viernes, 28 de agosto de 2015

Las máximas de Epicteto.






Besa la niebla de las madrugadas
de mis balcones el cristal;
solfea el reló cinco campanadas
como un arpegio digital.

¡Silencio matinal! Nada me turbe
salvo el ronco rodar de un coche
o un alegre cantar de gallos de urbe
dando extremaunción a la noche.

Leo en sartas de letras pequeñitas,
con ambiente callado y quieto,
por mi buen bisabuelo manuscritas
máximas del viejo Epicteto.

¡Marcha el sirio filósofo estoico
sobre sabia huella socrática!
Quiere su crátera en mi incendio heroico
verter la prudencia pragmática.

Ama mi carne el premio de los goces.
Ansía besos y riquezas.
¡Epicteto no ha de mellar las hoces
que emplear quiero en mis proezas!

Me detendré por la concha y la flor
y dejaré partir la nave.
No ha llegado a asustarme el dolor
ni a tentarme la vida suave,

y harto de dar saltos y piruetas
de saltimbanqui silogístico
iré a buscar las verdades secretas
en un mar violento y artístico,

y así me adueñaré del Universo,
sin podres teorías físicas;
así abrirán los dedos de mi verso
las rosas metafísicas.

Quiero raptar a la Helena troica
chorreando sangre melpoménica,
y enseñar a la escuela estoica
mi dolor de tragedia helénica.

El huir del Sufrir es ser cobarde.
¡Apréndelo, Prudencia mágica!
El Manual de Epicteto llega tarde.
¡Amo la vida recia y trágica!

En daguerreotipos y en miniaturas
se ríen mis antepasados
de que lea sus viejas escrituras:
¡Aventureros y desventurados!

A mi abuelo le brilla la capona
sobre casaca sanjuanista,
y su negra perilla desentona
sobre el corbatín de batista.

Vosotros, por la noche en vuestra alcoba
este amarillo libro que abro
escribisteis en mesas de caoba
a la luz de algún candelabro.

Pero nunca os domasteis a la horma
de la renunciación dogmática.
La aurora que nacía os dio la norma
de la gran existencia dramática.

Suenan los conventuales esquilones
y me dicen palideciendo
-Hasta mañana- las constelaciones.
El día nace sonriendo...

Borra el alba la noche alarmante,
como quien corrige una errata,
y en el cielo cabecea el menguante
como una góndola de plata.



Mauricio Bacarisse.

jueves, 27 de agosto de 2015

Urbano y dulce revuelo.






Urbano y dulce revuelo
suscitando fresca brisa
para sazón de sonrisa
que agosta el ardor del suelo;
 pues si aquel mudo señuelo
de caña y papel, pasivo
al curvo desmayo estivo,
aún queda, brusca delicia,
la que abre tu caricia,
oh ventilador cautivo.


Luis Cernuda.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Fuera del Mundo.






Cuanto nosotros somos y tenemos
Forma un curso que va a su desenlace:
La pérdida total.
No es un fracaso.
Es el término justo de una Historia,
Historia sabiamente organizada.
Si naces, morirás.
¿De qué te quejas?
Sean los dioses, ellos, inmortales.

Natural que, por fin, decline y me consuma.
Haya muerte serena entre los míos.
Algún día -¿tal vez penosamente?-
Me moriré, tranquilo, sosegado.
No me despertaré por la mañana
Ni por la tarde. ¿Nunca?
¿Monstruo sin cuerpo yo?
Se cumpla el orden.

No te entristezca el muerto solitario.
En esa soledad no está, no existe.
Nadie en los cementerios.
¡Qué solas se quedan las tumbas!



Jorge Guillén.

martes, 25 de agosto de 2015

Azucena y sol.



Nada me importa vivir
con tal de que tú suspires,
-por tu imposible yo,
tú por mi imposible-

Nada me importa morir
si tú te mantienes libre
-por tu imposible yo,
tú por mi imposible-



Juan Ramón Jiménez.

lunes, 24 de agosto de 2015

Muñecas.





Un coro de muñecas,
cartón amable para unos labios míos,
cartón de luna o tierra acariciada,
muñecas como liras
a un viento acero que no, apenas si las toca.
Muchachas con un pecho
donde élitros de bronce,
diente fortuito o sed bajo lo oscuro,
muerde -escarabajo fino,
lentitud goteada por una piel sedeña.
Un coro de muñecas
cantando con los codos,
midiendo dulcemente los extremos,
sentado sobre un niño;
boca, humedad lasciva, casi pólvora,
carne rota en pedazos como herrumbre.
Boca, boca de fango,
amor, flor detenida, viva, abierta,
boca, boca, nenúfar,
sangre amarilla o casta por los aires.
Muchachas, delantales,
carne, madera o liquen,
musgo frío del vientre sosegado
respirando ese beso ambiguo o verde.
Mar, mar dolorido o cárdeno,
flanco de virgen, duda inanimada.
Gigantes de placer que sin cabeza
soles radiantes sienten sobre el hombro.



Vicente Aleixandre.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...