viernes, 29 de marzo de 2019

La hoja mágica.


Jugaba en el viento
y era áureo.
Sobre la fresca profusión
de los rosales,
abierta prisión de sangre,
sus indefinibles alas
lo traían, lo llevaban...

Su mismo cantar divino
me enajenaba el sentido.

-¡Pájaro maravilloso!-

Venía raudo, de oro,
a mis manos...

—¡Alma mía!
¡Pájaro!
...¡Hoja amarilla!

Juan Ramón Jiménez.

jueves, 28 de marzo de 2019

El herido.




Para el muro de un hospital de sangre.

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.


Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

Miguel Hernández.

miércoles, 27 de marzo de 2019

martes, 26 de marzo de 2019

Ciego de amor.


Todos me quieren.
No puedo fijarme en nadie.
Desfilo y se me pierden de vista
los semblantes preferidos.

Mi corazón se revuelve
y se alborotan los ríos
que me unen con las almas
ausentes de mis amigos.

Es que la vida me empuja
por el medio de un camino
y una multitud amorosa
me dice adiós.
Así vivo despidiéndome
de aquellos que me vieron sin ser vistos,
ciego de amor, navegando
sobre los ciegos cariños.

Manuel Altolaguirre.

lunes, 25 de marzo de 2019

La voz a ti debida. (Versos 1073 a 1107)



Cuando cierras los ojos
tus párpados son aire.
Me arrebatan:
me voy contigo, adentro.
No se ve nada, no
se oye nada. Me sobran
los ojos y los labios,
en este mundo tuyo.
Para sentirte a ti no sirven
los sentidos de siempre,
usados con los otros.
Hay que esperar los nuevos.
Se anda a tu lado sordamente,
en lo oscuro, tropezando en acasos,
en vísperas; hundiéndose hacia arriba
con un gran peso de alas.
Cuando vuelves a abrir
los ojos yo me vuelvo
afuera, ciego ya,
tropezando también,
sin ver, tampoco, aquí.
Sin saber más vivir
ni en el otro, en el tuyo,
ni en este mundo descolorido
en donde yo vivía.
Inútil, desvalido entre los dos.
Yendo, viniendo de uno a otro
cuando tú quieres,
cuando abres, cuando cierras
los párpados, los ojos.

Pedro Salinas.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...