sus rumbos, sus acciones.
¿Subir? Se estremecía
su energía ignorante.
¿Sería ir hacia arriba
"subir"? ¿E ir hacia dónde
sería “descender”?
Con mensajes a antípodas,
a luceros, tu orden
iba a darles conciencia
súbita de su ser,
de volar o arrastrarse.
El gran mundo vacío,
sin empleo, delante
de ti estaba: su impulso
se lo darías tú.
Y junto a ti, vacante,
Por nacer, anheloso,
Con los con los ojos cerrados,
Preparado ya el cuerpo
Para el dolor y el beso,
con la sangre en su sitio,
yo, esperando
¡ay, si no me mirabas!
a que tú me quisieses
y me dijeras: "Ya".


Pedro Salinas.

jueves, 16 de marzo de 2017

Profecía.



Era la vida.
Su rumor llegaba desde la espuma
hasta mi sed, un río
que levantó su pecho para hablarme.

Yo estaba en su ribera bajo el llanto
de unos árboles tristes, mientras iban
lentamente las aguas a un destino
de mar o sueño.

Estaba solo y triste
cuando el agua se alzó, y avizorando
una lejana realidad, su espejo
copió del porvenir ecos e imágenes.

Una esperanza llena de colores
salvé de la corriente soñadora.



Manuel Altolaguirre.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Campo.



Mañana vieja. Filosofía. Nueva
mirada hacia el cielo viejo.
Con mi mano los hilos recogidos
a un punto nuevo,
exacto, verdadero.
Campo, ¿qué espero?
Definición que aguardo
de todo lo disperso,
Suprema vibración de los hilos finos,
en el viento atados a mi frente,
sonora en el silencio.


Vicente Aleixandre.

martes, 14 de marzo de 2017

Más.



¿Qué voy a ponerte a ti:
galeras de fantasía,
azahar falso, sombra falsa?

¿Qué voy a ponerte a ti,
tarde del día catorce,
si tú ya lo tienes todo:
naranjo sin flor ni fruto,
mar sin vela, luz de agosto?

En tu perfección parada,
inmóvil, así, dejarte
salvada de tu pasar,
quisiera.

¡Eternidad te pondría!


Pedro Salinas.

lunes, 13 de marzo de 2017

Vocación.



Abrir los ojos. Y ver
sin falta ni sobra, a colmo
en la luz clara del día
perfecto el mundo, completo.
Secretas medidas rigen
gracias sueltas, abandonos
fingidos, la nube aquella,
el pájaro volador,
la fuente, el tiemblo del chopo.
Está bien, mayo, sazón.
Todo en el fiel. Pero yo...
Tú, de sobra. A mirar,
y nada más que a mirar
la belleza rematada
que ya no te necesita.

Cerrar los ojos. Y ver
incompleto, tembloroso,
de será o de no será,
-masas torpes, planos sordos-
sin luz, sin gracia, sin orden
un mundo sin acabar,
necesitado, llamándome
a mí, o a ti, o a cualquiera
que ponga lo que le falta,
que le de la perfección.
En aquella tarde clara,
en aquel mundo sin tacha,
escogí:
            el otro.
Cerré los ojos.


Pedro Salinas.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...