viernes, 3 de junio de 2016

La distraída.


No estás ya aquí. 
Lo que veo de ti,
cuerpo, es sombra, engaño.
El alma tuya se fue
donde tú te irás mañana.
Aún esta tarde me ofrece
falsos rehenes, sonrisas
vagas, ademanes lentos,
un amor ya distraído.
Pero tu intención de ir
te llevó donde querías
lejos de aquí, donde estás
diciéndome:
-aquí estoy contigo, mira-.

Y me señalas la ausencia.


jueves, 2 de junio de 2016

La voz a ti debida - Versos 1855 a 1883.

Entre tu verdad más honda
y yo
me pones siempre tus besos.
La presiento, cerca ya,
la deseo, no la alcanzo;
cuando estoy más cerca de ella
me cierras el paso tú,
te me ofreces en los labios.
Y ya no voy más allá.
Triunfas. Olvido, besando,
tu secreto encastillado.
Y me truecas el afán
de seguir más hacia ti,
en deseo
de que no me dejes ir
y me beses.
Ten cuidado.
Te vas a vender, así.
Porque un día el beso tuyo,
de tan lejos, de tan hondo
te va a nacer
que lo que estás escondiendo
detrás de él
te salte todo a los labios.
Y lo que tú me negabas
-alma delgada y esquiva-
se me entregue, me lo des
sin querer

donde querías negármelo.

miércoles, 1 de junio de 2016

Poema de un día. Meditaciones rurales.


    Heme aquí ya, 
profesor de lenguas vivas 
(ayer maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.
 
Invierno. Cerca del fuego.
Fuera llueve un agua fina,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.
 
Fantástico labrador,
pienso en los campos.¡Señor
qué bien haces!  Llueve, llueve
tu agua constante y menuda
sobre alcaceles y habares,
tu agua muda,
en viñedos y olivares.
 
Te bendecirán conmigo
los sembradores del trigo;
los que viven de coger
la aceituna;
los que esperan la fortuna
de comer;
los que hogaño,
como antaño,
tienen toda su moneda
en la rueda,
traidora rueda del año.
 
¡Llueve, llueve; tu neblina
que se torne en aguanieve,
y otra vez en agua fina!
 
¡Llueve, Señor, llueve, llueve!
 
  En mi estancia, iluminada
por esta luz invernal
-la tarde gris tamizada
por la lluvia y el cristal-,
sueño y medito.
 
                Clarea
el reloj arrinconado,
y su tic-tic, olvidado
por repetido, golpea.
 
Tic-tic, tic-tic... Ya te he oído.
Tic-tic, tic-tic... Siempre igual,
monótono y aburrido.
 
Tic-tic, tic-tic, el latido
de un corazón de metal.
 
En estos pueblos, ¿se escucha
el latir del tiempo?  No.
 
En estos pueblos se lucha
sin tregua con el reló,
con esa monotonía
que mide un tiempo vacío.
 
Pero ¿tu hora es la mía?
¿Tu tiempo, reloj, el mío?
 
(Tic-tic, tic-tic...) Era un día
(Tic-tic, tic-tic) que pasó,
y lo que yo más quería
la muerte se lo llevó.
 
  Lejos suena un clamoreo
de campanas...
 
Arrecia el repiqueteo
de la lluvia en las ventanas.
 
Fantástico labrador,
vuelvo a mis campos. ¡Señor,
cuánto te bendecirán
los sembradores del pan!
 
Señor, ¿no es tu lluvia ley,
en los campos que ara el buey,
y en los palacios del rey?
 
¡Oh, agua buena, deja vida
en tu huida!
 
¡Oh, tú, que vas gota a gota,
fuente a fuente y río a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar remota,
en cuanto quiere nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la primavera,
sé piadosa,
que mañana
serás espiga temprana,
prado verde, carne rosa,
y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer y creer!
 
  Anochece;
el hilo de la bombilla
se enrojece,
luego brilla,
resplandece
poco más que una cerilla.
 
Dios sabe dónde andarán
mis gafas... entre librotes
revistas y papelotes,
¿quién las encuentra?... Aquí están.
 
Libros nuevos. Abro uno
de Unamuno.
 
¡Oh, el dilecto,
predilecto
de esta España que se agita,
porque nace o resucita!
 
Siempre te ha sido, ¡oh Rector
de Salamanca!, leal
este humilde profesor
de un instituto rural.
 
Esa tu filosofía
que llamas diletantesca,
voltaria y funambulesca,
gran don Miguel, es la mía.
 
Agua del buen manantial,
siempre viva,
fugitiva;
poesía, cosa cordial.
 
¿Constructora?
 
-No hay cimiento
ni en el alma ni en el viento-.
 
Bogadora,
marinera,
hacia la mar sin ribera.
 
Enrique Bergson: Los datos
inmediatos
de la conciencia. ¿Esto es
otro embeleco francés?
 
Este Bergson es un tuno;
¿verdad, maestro Unamuno?
 
Bergson no da como aquel
Immanuel
el volatín inmortal;
este endiablado judío
ha hallado el libre albedrío
dentro de su mechinal.
 
No está mal;
cada sabio, su problema,
y cada loco, su tema.
 
Algo importa 
que en la vida mala y corta
que llevamos
libres o siervos seamos:
mas, si vamos
a la mar,
lo mismo nos ha de dar.
 
¡Oh, estos pueblos!  Reflexiones,
lecturas y acotaciones
pronto dan en lo que son:
bostezos de Salomón.
 
¿Todo es
soledad de soledades.
vanidad de vanidades,
que dijo el Eciesiastés?
 
Mi paraguas, mi sombrero,
mi gabán...El aguacero
amaina...Vámonos, pues.
 
Es de noche. Se platica
al fondo de una botica.
 
-Yo no sé,
don José,
cómo son los liberales
tan perros, tan inmorales.
 
-¡Oh, tranquilícese usté!
Pasados los carnavales,
vendrán los conservadores,
buenos administradores
de su casa.
 
Todo llega y todo pasa.
Nada eterno:
ni gobierno
que perdure,
ni mal que cien años dure.
 
-Tras estos tiempos vendrán
otros tiempos y otros y otros,
y lo mismo que nosotros
otros se jorobarán.
 
Así es la vida, don Juan.
 
-Es verdad, así es la vida.
-La cebada está crecida.
-Con estas lluvias...
                    Y van
las habas que es un primor.
-Cierto; para marzo, en flor.
Pero la escarcha, los hielos...
-Y, además, los olivares
están pidiendo a los cielos
aguas a torrentes.
                          -A mares.
 
¡Las fatigas, los sudores
que pasan los labradores!
 
En otro tiempo...
                  Llovía
también cuando Dios quería.
 
—Hasta mañana, señores.
  Tic-tic, tic-tic... Ya pasó
un día como otro día,
dice la monotonía
del reloj.
 
  Sobre mi mesa Los datos
de la conciencia, inmediatos.
 
No está mal
este yo fundamental,
contingente y libre, a ratos,
creativo, original;
este yo que vive y siente
dentro la carne mortal
¡ay! por saltar impaciente
las bardas de su corral.
 
Marzo de 1913 (Baeza)
 

martes, 31 de mayo de 2016

El sexo I.



¡Pendiente de ese tronco
el fruto consta en vida.
Su materia consiente
una verdad durable.
En la sombra él madura,
si por siglos, finito,
y no cae sino cuando
el árbol rueda en tierra.
Fruto de carne o masa
de vida congruente,
pálido en su corteza,
nudosa nuez compacta.
La sangre rueda y pasa,
y ardiente sigue y vase,
mientras el viento pone
la vida en llamas y arde
doble tiniebla absorta.
Eje del sol que un rayo
descargará sin duelo
y estallará en la liza
dentro en la sombra exacta.
OH, conjunción del fuego
con su materia idónea.
Fuego del sol, o fruto
que al estallar se siembra.


lunes, 30 de mayo de 2016

La ternura.


Tu fortaleza hermosa
es mi debilidad.
Por ti me muero.
Vencido estoy por ti,
mas mi derrota,
mi ternura,
mi traspasado corazón se eleva
hasta ti, protegiéndote.
Aunque estás victoriosa
y yo vencido,
soy yo quien te defiende
contra mí, contra ti, contra los otros.
Lo visible es tu cuerpo,
la armoniosa y desnuda
claridad dominante;
lo invisible, la endeble
e infinita ternura del vencido;
pero este blando ambiente,
este tierno calor que te rodea;
amortigua los golpes,
contiene las ofensas,
logra aislarte del vicio.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...