viernes, 6 de julio de 2018

Viento de tierra.


Las olas desenvuelven sus bien lanzados rollos,
Y giran con avance sin cesar más rotundo
Por la curva de un ímpetu que, sin perder su pompa,
A ese final de playa tiende, se precipita
Mientras el viento opone su dirección y esparce
Las espumas: no crines de caballos ocultos,
No cabelleras tensas, o sueltas y revueltas,
Espumas, sólo espumas en el aire difusas,
Una vez y otra vez huidizas, volviéndose,
Volviéndose hacia el mar, por el viento a su mar.


Jorge Guillén.

jueves, 5 de julio de 2018

Mi presente.


Mi presente una isla
rodeada de amor por todas partes,
sin esperanzas, sin recuerdos,
donde todas las aves
son besos que se esconden
en las frondas sangrientas.
Estoy tan insensible,
que el mundo inexistente
es como un doble sueño
que no me sobresalta.
El espacio está en fuga
y el tiempo lo persigue.
Vivo para olvidar,
perdida la esperanza,
surcado por un río
que brota de mi pecho,
que crece para ahogarme,
borrándome del mundo con sus aguas.


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 4 de julio de 2018

La ira cuando no existe.



No busquéis esa historia que compendia la sinrazón de la Luna, el color de su brillo cuando ha ganado su descanso.
La consistencia del espíritu consiste solo en olvidarse de los límites y buscar a destiempo la forma de las nubiles, el nacimiento de la luz cuando anochece. Porque yo me soporto. Habéis oído el cerrar de una puerta, ese latido súbito que ha quedado sobrecogido en vuestros cabellos.
No pretendáis verlo convertido en madera, no pretendáis siquiera verlo separado de vuestro cuerpo en forma de mariposa negra; ni aspiréis tan siquiera al relámpago cárdeno que como ensalmo venga a despejar la atmósfera, a poner claros vuestros ojos. Vuestra frente es de nieve. La he paseado muchas veces cuando murmurabais mi nombre, pero siempre a traición, porque nunca he conseguido ver la forma de vuestros labios. Pero en vano me han dicho que pájaros y peces se entrecruzaban en silencio, y que su comprobación era fácil. Una mano de goma, tan ligera que el viento no la sentía entre sus venas, he deslizado cautamente. Pero no lo he conseguido. En vano un poco de yesca hacía presumir, con su brillo de fósforo, un poco de sensibilidad en las uñas, Su redondez nativa, la ceguedad ronquísima, se arrastraba entre lana en busca del frío, o acaso de la pluma, o acaso de esa catarata de estertores que, envueltos en materia, me habían de anegar hasta el codo. No lo he sentido. Mil bocas de heno fresco, mil palabras de mañana he tropezado en mi camino. Mi brazo es una expedición en silencio. Mi brazo es un corazón estirado que arrastra su lamentación como un vicio. Porque no posee el cuchillo, el ala afiladísima que después de partirme la frente se hundió bajo la tierra. Por eso me arrastraré como nardo, como flor que crece en busca de las entrañas del suelo, porque ha olvidado que el día está en lo alto.

No me olvidéis cuando q s llamo. Sois vosotros los silencios de humo que se anillan entre los dedos. La difícil quietud en cruz de vientos. Ese equilibrio misterioso que consiste en olvidarse del sueño, mientras los anhelos brillan como gargantas.

Vicente Aleixandre.

martes, 3 de julio de 2018

Agua sólo es el mar.



Agua sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.
Agua es la blanda nieve silenciosa
Y el mundo bloque de cristal de hielo.
Pero no es agua, es luz la voz que calla
Maravillosamente en su silencio.
Agua es la nube oscura y silenciosa,
Errante prisionera de los cielos.
Pero su sombra, andando por la tierra
Y el mar; no es agua, es sueño.


José Bergamín.

lunes, 2 de julio de 2018

Madre.


La tierra endurecida
y densa se dilata,
frotando su ardorosa
ansiedad penetrante.

Mi cuerpo entre otros cuerpos
vuelve a estar no nacido.

Una futura madre,
que nos dará a otra vida,
brillando está en la noche
ante el viril planeta.

¿A qué gloria esperada
naceré de esta cópula?
¿Seré yo un elegido
o moriré en inútil
y vicioso deleite?

Entre los no nacidos,
en la sangre del mundo,
de mi sangre me olvido.


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...