viernes, 13 de marzo de 2015

El niño y la cometa.




El niño se sonreía
-mano inhábil, ojo atento
y la cometa en el viento
(su corazón) se cernía.
Ave, cometa, de un día
su corazón soñoliento.
Pues el corazón quería
huir -pero no podía,
pero no sabía- al viento.


Dámaso Alonso.

jueves, 12 de marzo de 2015

La Voz a ti debida - Versos 1237 a 1265.




Lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces
empavesadas de risas,
invitándome a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí no sé en qué,
y se te dispara a buscarlo
ya tu alma afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás por una querencia nueva.
No.
Te espero más allá de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar me quedo,
en el puro acto de tu deseo queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.



Pedro Salinas.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Los Intranquilos.







Somos los hombres intranquilos 
En sociedad. 
Ganamos, gozamos, volamos. 
¡Qué malestar! 

El mañana asoma entre nubes 
De un cielo turbio 
Con alas de arcángeles-átomos 
Como un anuncio. 

Estamos siempre a la merced 
De una cruzada. 
Por nuestras venas corre sed 
De catarata. 

Así vivimos sin saber 
Si el aire es nuestro. 
Quizá muramos en la calle, 
Quizá en el lecho. 

Somos entre tanto felices. 
Seven o’clock. 
Todo es bar y delicia oscura. 
¡Televisión! 


Jorge Guillén.

martes, 10 de marzo de 2015

Sobre la clara estrella del ocaso.







El poeta recuerda a una mujer desde un puente del Guadalquivir 
Sobre la clara estrella del ocaso,
como un alfanje, plateada, 
brilla la luna en el crepúsculo de rosa
y en el fondo del agua ensombrecida.
El río lleva un numeroso acento
de sombra cristalina
bajo el puente de piedra, 
¡Lento río que me cantas su nombre,
 el alma mía quiere arrojar a tu corriente pura
la ramita más lenta y más florida,
que encienda la primavera
en los verdes almendros de tu orilla!
Quiero verla caer, seguir, 
perderse sobre tus ondas limpias.
Y he de llorar... 
Mi corazón contigo flotará 
en tus rizadas lejanías.
¡Oh tarde como aquella 
y río lento de sombra cristalina!...
Sobre la clara estrella del ocaso
la argéntea luna brilla.


Antonio Machado.

lunes, 9 de marzo de 2015

El desnudo.






Basta, basta.

Tanto amor en las aves,
en esos papeles fugitivos que en la tierra se buscan,
en ese cristal indefenso que siente el beso de la luz,
en la gigante lámpara que bajo tierra solloza
iluminando el agua subterránea que espera.

Tú, corazón clamante que en medio de las nubes
o en las plumas del ave,
o en el secreto tuétano del hueso de los tigres,
o en la piedra en que apoya su cabeza la sombra.

Tú, corazón que dondequiera existes como existe la muerte,
como la muerte es esa contracción de la cintura
que siente que la abarca una secreta mano,
mientras en el oído fulgura un secreto previsto.

Di, qué palabra impasible como la esmeralda
deslumbra unos ojos con su signo durísimo,
mientras sobre los hombros todas, todas las plumas
resbalan tenuemente como sólo memoria.

Di, qué manto pretende envolver nuestro desnudo,
qué calor nos halaga mientras la luz dice nombres,
mientras escuchamos unas letras que pasan,
palomas hacia un seno que, herido, a sí se ignora.

La muerte es el vestido.
Es la acumulación de los siglos que nunca se olvidan,
es la memoria de los hombres sobre un cuerpo único,
trapo palpable sobre el que un pecho solloza
mientras busca imposible un amor o el desnudo.



Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...