viernes, 15 de marzo de 2019

Que contenta estará el agua.


¡Que contenta estará el agua mañana,
cuando despierte y se encuentre con su cauce,
los dos brazos que la llevan
estrechada a su destino,
entre orillas que se legran !

¡Que feliz será la luz, mañana,
cuando se encuentre a los ojos,
que la apresan, y la emplean,
y sirve ya para ver !

¡Que perfecto será el pájaro
cuando se encuentren sus alas,
y su cuerpo y los albores del día,
Indeciso aun, como un pío, con un cántico,
en la garganta dormido,
que dé voz a la mañana !

Pero el alma, dime, el alma
que al otro día de aquel se encuentra ya
sin más ojos, sin más manos,
sin más pies, que los tristemente suyos,
que los solos, dime ¿En qué cauce, en qué luz,
en qué canto va a vivir
si ya no le queda más
que el cuerpo suyo a esa alma?

Pedro Salinas.

jueves, 14 de marzo de 2019

Dos caminantes - Amparo y Gabriel Celaya -



El quieto allá, entre máquinas.
Y ella pasaba justa, con su cuerpo preciso, en calle clara.
Día a día la luz, al fondo el monte verde,
y mar, mar o su son;
suprema limpidez, la espuma al lejos.
Si luz y sombra se confunden, únicas,
en la penumbra enamorada, y brillan,
su resplandor se vierte y, más, se rinde, ondea
cuando sobre las piedras vivas queda a solas.
Pero aquí luz y sombra una tarde de abril bóveda dulce hicieron,
no helor, mas halo o nimbo.
Como el sol cuando cae y las cosas brillar se ven: la luz emana de ellas.
Así él pasó y ella quedó, o fue a la inversa, y, juntos,
como el sol en la luz, sus sombras fueron.

Poco a poco la vida, como una mano les extrajo y puso
donde hubieran de estar, y allí se miran.
A veces un error es vida en tera;
a veces una luz u olvido pasa
y restablece el ser, que nace y aún pregunta.

La misma voz responde, y es otra; o es otra boca
que con un beso acalla, y le habla el mundo.

Vivir es hacer más, como entender mirar
y ver. Las máquinas prosiguen,
p,ero su son cambió. Su aceite es cálido
como el sudor humano, y su correa quema
cual la piel de la mano que ahora tócala.

Al fondo Urgull o Ulía, montes que se harían seno
para nutrir al hombre que en las nieblas jadea.
La cuidad toda late como un cuerpo cansado.
Junto al humo y las fábricas tendido, y cae la noche.

Ella fresca como la flor, lozana al despertar,
y no al día: al vivir.
El, sentido, vivido, pero naciendo acaso,
más reciente a la vida: el hombre nuevo llora,
exige como el niño. Son azules sus ojos.

La verdad en las manos como una luz es ella
quien la ofrece, y él bébela. Beberla.es conocerla,
conocerse. Y él brilla, desde dentro. Y se callan.

La ciudad queda lejos. Lejos el mar.
Hay mares diferentes, abajo, y un camino de abrojos.
De la mano caminan por la llanura sorda bajo un sol calcinado.
Suben sierras, horadan cañadizos, vadean
arroyos, ríos calientes, llanto y sombra en los bordes.
Al fin juntos hoy llegan: de repente la mar,
los mares, los no-límites.
Multitud: en ti súmense.

Vicente Aleixandre.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Negras cabras.


Negras cabras en fuga
perseguidas por el pastor,
que sube cotidiano
a la cumbre del día,
dieron la vuelta al mundo,
sorprendiendo -sus mil ojos brillantes-
acalorado ya, sangrante, rojo,
al fin de su descenso,
al pastor, que ignoraba
ser el broche de oro
del cinturón bordado de la tierra.


Manuel Altolaguirre.

martes, 12 de marzo de 2019

Balada del mar lejano.


La fuente aleja su cantata
despiertan todos los caminos...
Mar de la aurora, mar de plata,
¡qué limpio estás entre los pinos!

Viento del sur ¿vienes sonoro de soles?
Ciegan los caminos...
Mar de la siesta, mar de oro,
¡qué alegre estás sobre los pinos!

Dice el verdón no sé qué cosa.
Mi alma se va por los caminos...
Mar de la tarde, mar de rosa,
¡qué dulce estás entre los pinos!


Juan Ramón Jiménez.

lunes, 11 de marzo de 2019

Más allá. III


¡Más allá! Cerca a veces,
Muy cerca, familiar,
Alude a unos enigmas.
Corteses, ahí están.

Irreductibles, pero
Largos, anchos, profundos
Enigmas —en sus masas.
Yo los toco, los uso.

Hacia mi compañía
La habitación converge.
¡Qué de objetos! Nombrados,
Se allanan a la mente.

Enigmas son y aquí
Viven para mi ayuda,
Amables a través
De cuanto me circunda

Sin cesar con la móvil
Trabazón de unos vínculos
Que a cada instante acaban
De cerrar su equilibrio.

Jorge Guillén.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...