viernes, 29 de julio de 2016

Rima LXXV.



¿Será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?

¿Y allí, desnudo de la humana forma;
allí, los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?

¿Y ríe y llora, y aborrece y ama,
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?

¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros;
pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!


Gustavo Adolfo Bécquer.

jueves, 28 de julio de 2016

Las barandas.



Homenaje a 
Julio Herrera y Reissig.

Un hombre largo, enlevitado y solo
mira brillar su anillo complicado.
Su mano exangüe pende en las barandas,
mano que amaron vírgenes dormidas.

Miradle, sí. Los lagos brillan yertos.
Pero los astros, sí, ruedan sin música.
Constelaciones en la frente mueren,
mueren mintiendo su valor cansado.
Casi no alumbran unos labios fríos,
labios que amaron cajas musicales.
Pero las lunas, lunas de oro, envían
"supramundanamente" sus encantos
y hay un batir de besos gemebundos
que entre jacintos mueren como pluma.

Un fantasma azulenco no se inclina.
Fósforos lucen. Polvos fatuos, trémulos.
Suena un violín de hueso y una rosa.
Un proyecto de sombra se deshace.

Una garganta silenciosa emite
un clamor de azucenas deshojándose,
y un vals, un giro o vals toma, arrebata
esa ilusión de sábanas vacías.

Lejos un mar encerrado entre dardos
suspira o canta como un pecho oprimido,
y unos labios de seda besan, y alzan
una sonrisa pálida de sangre.

Dulces mujeres como barcas huyen.
Largos adioses suenan como llamas.
Mar encerrado, corazón o urna,
lágrima que no asumen las arenas.

Duramente vestido el hombre mira
por las barandas una lluvia mágica.
Suena una selva, un huracán, un cosmos-
Pálido lleva su mano hasta el pecho.

Vicente Aleixandre.

miércoles, 27 de julio de 2016

Los contadores de estrellas.



Yo estoy cansado.
Miro
esta ciudad
-una ciudad cualquiera-
donde ha veinte años vivo.

Todo está igual.
Un niño
inútilmente cuenta las estrellas
en el balcón vecino.

Yo me pongo también...
Pero él va más deprisa: no consigo
alcanzarle:
Una, dos, tres, cuatro,
cinco...

No consigo
alcanzarle: Una, dos...
tres...
cuatro...
cinco...

Dámaso Alonso.

martes, 26 de julio de 2016

Consejo mortal.



Levanta tu edificio. Planta un árbol.
Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre!
Mas no olvides al fin construir con tus triunfos
lo que más necesitas: Una tumba, un refugio.


Gabriel Celaya.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...