viernes, 5 de enero de 2018

Las flores bajo el rayo.



Las flores se dan la mano
y vuelan como los pájaros.
No se van.
-Mas vuelan como los pájaros-.

Tiran, se alzan allá abajo,
bajo el nubarrón del rayo.
No se van.
-Bajo el nubarrón del rayo-.

Llaman con pena y con blanco,
con amarillo y con llanto.
No se van.
-Con amarillo y con llanto-.

Cada trueno con su dardo
les saca un ¡ay! al relámpago.
No se van.
-Les saca un ¡ay! al relámpago-.

Mordido su olor, es tanto
que sangra el olor mojado.
No se van.
-Que sangra su olor mojado-.

Vuelan, pues huyen los pájaros,
por no secarse de espanto.
No se van.
-Por no secarse de espanto-.

Las flores se dan la mano
y gritan corno los pájaros.
No se van.
-Mas gritan corno los pájaros-.


Juan Ramón Jiménez.

jueves, 4 de enero de 2018

Flor que vuelve.



Igual, la flor retorna
a limitarnos el instante azul,
a dar una hermandad gustosa a nuestro cuerpo,
a decirnos, oliendo inmensamente,
que lo breve nos basta.

Lo breve al sol de oro, al aire de oro,
a la tierra de oro, al áureo mar;
lo breve contra el cielo de los dioses,
lo breve enmedio del oscuro no,
lo breve en suficiente dinamismo,
conforme entre armonía y entre luz.

Y se mece la flor, con el olor
más rico de la carne,
olor que se entra por el ser y llega al fin
de su sinfín, y allí se pierde,
haciéndonos jardín.

La flor se mece viva fuera, dentro,
con peso exacto a su placer.
Y el pájaro la ama y la estasía,
y la ama, redonda, la mujer,
y la ama y la besa enmedio el hombre.

¡Florecer y vivir, instante
de central chispa detenida,
abierta en una forma tentadora;
instante sin pasado,
en que los cuatro puntos cardinales
son de igual atracción dulce y profunda:
instante del amor abierto como la flor!
Amor y flor en perfección de forma,
en mutuo sí frenético de olvido,
en compensación loca,
olor, sabor y olor,
color, olor y tacto, olor, amor, olor.

El viento rojo la convence
y se la lleva, rapto delicioso,
con un vivo caer que es un morir
de dulzor, de ternura, de frescor;
caer de flor en su total belleza,
volar, pasar, morir de flor y amor
en el día mayor de la hermosura,
sin dar pena en su irse ardiente al mundo,
ablandando la tierra sol y sombra,
perdiéndose en los ojos azules de la luz!


Juan Ramón Jiménez.

miércoles, 3 de enero de 2018

Epílogo. - Poemas para un cuerpo -.



Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.

La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.

No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.

En la hora de la muerte
-Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos-,
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.

Luis Cernuda.

martes, 2 de enero de 2018

A Don Luis de Góngora.



¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Las líneas graves van. Mas de su planta
brota la curva, comba su justeza
en la cima, y respeta la corteza
intacta, cárcel para pompa tanta.

El alto cielo luces meditadas
reparte en ritmos de ponientes cultos,
que sumos logran su mandato recto.

Sus matices sin iris las moradas
del aire rinden al vibrar, ocultos,
y el acorde total clama perfecto.


Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...