viernes, 21 de marzo de 2014

Rima XXVII Duerme.




  Despierta, tiemblo al mirarte; 
dormida, me atrevo a verte; 
por eso, alma de mi alma, 
yo velo mientras tú duermes.

  Despierta, ríes, y al reír tus labios 
    inquietos me parecen 
relámpagos de grana que serpean 
    sobre un cielo de nieve.

  Dormida, los extremos de tu boca 
    pliega sonrisa leve, 
suave como el rastro luminoso 
    que deja un sol que muere. 
  ¡Duerme!

  Despierta, miras y al mirar tus ojos 
    húmedos resplandecen 
como la onda azul en cuya cresta 
    chispeando el sol hiere.

  Al través de tus párpados, dormida, 
    tranquilo fulgor vierten, 
cual derrama de luz, templado rayo, 
    lámpara transparente. 
   ¡Duerme!

  Despierta, hablas y al hablar vibrantes 
    tus palabras parecen 
lluvia de perlas que en dorada copa 
    se derrama a torrentes.

  Dormida, en el murmullo de tu aliento 
    acompasado y tenue, 
escucho yo un poema que mi alma 
    enamorada entiende. 
¡Duerme!

  Sobre el corazón la mano 
me he puesto porque no suene 
su latido y de la noche 
turbe la calma solemne.

  De tu balcón las persianas 
cerré ya porque no entre 
el resplandor enojoso 
de la aurora y te despierte. 
¡Duerme!

Gustavo Adolfo Bécquer.

jueves, 20 de marzo de 2014

Primavera en Eaton Hastings,




Porque te siento lejos y tu ausencia
Habita mis desiertas soledades
Qué profunda esta tarde derramada
Sobre los verdes caminos inmortales.

Ya el invierno dejó su piel antigua
En las ramas recientes de los árboles
Y avanza a saltos cortos por el prado
La primavera de delgado talle.

Por el silencio de pendiente lenta
Rueda la brisa en tácito oleaje
Y apunta la violenta su murmullo
Al pie del roble y de la encina grave.

En las aguas inmóviles del lago
Ansían nubes y luces vesperales 
y tiende el bosque sus flexibles redes
Al suelo prodigioso de tu imagen.

El sol azul con cuidadosas manos rayos
 y brumas teje en noble arte,
Hasta dejar de tu color, amada,
La piel inmaculada de la tarde.

Te miro recostada sobre el césped
Agua verde y verdor claro tu carne
Tu rumoroso pelo embravecido
Y el bosque de tu risa palpitante.

Alrededor de tus tobillos breves
Ciñe la luz minúsculos collares
Y abrazan a tus brazos poderosos
Los tallos y las ramas verdeantes.

Pulsan las frías cuerdas del silencia
Tus voces y los pájaros locuaces;
El cielo en plenitud abre sus venas
De calurosa y colorada sangre
Y alza mi corazón su pesadumbre

Como un nido de sombras, un gigante.





miércoles, 19 de marzo de 2014

Llevabas.




Llevabas  
en los pies arena blanca  
de una playa desconocida.  
Por eso  
cuando a mí llegaste  
no sentí tus pisadas.  
Llevabas  
en la voz desnuda  
un compás de espera.  
Por eso  
cuando me hablaste  
no pude medir tu voz.  
Llevabas  
en las manos abiertas  
espuma blanca de aquel mar.  
Por eso  
de tu bienvenida  
no pude conservar la huella.  
Todo tú  
venías en mi busca  
y no pude reconocerte.  
¡Arena blanca, compás de espera, espuma blanca!  
¡Inquieto sueño de la verde orilla,  
rizado de preguntas...!
de marzo incompleto.



Josefina de la Torre.

martes, 18 de marzo de 2014

Antes de la Ocultación.



Comencé a cantar entre dientes
por obedecer en la oscuridad absoluta
que no había hasta entonces conocido,
la vieja canción del agua todavía no nacida,
confundida con el gemido de la que nace;
el gemido de la madre que da a luz una y otra vez
para acabar de nacer ella misma,
entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente.
Me sentí acunada por este lloro
que era también canto tan de lejos y en mí,
Porque nunca nada era mío del todo.
¿No tendría yo dueño tampoco?
La música no tiene dueño,
pues los que van a ella no la poseen nunca.
Han sido por ella primero poseídos, después iniciados.
Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música,
que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente,
también en una herida.
Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente,
cuando errante el alma sola, 
se siente desfallecer sin dueño.
En esta soledad nadie aparece,
nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última;
el amado sin nombre siquiera.
Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche sola,
en una única noche hasta el alba.
Nunca más apareció.

Ya nadie más pudo encontrarme.


María Zambrano.

lunes, 17 de marzo de 2014

Peregrino.




¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿ volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.


El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...