martes, 30 de diciembre de 2014

Nube Feliz.





Tu ardiente morenía, espada vengadora,
sed que voló hacia la remota montaña,
donde allí se castiga entre el relámpago morado
como ese metal que adora la sangre, siempre seco.

Quién sabe si algún día tu dulce y ya fluyente cuerpo
abandonado a su querer
descenderá de ese pináculo de cristal imbesable,
donde como un árbol sin ramas, moreno como esparto,
siente en lugar de pájaros cruzar fulgores lívidos.

Déjame como nube pasar arriba lento,
pasar húmedamente casi caliente al soplo de un estío,
llevado por la brisa que envían unas hojas,
unas altas espigas, unos cuerpos mecidos.

Tu ardiente morenía calcinada,
tu sequedad de roca o ya carbón,
tus ojos que no giran porque no tienen lágrimas,
tu corazón constante como una nuez vencida.

Déjame que pasando moje casi tu frente,
pájaro soy o ala rumorosa que brilla,
soy esa pluma extensa que con calor de axila
cobijaría una frente convocándola a un llanto.

Un beso o una mejilla o el brillo de unos ojos,
unos dientes templados que se abren como el día,
un azul bajo el párpado tras la tormenta dura,
unos fulgores lívidos que escapan como el fósforo.

Vive, vive, despierta, ama, corazón, ser,
despierta como tierra a la lluvia naciente,
como lo verde nuevo que crece entre la carne.

Cuerpo feliz moreno que naces, voy, me voy,
soy esa nube ingrávida que detienen las hojas,
soy la brisa que escapa en busca de la aurora,
de lo rojo y lo azul, de lo verde y lo blanco,
voy llamado a la vida, escapo con el viento,
has nacido y te veo amar como ese río,
como el agua feliz que desciende cantando.



Vicente Aleixandre.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Quiero llorar mi pena y te lo digo.





Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.


viernes, 26 de diciembre de 2014

Amiga.






Para cristal te quiero,
nítida y clara eres.
Para mirar al mundo,
a través de ti, puro,
de hollín o de belleza,
como lo invente el día.

Tu presencia aquí, si,
delante de mi, siempre,
pero invisible siempre,
sin verte y verdadera.
Cristal. ¡Espejo, nunca!


Pedro Salinas.

martes, 23 de diciembre de 2014

Crecer siento profunda y dulcemente.





Crecer siento profunda y dulcemente
hacia dentro del tronco de mi vida,
una raíz de savia renacida
que en ti tan solo encuentra tierra y fuente.
¡Oh qué inmenso fluir, qué ser presente
el ansia renovada y sin medida
que estalla a cada instante, y sin herida,
me inunda de una sangre más ferviente!
¡Oh tierra y cielo y flor y rama nueva,
árbol de ti nacido ya en la cumbre
del monte de mis días a deshora!



Juan Chabás.

lunes, 22 de diciembre de 2014

La caricia adormece.





La caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y sueño,
bien tendidos, dichosos.

Y tu cuerpo está ahí, remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de gran remanso nuestro amor flotante.



Jorge Guillén.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Es la noche sin fin...







Es la noche sin fin, la desvelada noche, 
que con sus filos de cuchilla
implacable recorta en amarilla
muerte nuestra silueta enajenada.

Vivir, cuando vivir no vale nada,
equivale a sembrar, con la semilla
infecunda, el dolor, que tanto humilla,
de una existencia rota y postergada.

Y el insomnio repite inexorable
el paso de la vida irrevocable,
que, sin dejarse de sentir, se aleja.

¿Dónde nos llevará, tan sin camino,
tan juguete irrisorio del destino,
nuestra razón destartalada y vieja?



Juan José Domenchina.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Tu soledad te defiende...




Tu soledad te defiende,
te limitan tus miradas,
que yo sé que tu alma llega
adonde tu vista alcanza,
adonde llegan tus sueños,
adonde tu amor acaba.
Este viento no es el viento,
es tu soledad alterada,
es tu aire que revuela,
es que alborota tu gracia.
Son tus ojos que acarician
transparencias y esperanzas,
agua de lagos y ríos,
verdores de esbeltas ramas.
Es tu soledad valiente,
defensora de tu alma.


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Embrujao por tu querer.








Ando medio loco.
"Embrujao" por tu querer.
Tengo en carne viva
Por tu culpa el corazón.
Eres mi delirio y el arroyo de mi sed.
Cielo y pan moreno
"pa" mis ansias de pasión.

Tu amor con fe yo venero.
Por ti no se lo que haría.
Tu amor "pa" mi es lo primero.
¡Ay! yo te quiero,
yo te quiero, vida mía.

Por ti ardo en vivo fuego.
Por ti pierdo hasta el sosiego.
Por ti vivo "enamorao".
Y por ti además yo soy capaz
de pedir limosna, de matarme y de matar.
De pedir limosna, de matarme y de matar.

Lloro a cada paso
sin poderme consolar.
Voy y vengo ciego
si te alejas tú de mí.
Tengo en el "sentío"
Que me vas a abandonar.
Y eso, ni durmiendo,
yo lo puedo consentir.

Tu amor me da calentura.
Tu amor es cruz y alegría.
Tu amor es sol y negrura.
¡Ay, qué locura!
¡Qué locura vida mía!
¡Qué locura, qué locura vida mía.



Rafael de León.

martes, 16 de diciembre de 2014

Tuvo mi amor la forma de tu vida.





Tuvo mi amor la forma de tu vida.
Nunca el olvido le cerró los labios
a la estela ni al cauce, 
ni a la gruta que atravesabas tú; 
límite era que se quedaba estático afirmando
contra el tiempo engañoso una perenne
honda oquedad tan fiel a tu persona
que más que ausencia un alma parecía.
Ven a buscarme. 
Tengo yo la entrada de tus recuerdos, 
quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida.


Manuel Altolaguirre.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Silla Felicidad.





La caída de vuestros cabellos es el ángel que me eterniza señora
pero cada día nos sirve un ala de horizonte posible
en la vajilla que rompe vuestra risa
sobre el fondo incansable de vuestro carácter

El abanico instalado en vuestro aire de familia
retiene su soplo y vuestro rostro se aquieta
fuera hace entonces frío 
todas las piedras están huérfanas
todos los puños cerrados todas las cenizas al acecho
cada gota de sol testimonia una voluntad opuesta a honrar vuestras deudas

Parcialmente sentado sobre un filón de alma no me atrevo
a oscilar de miedo a que cielo y tierra rechinen los goznes de nuestra vida privada
si yo os contemplo la noche deposita un sauce en la llanura de los suspiros
si me duermo el viento abre el armario de mi espalda
y deja huir las alas de los verdores




Juan Larrea.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Todo esto por amor.





Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben también imperios de una noche,
monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías. 

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo 
tantas hojas hacia el último cielo, 
donde estrellas sus labios dan 
otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.


Luis Cernuda.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Valle Vallejo.






Albert Samain diría Vallejo dice
Gerardo Diego enmudecido dirá mañana
y por una sola vez Piedra de estupor
y madera dulce de establo querido amigo
hermano en la persecución gemela de los
sombreros desprendidos por la velocidad de los astros

Piedra de estupor y madera noble de establo
constituyen tu temeraria materia prima
anterior a los decretos del péndulo y a la
creación secular de las golondrinas
Naciste en un cementerio de palabras
una noche en que los esqueletos de todos los verbos intransitivos
proclamaban la huelga del te quiero para siempre siempre siempre
una noche en que la luna lloraba y reía y lloraba
y volvía a reír y a llorar
jugándose a sí misma a cara o cruz
Y salió cara y tú viviste entre nosotros

Desde aquella noche muchas palabras apenas nacidas fallecieron repentinamente
tales como Caricia Quizás Categoría Cuñado Cataclismo
Y otras nunca jamás oídas se alumbraron sobre la tierra,
así como Madre Mira Moribundo Melquisedec Milagro
y todas las terminadas en un rabo inocente

Vallejo tú vives rodeado de pájaros a gatas
en un mundo que está muerto requetemuerto y podrido
Vives tú con tus palabras muertas y vivas
Y gracias a que tú vives nosotros desahuciados acertamos a levantar los párpados
para ver el mundo tu mundo con la mula y
el hombre guillermosceundario y la tiernísima niña y
los cuchillos que duelen en el paladar
Porque el mundo existe y tú existes y nosotros probablemente
terminaremos por existir
si tú te empeñas y cantas y voceas
en tu valiente valle Vallejo.


Gerardo Diego.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Razón de amor. Versos 343 a 370






¿Fue como beso o llanto? 
¿Nos hallamos con las manos, 
buscándonos a tientas, con los gritos, 
clamando, con las bocas 
que el vacío besaban? 
¿Fue un choque de materia y materia, 
combate de pecho contra pecho, 
que a fuerza de contactos 
se convirtió en victoria 
gozosa de los dos, 
en prodigioso pacto de tu ser con mi ser enteros? 
¿O tan sencillo fue, 
tan sin esfuerzo, 
como una luz 
que se encuentra con otra luz, 
y queda iluminado el mundo, 
sin que nada se toque? 
Ninguno lo sabemos. 
Ni el dónde. 
Aquí en las manos, 
como las cicatrices, 
allí, dentro del alma, 
como un alma del alma, 
pervive el prodigioso saber 
que nos hallamos, 
y que su dónde está 
para siempre cerrado. 
Ha sido tan hermoso 
que no sufre memoria, 
como sufren las fechas 
los nombres o las líneas. 
Nada en ese milagro 
podría ser recuerdo: 
porque el recuerdo
es la pena de sí mismo, 
el dolor del tamaño del tiempo, 
y todo fue eternidad: relámpago. 
Si quieres recordarlo 
no sirve el recordar. 
Sólo vale vivir de cara 
hacia ese dónde, 
queriéndolo, buscándolo. 


Pedro Salinas.

martes, 9 de diciembre de 2014

El indiferente.





Batientes en sus goznes,
de tierra aún, los sueños,
en tanto desamparo,
los ojos dan, abiertos, 

a esquilas amorosas,
resabios de ganado,
que aun tiemblan si es que gime
al cobijo del álamo. 

Del álamo implacable,
pastor sutil del viento,
a esquilas de estos sotos
-¡belleza suya!- ciego.


Dámaso Alonso.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Donde ni una gota de tristeza es pecado.





Allá en los montes otros
cuerpo perdido mares retirados
allá en los montes otros
donde ni una pena pequeña o engendrada
se lamenta como un hilo blanco
como la brisa o barco derivando

Allá por las serenas
luces de más allá más todavía
por donde los navíos como rostros
dulcemente contraídos no llevan su pasaje
pero resbalan mudos
hasta dar en lo opaco como lienzos

Todos dormidos
mares túneles vientres y cadenas
todos respirando despacio
una tinta emitida por una boca triste
todos echando luz o pena como lana
todos aquí besando el cristal mágico

Como leche extendida
como zozobra que se aplaca
como empañado espejo que no es ojo
porque como está gris el humo es suyo
todos piedras redondas como cielo
descansan su destino tibiamente

Adiós Ruedan las dichas
ruedan penas de hierba sosegada
ese rumor blandura o esperanza
crepitan ya los ayes amarillos
que bajo el pie son aguas como espejos

Inauguran festejos las espinas
que en silencio desfilan sin herirse
estallan los contactos al pasaje
bajo nubes rizadas como adioses

Adiós
Bajo las sombras
por entre las ruinas y los pechos
tropezando en esquinas o en latidos
sombra luna pavor velando pasan
mundo
(adiós)
trasladado
(amor)
remoto.


Vicente Aleixandre.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Cuando tú me elegiste…








Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.


Pedro Salinas.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La balada del agua del mar.






1919
(A Emilio Prados, cazador de nubes)
El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.
¿Qué vendes, oh joven turbia
con los senos al aire?
Vendo, señor, el agua
de los mares.
¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?
Llevo, señor, el agua
de los mares.
Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?
Lloro, señor, el agua
de los mares.
Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?
¡Amarga mucho el agua
de los mares!
El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.


Federico García Lorca.

martes, 2 de diciembre de 2014

Duermes.




Duermes. 
Mi mano toca sueño. 
Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.


Jorge Guillén.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Aurora Insumisa.





En medio de los adioses de los pañuelos blancos
llega la aurora con su desnudo de bronce
con esa dureza juvenil
que a veces resiste hasta el mismo amor.

Llega con su cuerpo sonoro
donde sólo los besos resultan todavía fríos,
pero donde el sol se rompe ardientemente
para iluminar en redondo el paisaje vencido.

Si en las cercanías un río imita una curva,
no confundirlo, no, con un brazo;
si más arriba quiere formarse una montaña,
apenas si conseguirá imitar algún hombro,
y si un pájaro repasa velozmente
no faltará quien lo equivoque con unos dientes ligeros.

La blancura no existe.
La amarillez vivísima,
el color rosa naciente,
el incipiente rojo
son como ondas sobrepasándose hasta derribarse en el seno,
donde el día se vierte tumultuosamente.

Quizá por la garganta del cuerpo juvenil
los rojos pececillos circulan,
se extinguen,
los besos son burbujas,
son ese gris que falla en el fondo de la copa
cuando alguno intenta acercarle los labios;
son ese ojo profundo sin párpado que en el fondo
demuestra con su fijeza que nunca ha de acabarse.

Pero el viento no puede lastimar ese cuerpo,
ni los brazos del amor conseguirán disminuir la fina cintura,
ni esas redondas manos pasajeras
reducirán a calor los pechos liberados.

El cabello ondea como la piedra más reciente,
roca nueva insumisa rebelde a sus límites,
la que jamás encerrada en un puño
cantará la canción de los labios apretados.

El sol o el agua luminosa
bruñe la superficie erguidísima,
donde nunca un pájaro detendrá su bola de pluma,
ni se amarán por parejas bajo los brazos fríos.

Una boca con alas del tamaño de la nieve
pone en el cuello su carbón encendido.
Brota una mariposa de cristal impasible,
espejo hacia el cenit que repugna las luces.



Vicente Aleixandre.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Hice bien en herirte.





Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos,
y qué besos eléctricos
se dieron nuestras nubes!
Como el mueble y la tela, tus denudo
no tenía importancia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros ya no entendíamos de aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste, imponderable.
Éramos transparencias
altísimas, calientes.


Manuel Altolaguirre.

jueves, 27 de noviembre de 2014

El Poema.







Y ahora, aquí está frente a mí. 
Tantas luchas que ha costado, 
tantos afanes en vela, 
tantos bordes de fracaso 
junto a este esplendor sereno 
ya son nada, se olvidaron. 
Él queda, y en él, el mundo, 
la rosa, la piedra, el pájaro, 
aquéllos , los del principio, 
de este final asombrados. 
¡Tan claros que se veían, 
y aún se podía aclararlos! 
Están mejor; una luz 
que el sol no sabe, unos rayos 
los iluminan, sin noche, 
para siempre revelados. 
Las claridades de ahora 
lucen más que las de mayo. 
Si allí estaban, ahora aquí; 
a más transparencia alzados. 
¡Qué naturales parecen, 
qué sencillo el gran milagro! 
En esta luz del poema, 
todo, 
desde el más nocturno beso 
al cenital esplendor, 
todo está mucho más claro.


Pedro Salinas.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Dominio del recuerdo.


Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero fantasma. 
Pido, quiero.
Un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. 
¿Quién presencia tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? 
...Mi ser.


Jorge Guillén.

martes, 25 de noviembre de 2014

A tí viva.




Es tocar el cielo, poner el dedo
sobre un cuerpo humano.
Novalis


Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.

Cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.

Cuando acerco mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de lo siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve.

Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.

Todo es sorpresa. 
El mundo destellando siente que un mar 
de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que sólo pide el brillo de la luz.

La creación riela. 
La dicha sosegada transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.

Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.


Vicente Aleixandre.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Con la frente en el suelo.





Con la frente en el suelo y el pensamiento arriba,
iba yo andando, andando,
y en la senda del tiempo
se echaba mi vida en busca de un deseo.
Junto al camino gris
vi una vereda en flor
y una rosa
llena de luz, llena de vida
y de dolor.
Mujer, flor que se abre en el jardín:
las rosas son como tu carne virgen,
con su fragancia inefable y sutil
y su nostalgia de lo triste.


Federico García Lorca.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Pasear contigo en soledad perfecta.





Pasear contigo en soledad perfecta
fondo azul de colinas y a los lados
árboles comprensivos y vigilantes
el doble paso caprichoso y lento.

Pasear contigo en soledad callada
al través de un silencio transparente
la frente levantada al sol que sube
orgulloso del brío de su vuelo.

Pasear contigo por la superficie
de redondez suave de la tierra
con lentitud perseverante y noble...
contigo y tu recuerdo y tu esperanza.


Pedro Garfias.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ciencia de Amor.




No sé. Sólo me llega, en el venero
de tus ojos, la lóbrega noticia
de dios; sólo en tus labios, la caricia
de un mundo en mies, de un celestial granero.

¿Eres limpio cristal, o ventisquero destructor? 
No, no sé... De esta delicia,
yo sólo sé su cósmica avaricia,
el sideral latir con que te quiero.

Yo no sé si eres muerte o eres vida,
si toco rosa en ti, si toco estrella,
si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.

Junco en el agua o sorda piedra herida,
sólo sé que la tarde es ancha y bella,
sólo sé que soy hombre y que te amo.



Dámaso Alonso.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sobre la misma tierra.




La severidad del mundo, estameña,
el traje de la mujer amada,
el camino de las hormigas por un cuerpo hermosísimo,
no impiden esa tos en el polvo besado,
mientras bajo las nubes bogan aves ligeras.

La memoria como el hilo o saliva,
la miel ingrata que se enreda al tobillo,
esa levísima serpiente que te incrusta su amor
como dos letras sobre la piel odiada.
Esa subida lenta del crepúsculo más rosado,
crecimiento de escamas en que la frialdad es viscosa,
es el roce de un labio independiente
sobre la tierra húmeda,
cuando la sierpecilla mira,
mira, mira a los ojos,
a esa paloma núbil que aletea en la frente.

La noche sólo es un traje.
No sirve rechazar juncos alegando que se trata de dientes,
o de pesares cuya falta de raíz es lo blanco,
o que el fango son palabras deshechas,
las masticadas después del amor,
cuando por fin los cuerpos se separan.
No sirve pretender que la luna 
equivale al brillo de un ropaje algo inútil,
o que es mejor aquella desnudez ardiente,
-si la rana cantando dice que el verde es verde
y que las uñas se ablandan en el barro
por más que el mundo entero intente una seriedad córnea.
Basta entonces sentarse en un ribazo.

O basta acaso, apoyando ese codo que sólo poseemos desde ayer,
escuchar mano en mejilla
la promesa de dicha que canta un pez regalado,
esa voz, no de junco,
que por una botella
emite un alga triste -algo que se parece a un espejo cansado.

Escuchando esa música
se comprende que el bosque cambie de sitio,
que de pronto el corazón se trueque por un monte
o que sencillamente se alargue un brazo 
para repiquetear sobre el cristal delcrepúsculo.

Todo es fácil.
Es fácil amenizar la hora siniestra
tomando la forma de una harmónica,
de ese inútil juguete que en el borde de un río
jamás conseguirá imitar su canción,
o de ese peine inusado
que entre la hierba fresca
no pretende confundirse con la Primavera,
por saber que es inútil.

Mejor sería entonces levantarse y, abandonando
brazos como dos flores largas,
emprender el camino del poniente,
a ver si allá se comprueba lo que ya es tan sabido,
que la noche y el día no son lo negro o lo blanco,
sino la boca misma que duerme entre las rocas,
cuyo alterno respiro
no es el beso o el no beso,
sino el polvo que llueve sobre la tierra mísera.



Vicente Aleixandre.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...