viernes, 27 de julio de 2018

La forma y no el infinito.


Las rosas blancas, las de metal pasado, las que oscurecen los ojos azules sin las marismas, encantan tardíamente la llegada de la noche. Están entre los labios, pero no se notan. Oscurecen las yemas más remotas, sin que se sospeche. Tienen un perfume de frente, de grato escorzo de memoria, de aquello que pasó, que ya está ido, que era lo mismo exacto pero no se mide.

Cuando está cayendo la tarde no se nota en los ojos la misma rama curva que llega de tan lejos, que esgrime su insistencia como una dolorida sordera, como un gesto de ayer que no se ha retirado en la resaca. Se besarían pálidas fuentes, bordes de piedra sin el agua, para sentir nacer el cristalino fulgor, la paciencia premiada, los bellos ojos del fondo que oscurecen un cielo retrasado, Una juntura de noche resbalada frente a la caída locuacidad sellada, frente a todo lo que dice despedida sin brillo, encaja su serenidad fugitiva. Llego y me estoy marchando. Soy la noche, pero me esperan esos brazos largos, sueño de grama en que germina la aurora: un rumor en sí misma. Soy la quietud sin talón, ese tendón precioso; no me cortéis; soy la forma y no el infinito. Esta limitación de la noche cuando habla, cuando aduce esperanzas o sonrisas de dientes, es una alegría. Acaso una pena. Una cabeza inclinada. Una sospecha de piel interina. Extendiendo nosotros nuestras manos, un dolor sin defensa, una aducida no resistencia a lo otro se encontraría con términos. De aquí a aquí. Más allá, nada. Más allá, sí, esto y aquello. Y, en medio, cerrando los ojos, aovillada, la verdad del instante, la preciosa certeza de la sombra que no tiene labios, de lo que va a decirse resbalando, expirando en espiras, deshaciéndose como un saludo incomprendido.

Besos, labios, cadencias, soledades que aguardan, sienten la última realidad transitoria.
Un humo feliz serviría para dormir los recuerdos. No, no. Se sabe que el hielo no es piel, que la frontera de todo no cede ni hiere, que la seguridad es patente. Se sabe que el amor no es posible. Pulidamente se mira, se ve, se presencia. Adiós. La sombra resbala su previa elegancia, sobre su helada cortesía sin pena. Adiós. Adiós. Si existieran corazones, llorarían. Si la sangre tuviera ojos, las pestañas más lentas abanicarían la ida. Adiós. No flojea el horizonte, porque puede quedarse. Alardea la húmeda transición de sus rectas, de su constancia aplomada, de su traslación íntegra. Se besarían imposibles. -¡Conmuévete! Vacila como una columna- de tela. Tíñete con un rubor de equinoccio». Pero los brazos no llegan y el saludo es de uno, de mí, de mí.
No de la materia sabida, ni siquiera de su insobornable belleza. Que dimite.

Vicente Aleixandre.

jueves, 26 de julio de 2018

Trastorno.


Nunca creí que el albo lirio fuera
efémero también. Yo no sabía
que el odio alimentara la alegría.
¡Invierno, te llamaron primavera!

¿Por qué la estrella altiva y pura era
el seco nido de la noche umbría?
¿La paloma inmortal cómo encendía
corvo pico de ave carnicera?

Pues aquel manantial, con su negrura
enlutecía el mar de la mañana.
El ruiseñor pudo asustar al hombre.

Hablaba el niño con palabra impura,
el corazón era una gruta insana,
y la traición tenía un claro hombre.


Juan Ramón Jiménez.

miércoles, 25 de julio de 2018

Voces.


Oigo en sueños palabras defensoras
del daño que a mi vida sigo haciéndole,
mi vida, que tal vez no sea tan mala
como me dicen mis remordimientos.

No es maternal la voz que me defiende,
ni es infantil la voz de mi conciencia;
es el amor el campo de esas voces,
las de mi confesión y tu consuelo.

La voz que me defiende es de unos labios
que me han besado mucho.
¡Quién pudiera besarlos y olvidarme de mi vida
para poder seguir viviendo!


Manuel Altolaguirre.

martes, 24 de julio de 2018

Los tres tiempos.


De pronto la tarde
Vibró como aquellas de entonces,
¿Te acuerdas?,
Íntimas y grandes.

¡Era aquel aroma
De Mayo y de Junio
Con favores juntos
De flor y de fronda!

Fijo en el recuerdo,
Vi cómo defiendes,
Corazón ausente
Del sol, tiempo eterno.

Las rosas gozadas
Elevan tu encanto
Sin cesar en alto
Rapto hacia mañana.

¡De nuevo impacientes,
Los goces de ayer
En labios con sed
Van por Hoy a Siempre!


Jorge Guillén.

lunes, 23 de julio de 2018

Cielo.


Isla de eternidad de costas muertas,
muerta de sed de tiempo,
rodeada de una niebla de olvido interminable.

¡Qué abandono de mar y luz circundan
tu figura que puedo ver completa
como si todo un cielo de miradas
se hubiera repartido en torno tuyo!

Tus bordes son abismos.
Nada existe.
Todo es ausencia
menos tu recuerdo.


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...