viernes, 7 de septiembre de 2018

Las alamedas.


¡Quién mereciera lo umbrío,
O lo sonoro si llueve.
Con lo agudo del relieve
Que traza ese poderío
-Tan feliz que exige un río
Por allí-de los follajes
Arqueados en pasajes
Tendidos al regodeo
De quien apura el paseo
Profundizando paisajes!


Jorge Guillén.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Los amigos.


Amigos.
Nadie mas.
El resto es selva.
¡Humanos, libres, lentamente ociosos!
Un amor que no jura ni promete
reunirá a unos hombres en el aire,
con el aire salvándose.
Palabras quieren,
solo palabras y una orilla:
esos recodos verdes
frente al verde sereno, claro,
general del río.
¡Cómo resbalaran sobre las horas
la vacación, el alma, los tesoros!

Jorge Guillén.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Media mañana.


Los ruidos tararean un susurro
Que ya en su cielo sonaría a canto.
Susurro aquí, resbala
Sobre el sol de las once suavizándose.
Creo en la maravilla suficiente
De esta calle a las once,
Cuando la vida arrecia
Con robustez normal, dichosa casi,
Humilde, realizada.
Las once son, la maravilla es tuya.


Jorge Guillén.

martes, 4 de septiembre de 2018

Mar con luna.


Un cielo poco estrellado
Da a esta luna de si llena
Fondo oscuro de contraste
Para el rayo que riela
Sobre un camino de mar
Medio acero, medio perla,
Grises blancos donde flotan
Barquichuelas, casi negras
Sobre la banda muy clara
De un agua que es luna extensa,
Luna derretida abajo
Frente a la que redondea
Su esbozo de faz viviente,
Nos preside, nos gobierna
Segun hábitos serenos,
Y como hallándose cerca
Nos otorga una atención
De luz siempre dulce a fuerza
De gran familiaridad
Antigua con su planeta.

Jorge Guillén.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Mar. Mar y noche.


El mar bituminoso aplasta sombras
contra sí mismo. Oquedades de azules
profundos quedan quietas al arco de las ondas.
Voluta ancha de acero quedaría
de súbito forjada si el instante
siguiente no derribase la alta fábrica.
Tumultos, cataclismos de volúmenes
irrumpen de lo alto a la ancha base,
que se deshace ronca, tragadora de sí
y del tiempo, contra el aire mural, torpe al empuje.
Bajo cielos altísimos y negros muge -clamor-
la honda boca, y pide noche.
Boca -mar- toda ella, pide noche;
noche extensa, bien prieta y grande,
para sus fauces hórridas, y enseña
todos sus blancos dientes de espuma.
Una pirámide linguada
de masa torva y fría se alza, pide,
se hunde luego en la cóncava garganta
y tiembla abajo, presta otra
vez a levantarse, voraz de la alta noche
que rueda por los cielos
-redonda, pura, oscura, ajena-
dulce en la serenidad del espacio.

Se debaten las fuerzas inútiles abajo.
Torso y miembros. Las duras
contracciones enseñan músculos emergidos,
redondos bultos, álgidos despidos.
Parece atado al hondo abismo el mar,
en cruz, mirando al cielo alto, por desasirse,
violento, rugiente, clavado al lecho negro.

Mientras la noche rueda
en paz, graciosa, bella,
en ligado desliz, sin rayar nada
el espacio, capaz de órbita y comba
firmes, hasta hundirse en la dulce claridad ya lechosa,
mullida grama donde cesar, reluciente de roces secretos,
pulida, brilladora,
maestra en superficie.


Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...