viernes, 30 de noviembre de 2018
Canción.
No morirá tu voz, tu voz, tu voz, tu voz...
Tu voz seguirá siempre resonando
-ceniza tú en la tierra de la vida-,
tu voz seguirá siempre resonando
-tu voz, tu voz, tu voz, tu voz-
por la bóveda inmensa de la noche,
tu voz seguirá siempre resonando
por la bóveda inmensa de mi alma,
-tu voz, tu voz, tu voz, tu voz, tu voz-,
con ecos májicos de estrellas...
Juan Ramón Jiménez.
jueves, 29 de noviembre de 2018
En el alba.
Hallazgo en las sombras:
luz de la mañana
entre las riberas de la noche.
Baja y la encontrarás entre guijas francas,
dando luz al sesgo
sobre la montaña de perfil.
¡Si vieras qué nube mandaba
cernidos envíos de locura clara
sobre mi cabeza!
Prolongada capa de iris matinal
en arco colgaba de una cima;
lluvia fina la calaba.
El día, esa concha impura de nácar,
tras de ti se abría y de ella saltabas.
¿Oriental, difusa? Evidente, exacta.
Equilibrio firme de presencia.
Tácita rueda de la aurora
que rinde y acaba su giro.
Previsto término del alba.
Vicente Aleixandre.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
Orilla vespertina. (Orleans, Massachussetts).
El mar en el sosiego de esta hora
De este retiro, casi una ensenada,
Se torna lago, lago de crepúsculo
Donde no insisten nunca los instantes
Del apenas azul ya gris,
Un gris rosado que se vuelve rosa
Con indicios de malva,
Malva sobre el sosiego
Lentamente más gris, menos azul
De esta orilla marina,
O fluvial, o lacustre.
Barcas, y solitarias,
Y pocas. No las mece el oleaje.
Con indolencia de final de día
Recogen la difusa ya paz,
Una paz de abandono
Sobre el gris de lass aguas
Laxitud, que es ya tregua,
La dulce laxitud
Del día bien cumplido
Con sus rosas el mar
Aspira a perfección, espera el sueño.
Jorge Guillén.
martes, 27 de noviembre de 2018
Luz paternal.
El placer pronto se olvida
aunque su semilla quede.
Tan sólo la pena
puede dar a luz sombras de vida.
Como quien abre una herida,
la semilla abre su tumbar
¡Luz paternal y profundar!
¡Oh noche, madre temida!
Manuel Altolaguirre.
lunes, 26 de noviembre de 2018
Laxitud.
La tarde gris y triste me agobia,
tengo sueño;
estiro lentamente mis dos brazos abiertos
que se prenden al aire;
quieren cazar el tiempo, aprisionarlo pronto,
robarle su secreto, deshacer bruscamente
sus límites estrechos.
Quiero llorar: no sé; quiero reír: no puedo.
Los deseos se estrellan contra la inexorable inercia
del silencio; sobre mi corazón rueda
grávido al peso de la existencia toda.
Al fin me desperezo.
Logro romper el cerco del malsano sopor,
pero apenas lo venzo ya me torna a invadir
quedamente su tedio.
Luego...
Ya no sé más; suspiro, me paseo,
exprimo el tormentoso lagar de mi cerebro,
destilo el elixir de su inquietud
en mi pecho...
Sujeto en mi memoria repite el pensamiento;
la tarde gris y triste me agobia,
¡tengo sueño!...
Ernestina de Champourcín.
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