miércoles, 30 de diciembre de 2015

Criatura afortunada.






Cantando vas, riendo por el agua,
por el aire silbando vas, riendo,
en ronda azul y oro, plata y verde,
dichoso de pasar y repasar
entre el rojo primer brotar de abril,
¡forma distinta, de instantáneas
igualdades de luz, vida, color,
con nosotros, orillas inflamadas!

¡Qué alegre eres tú, ser,
con qué alegría universal eterna!
¡Rompes feliz el ondear del aire,
bogas contrario el ondular del agua!
¿No tienes que comer ni que dormir?
¿Toda la primavera es tu lugar?
¿Lo verde todo, lo azul todo,
lo floreciente todo es tuyo?
¡No hay temor en tu gloria;
tu destino es volver, volver, volver,
en ronda plata y verde, azul y oro,
por una eternidad de eternidades!

Nos das la mano, en un momento
de afinidad posible, de amor súbito,
de concesión radiante;
y, a tu contacto cálido,
en loca vibración de carne y alma,
nos encendemos de armonía,
nos olvidamos, nuevos, de lo mismo,
lucimos, un instante, alegres de oro.
¡Parece que también vamos a ser
perennes como tú,
que vamos a volar del mar al monte,
que vamos a saltar del cielo al mar,
que vamos a volver, volver, volver
por una eternidad de eternidades!
¡Y cantamos, reímos por el aire,
por el agua reímos y silbamos!

¡Pero tú no te tienes que olvidar,
tú eres presencia casual perpetua,
eres la criatura afortunada,
el mágico ser solo, el ser insombre,
el adorado por calor y gracia,
el libre, el embriagante robador,
que, en ronda azul y oro, plata y verde,
riendo vas, silbando por el aire,
por el agua cantando vas, riendo!



Juan Ramón Jiménez.

martes, 29 de diciembre de 2015

Hacia ayer.






Mi corazón dio golpes en la oscura
puerta interior, y se me fue la vida
hacia dentro, hacia ayer, hasta sentirse
encerrada de nuevo en la semilla
del Sembrador de sueños.

No vi su rostro ni conozco el prado
en donde es flor el mundo en que vivimos,
entre otros astros, flores desprendidas
de las frondas del tiempo: sueño, nada.

Día llegará en que Dios, para su gloria,
me hará volver - ¡qué breve es el camino! -
y entonces sí será verdad mi canto.



Manuel Altolaguirre.

lunes, 28 de diciembre de 2015

El alma.



El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes,
tu casi luz, tu tibieza conforme.
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima,
con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; Oh, no: como un cuerpo
maravillosamente investido.
Ondas de alma..., alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,creo,
creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse,y conformemente brillar,trasminar,
trascender, en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano,
que por una manifestada suavidad se desliza.
Así, amada mía, cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte, para, ceñida,
trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos
que sin cansancio se ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti, que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: -Alma mía..-



Vicente Aleixandre.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Es el pueblo. Por encima





Es el pueblo.
Por encima de los oscuros tejados,
verde, lloroso de grillos
y de esquilas, está el campo.

Es la hora del murciélago,
cuando el anjel toca el anjelus,
cuando vuelve el cavador,
con el azadón, cantando.

-Y es el grito de los niños,
y es el mujir del establo,
y es el tibio olor a hogar,
y el humo celeste y blanco-.

Y es la gran luna de oro,
que, en los pinares lejanos,
tiñe cristalinamente
el abandono fantástico.



Juan Ramón Jiménez.

martes, 22 de diciembre de 2015

Saco mi esperanza, igual.






Saco mi esperanza, igual
que una deslumbrante joya,
de mi corazón –su caja-,
la paseo entre las rosas,
la mimo, como a una hija,
una hermana, o una novia,
la miro infinitamente,
...y la guardo, otra vez, sola.



Juan Ramón Jiménez.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Introducción a los sueños.







  Leyendo un claro día
mis bien amados versos,
he visto en el profundo
espejo de mis sueños

  que una verdad divina
temblando está de miedo,
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.

  El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
Sólo el poeta puede
mirar lo que está lejos
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto.

  En esas galerías,
sin fondo, del recuerdo,
donde las pobres gentes
colgaron cual trofeo

  el traje de una fiesta
apolillado y viejo,
allí el poeta sabe
el laborar eterno
mirar de las doradas
abejas de los sueños.

  Poetas, con el alma
atenta al hondo cielo,
en la cruel batalla
o en el tranquilo huerto,

  la nueva miel labramos
con los dolores viejos,
la veste blanca y pura
pacientemente hacemos,
y bajo el sol bruñimos
el fuerte arnés de hierro.

  El alma que no sueña,
el enemigo espejo,
proyecta nuestra imagen
con un perfil grotesco.

  Sentimos una ola
de sangre, en nuestro pecho,
que pasa... y sonreímos,
y a laborar volvemos.



Antonio Machado.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Mi imposible.




¿Soy yo quien anda esta noche por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín, al caer la tarde?

Miro
en torno y veo que todo es lo mismo y no es lo mismo...
¿La ventana estaba abierta? ¿Yo no me había dormido?
¿El jardín no estaba verde de luna?... El cielo era limpio
y azul... Y hay nubes y viento y el jardín está sombrío...

Creo que mi barba era negra... Yo estaba vestido
de gris... Y mi barba es blanca y estoy enlutado... ¿Es mío
este andar? ¿Tiene esta voz que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?

¿Soy yo, o soy el mendigo
que rondaba mi jardín al caer la tarde?...

Miro
en torno... Hay nubes y viento... El jardín está sombrío...

... Voy y vengo... ¿Y yo ¡yo! no me había ya dormido?
Mi barba está blanca... Y todo no es lo mismo y es lo mismo.



Juan Ramón Jiménez.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Todas las nubes arden.



 


Todas las nubes arden
porque yo te he encontrado,
dios deseante y deseado;
antorchas altas cárdenas
(granas, azules, rojas, amarillas)
en alto grito de rumor de luz.

Del redondo horizonte vienen todas
de congregación fúlgida,
a abrazarse con vueltas de esperanza
a mi fe respondida.

(Mar desierto, con dios
en redonda conciencia
que me habla y me canta,
que me confía y me asegura;
por ti yo paso en pie
alerta, en mí afirmado,
conforme con que mi viaje
es al hombre seguido, que me espera
en puerto de llegada permanente,
de encuentro repetido).

Todas las nubes que existieron,
que existen y que existirán,
me rodean con signos de evidencia;
ellas son para mí
la afirmación alzada de este hondo
fondo de aire en que yo vivo;
el subir verdadero del subir,
el subir del hallazgo en lo alto profundo.



Juan Ramón Jiménez.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Revelación.






A Blas Taracena





Era en Numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
Numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.

La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.

Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, delira,
flota en la cima de su fiebre aguda.

Vivo latir de Dios nos goteaba,
risa y charla de Dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.


martes, 15 de diciembre de 2015

Nuestra juventud no muere.






Caídos sí, no muertos, ya postrados titanes,
están los hombres de resuelto pecho
sobre las más gloriosas sepulturas:
las eras de las hierbas y los panes,
el frondoso barbecho,
las trincheras oscuras.

Siempre serán famosas
estas sangres cubiertas de abriles y de mayos,
que hacen vibrar las dilatadas fosas
con su vigor que se decide en rayos.

Han muerto como mueren los leones:
peleando y rugiendo,
espumosa la boca de canciones,
de ímpetu las cabezas y las venas de estruendo.

Héroes a borbotones,
no han conocido el rostro a la derrota,
y victoriosamente sonriendo
se han desplomado en la besana umbría,
sobre el cimiento errante de la bota
y el firmamento de la gallardía.

Una gota de pura valentía
vale más que un océano cobarde.

Bajo el gran resplandor de un mediodía
sin mañana y sin tarde,
unos caballos que parecen claros,
aunque son tenebrosos y funestos,
se llevan a estos hombres vestidos de disparos
a sus inacabables y entretejidos puestos.

No hay nada negro en estas muertes claras.
Pasiones y tambores detengan los sollozos.
Mirad, madres y novias, sus transparentes caras:
la juventud verdea para siempre en sus bozos.



Miguel Hernández.

lunes, 14 de diciembre de 2015

El escarabajo.





He aquí que por fin llega al verbo
también el pequeño escarabajo,
tristísimo minuto, lento rodar del día miserable,
diminuto captor de lo que nunca puede aspirar al vuelo.

Un día como alguno se detiene la vida al borde de la arena,
como las hierbecillas sueltas que flotan en un agua no limpia,
donde a merced de la tierra briznas
que no suspiran se abandonan
a ese minuto en que el amor afluye.

El amor como un número
tan pronto es agua que sale de una boca tirada,
como es el secreto de lo verde en el oído que lo oprime,
como es la cuneta pasiva que todo lo contiene,
hasta el odio que afloja para convertirse en el sueño.

Por eso,
cuando en la mitad del camino un triste escarabajo que fue de oro
siente próximo el cielo como una inmensa bola y, sin embargo,
con sus patitas nunca pétalos arrastra la memoria opaca con amor,
con amor al sollozo sobre lo que fue y ya no es,
arriba entre las flores altas cuyos estambres casi cosquillean el limpio azul
vaga un aroma a anteayer, a flores derribadas,
a ese polen pisado que tiñe de amarillo constante la planta pasajera,
la caricia involuntaria, ese pie que fue rosa, que fue espina,
que fue corola o dulce contacto de las flores.

Un viento arriba orea otras memorias donde circula el viento,
donde estambres emergen tan altos, donde pistilos o cabellos,
donde tallos vacilan por recibir el sol tan amarillo envío de un amor.

El suave escarabajo,
más negro que el silencio que transcurre después de alguna muerte,
pasa borrando apenas las huellas de los carros,
de los hierros violentos que fueron dientes siempre,
que fueron boca para morder el polvo.

El dulce escarabajo bajo su duro caparazón que imita a veces algún ala,
nunca pretende ser confundido con una mariposa, pero su sangre gime
(caliente término de la memoria muerta)
encerrada en un pecho con no forma de olvido,
descendiendo a unos brazos que un diminuto mundo oscuro crean.



Vicente Aleixandre.

viernes, 11 de diciembre de 2015

El frío.




La inocencia reclama su candor
(bajo un monte una luna o lo esperado)
la inocencia está muda pez aguárdame
aquí en esta muralla están las letras.

Acariciar unos senos de nácar
una caja respira y duele todo
acariciar esta oculta ceniza
bajo carmín tus labios suspirando.

No se evaden las almas como pliegos
ese papel doblado por los bordes
por lo que más duele si sonríen
cuando la luz escapa sin notarse.



Vicente Aleixandre.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Ansia.





Afán,
Lucha
por no quedar en donde quieres tú:
aquí en los alfabetos,
en las auroras, en los labios.
         
Ansia
de irse dejando atrás
         
anécdotas, vestidos y caricias,
de llegar,
atravesando todo
lo que en ti cambia,
a lo desnudo y a lo perdurable.

Y mientras siguen
dando vueltas y vueltas, entregándose.
engañandose,
tus rostros, tus caprichos y tus besos,
tus delicias volubles, tus contactos
rápidos con el mundo,
         
haber llegado yo
al centro puro, inmóvil, de ti misma.
Y verte cómo cambias
y lo llamas vivir,
en todo, en todo, si,
menos en mi, donde te sobrevives.


Pedro Salinas.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Pregunta vieja, vieja respuesta.





¿Adónde va el amor cuando se olvida?
No aquel a quien hicieras la pregunta
      Es quien hoy te responde.
Es otro, al que unos años más de vida
Le dieron la ocasión, que no tuviste,
      De hallar una respuesta.
Los juguetes del niño que ya es hombre,
¿Adónde fueron, di? Tú lo sabías,
      Bien pudiste saberlo.
Nada queda de ellos: sus ruinas
Informes e incoloras, entre el polvo,
      El tiempo se ha llevado.
El hombre que envejece, halla en su mente,
En su deseo, vacíos, sin encanto,
      Dónde van los amores.
Mas si muere el amor, no queda libre
El hombre del amor: queda su sombra,
      Queda en pie la lujuria.
¿Adónde va el amor cuando se olvida?
No aquel a quien hicieras la pregunta
      Es quien hoy te responde.



Luis Cernuda.

viernes, 4 de diciembre de 2015

El desenlace.






Por una tarde de mi ayer, dorada,
de luz caliente y de tostada arena,
me voy. Y vuelvo a ser hombre sin pena,
y no vida a remolque y abrumada.

Esta tarde es el fin de mi jornada
-harto lo sé-, y el aire se me llena de luz.
Llevo mi muerte con serena unción
sobre la carne sosegada.

Libre del todo estoy, porque ya nada
al mundo de los hombres me encadena.
Y lo único que tengo, la mirada lúcida,
de mis ojos se enajena.

Por una tarde fiel, resucitada para mí muerte,
en fin, me voy sin pena...



Juan José Domenchina.

martes, 1 de diciembre de 2015

Abandono.





¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi partida.

Ahogada en amor, tu amor
como un mar me sostenía.
Altos vientos me empujaron
solitario a la deriva.

Si mi nave se fue lejos
más profunda quedó hundida
tu dura rama de sangre,
rota el ancla de mi vida.

Solo, entre las grises nubes
que mis sienes acarician,
sin ti voy por entre nieblas
recordando tu agonía.



Manuel Altolaguirre.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Dans ma peniche.







A Rosa Chacel

Quiero vivir cuando el amor muere;
Muere, muere pronto, amor mío.
Abre como una cola la victoria purpúrea del deseo,
Aunque el amante se crea sepultado en un súbito otoño,
Aunque grite:
“Vivir así es cosa de muerte”.

Pobres amantes,
Clamáis a fuerza de ser jóvenes;
Sea propicia la muerte al hombre a quien mordió la vida,
Caiga su frente cansadamente entre las manos
Junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier triste libro;
Pero en vosotros aún va fresco y fragante
El leve perejil que adorna un día al vencedor adolescente.
Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva tumba solitaria,
Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz terrestre.

Ante vuestros ojos, amantes.
Cuando el amor muere,
La vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente;
El amor, cuna adorable para los deseos exaltados,
Los ha vuelto tan lánguidos como pasajeramente suele hacerlo
El rasguear de una guitarra en el ocio marino
Y la luz del alcohol, aleonado como una cabellera;
Vuestra guarida melancólica se cubre de sombras crepusculares
Todo queda afanoso y callado.
Así suele quedar el pecho de los hombres
Cuando cesa el tierno borboteo de la melodía confiada,
Y tras su delicia interrumpida
Un afán insistente puebla el nuevo silencio.

Pobres amantes,
¿De qué os sirvieron las infantiles arras que cruzasteis,
Cartas, rizos de luz recién cortada, seda cobriza o negra ala?
Los atardeceres de manos furtivas,
El trémulo palpitar, los labios que suspiran,
La adoración rendida a un leve sexo vanidoso,
Los ay mi vida y los ay muerte mía,
Todo, todo,
Amarillea y cae y huye con el aire que no vuelve.

Oh, amantes,
Encadenados entre los manzanos del edén,
Cuando el amor muere,
Vuestra crueldad, vuestra piedad pierde su presa,
Y vuestros brazos caen como cataratas macilentas.
Vuestro pecho queda como roca sin ave,
Y en tanto despreciáis todo lo que no lleve un velo funerario,
Fertilizáis con lágrimas la tumba de los sueños,
Dejando allí caer, ignorantes como niños,
La libertad, la perla de los días.

Pero tú y yo sabemos,
Río que bajo mi casa fugitiva deslizas tu vida experta,
Que cuando el hombre no tiene ligados sus miembros por las encantadoras
mallas del amor,
Cuando el deseo es como una cálida azucena
Que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a nuestro lado,
Cuánto vale una noche como ésta, indecisa entre la primavera última y el estío
primero,
Este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque nocturno,

Conforme conmigo mismo y con la indiferencia de los otros,
Solo yo con mi vida,
Con mi parte en el mundo.

Jóvenes sátiros
Que vivís en la selva, labios risueños ante el exangüe dios cristiano,
A quien el comerciante adora para mejor cobrar su mercancía
Pies de jóvenes sátiros,
Danzad más presto cuando el amante llora,
Mientras lanza su tierna endecha
De: “Ah, cuando el amor muere”.
Porque oscura y cruel la libertad entonces ha nacido;
Vuestra descuidada alegría sabrá fortalecerla,
Y el deseo girará locamente en pos de los hermosos cuerpos

Que vivifican el mundo un solo instante.



Luis Cernuda.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Plenitud del amor.





¿Qué fresco y nuevo encanto,
qué dulce perfil rubio emerge
de la tarde sin nieblas?
Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida,
derivaba hacia oriente
en triste y vana busca del placer.
Cuando yo había visto bogar por los cielos
imágenes sonrientes, dulces corazones cansados,
espinas que atravesaban bellos labios,
y un humo casi doliente donde palabras amantes
se deshacían como el aliento del amor sin destino...
Apareciste tú, ligera como el árbol,
como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía,
envuelta en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul.

Un árbol joven, sobre un limitado horizonte,
horizonte tangible para besos amantes;
un árbol nuevo y verde que melodiosamente mueve sus hojas altaneras
alabando la dicha de su viento en los brazos.

Un pecho alegre, un corazón sencillo como la pleamar remota
que hereda sangre, espuma, de otras regiones vivas.
Un oleaje lúcido bajo el gran sol abierto,
desplegando las plumas de una mar inspirada;
plumas, aves, espumas, mares verdes o cálidas:
todo el mensaje vivo de un pecho rumoroso.

Yo sé que tu perfil sobre el azul tierno del crepúsculo entero
no finge vaga nube que un ensueño ha creado.
¡Qué dura frente dulce, qué piedra hermosa y viva,
encendida de besos bajo el sol melodioso,
es tu frente besada por unos labios libres,
rama joven bellísima que un ocaso arrebata!

¡Ah, la verdad tangible de un cuerpo estremecido
entre los brazos vivos de tu amante furioso,
que besa vivos labios, blancos dientes, ardores
y un cuello como un agua cálidamente alerta!

Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan.
¡Qué gran risa de lluvia sobre tu pecho ardiente!
¡Qué fresco vientre terso, donde su curva oculta
leve musgo de sombra rumoroso de peces!

Muslos de tierra, barcas donde bogar un día
por el músico mar del amor enturbiado,
donde escapar libérrimos rumbo a los cielos altos
en que la espuma nace de dos cuerpos volantes.

¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando,
destellando de besos sobre tu piel despierta:
bóveda centelleante, nocturnamente hermosa,
que humedece mi pecho de estrellas o de espumas!

Lejos ya la agonía, la soledad gimiente,
las torpes aves bajas que gravemente rozaron mi frente
en los oscuros días del dolor.
Lejos los mares ocultos que enviaban sus aguas,
pesadas, gruesas, lentas, bajo la extinguida zona de la luz.

Ahora vuelto a tu claridad no es difícil
reconocer a los pájaros matinales que pían,
ni percibir en las mejillas los impalpables velos de la aurora,
como es posible sobre los suaves pliegues de la tierra
divisar el duro, vivo, generoso desnudo del día,
que hunde sus pies ligeros en unas aguas transparentes.

Dejadme entonces, vagas preocupaciones de ayer.
abandonar mis lentos trajes sin música,
como un árbol que depone su luto rumoroso.
su mate adiós a la tristeza, para exhalar feliz sus hojas verdes,
sus azules campanulas y esa gozosa espuma que cabrillea en su copa
cuando por primera vez le invade la riente primavera.

Después del amor, de la felicidad activa del amor, reposado,
tendido, imitando descuidadamente un arroyo,
yo reflejo las nubes, los pájaros, las futuras, estrellas,
a tu lado, oh reciente, oh viva, oh entregada;
y me miro en tu cuerpo, en tu forma blanda, dulcísima, apagada,
como se contempla la tarde que colmadamente termina.



Vicente Aleixandre.

jueves, 26 de noviembre de 2015

La sombra.





Al despertar de un sueño,
buscas tu juventud, como si fuera el cuerpo
del camarada que durmiese a tu lado
y que al alba no encuentras.

Ausencia conocida, nueva siempre,
con la cual no te hallas.
Y aunque acaso hoy tú seas más
de lo que era el mozo ido, todavía.

Sin voz le llamas, cuántas veces;
olvidado que de su mocedad
se alimentaba aquella pena aguda,
la conciencia de tu vivir de ayer.

Ahora, ida también, es sólo un vago malestar,
una inconsciencia acallando el pasado,
dejando indiferente al otro que tú eres,
sin pena, sin alivio.



Luis Cernuda.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Desierto.





Lumen lumen
Me llega cuando nacen
Luces o sombra revelación Viva
Ese camino esa ilusión es neta
Presión que sueña que la muerte miente
Muerte oh vida te adoro por espanto
Porque existes en forma de culata
Donde no se respira.
El frío sueña con estampido-eternidad
La vida es un instante
Justo para decir María Silencio
Una blancura un rojo que no nace
Ese roce de besos bajo el agua
Una orilla impasible donde rompen
Cuerpos u ondas mares, o la frente.


Vicente Aleixandre.

martes, 24 de noviembre de 2015

Me quedaría en todo ...






Me quedaría en todo
lo que estoy, donde estoy.
Quieto en el agua quieta;
de plomo, hundido, sordo
en el amor sin sol.
¡Qué ansia de repetirse en esto que está siendo!
¡Qué afán de que mañana
sea nada más que llenar
otra vez al tenderte
ese hueco que deja
hoy exacto en la arena
tu cuerpo!
Ni futuro, ni nuevo el horizonte.
Esto apretado y estrecho:
tela, carne y el mar.
Nada promete el mundo:
lo da, lo tengo ya.
Nunca me iré de ti
por el viento, en las velas,
por el alma cantando,
ni por los trenes, no.
Si me marcho será
que estoy
viviendo contra mí.



Pedro Salinas.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Tríptico marino.






I. Claro de Luna.
Blandos arrullos del mar;
perfumes, en la bahía…
Todo convida a soñar
bajo la azul pradería.

Sólo, allá en la lejanía,
veo un velero bogar;
y al verde claror lunar
fulge en rara pedrería.

Se han detenido un momento,
las blancas velas al viento,
frente a la montaña bruna.

Airoso, sobre el Atlántico,
parece un bardo romántico
dialogando con la Luna.

II. Añora el lobo marino…
El marino estrafalario
fuma su pipa, indolente.
( Yo le he dicho que me cuente
algún lance extraordinario.)

… Habla misteriosamente,
dice un caso temerario;
y luego, más quedamente,
de amores narra un rosario…

El hogueral vespertino
mira en las aguas tranquilas.
Después le he visto llorar.

¡Añora el lobo marino
aquellas verdes pupilas,
tan hondas como la Mar!

III. Flota en la noche, Rosina…
Ya la noche ha comenzado.
Resplandecen las farolas
y canta un marino, echado,
nostálgicas barcarolas.

Yo voy con mi sueño, a solas,
por el muelle sosegado.
A un bergantín fondeado
le hacen halagos las olas…

Flota en la noche, Rosina,
algo que enlaza y calcina
los objetos confundidos.

Ya mil puntos fosforecen.
¡Y las farolas parecen
corazones encendidos!



Emeterio Gutiérrez Albelo.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Ese General.






-Aquí está el general.
¿Qué quiere el general?
- Una espada desea el general.
-Ya no existen espadas, general.
¿Qué quiere el general?
-Un caballo desea el general.
-Ya no existen caballos, general.
¿Qué quiere el general?
-Otra batalla quiere el general.
-Ya no existen batallas, general.
¿Qué quiere el general?
-Una amante desea el general.
-Ya no existen amantes, general.
¿Qué quiere el general?
-Un gran tonel de vino desea el general.
Ya no hay tonel ni vino, general.
¿Qué quiere el general?
-Un buen trozo de carne desea el general.
-Ya no existen ganados, general.
¿Qué quiere el general?
-Comer yerbas desea el general.
-Ya no existen los pastos, general.
¿Qué quiere el general?
-Beber agua desea el general.
-Ya no existe más agua general.
¿Qué quiere el general?
-Dormir en una cama desea el general.
-Ya no hay cama ni sueño, general.
¿Qué quiere el general?
-Perderse por la tierra desea el general.
-Ya no existe la tierra, general.
¿Qué quiere el general?
-Morirse como un perro desea el general.
-Ya no existen los perros, general.
¿Qué quiere el general?
¿Qué quiere el general?
Parece que está mudo el general.
Parece que no existe el general.
Parece que se ha muerto el general.
que ya, ni como un perro, se ha muerto el general,
que el mundo destruido, ya sin el general,
va a empezar nuevamente, sin ese general



Rafael Alberti.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Te esperaré apoyada en la curva del cielo.







Te esperaré apoyada en la curva del cielo
y todas las estrellas abrirán para verte
sus ojos conmovidos.

Te esperaré desnuda.
Seis túnicas de luz resbalando ante ti
deshojarán el ámbar moreno de mis hombros.

Nadie podrá mirarme sin que azote sus párpados
un látigo de niebla.
Sólo tú lograrás ceñir en tus pupilas
mi sien alucinada
y mis manos que ofrecen su cáliz entreabierto
a todo lo inasible.

Te esperaré encendida.
Mi antorcha despejando la noche de tus labios
libertará por fin tu esencia creadora.
¡Ven a fundirte en mí!
El agua de mis besos, ungiéndote, dirá
tu verdadero nombre.


Ernestina de Champourcín. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Allí.






ALLÍ los campos yermos y el sol:
la paramera radiante que imponía su enjuta servidumbre.
Acá, los amarillos hirsutos de la era;
el pan hecho de angustia, sudor, polvo y costumbre.
Y, al fondo, calcinado lugar, la chamicera,
tizón de los voraces rigores de la lumbre.
¿Qué ráfaga de inquinas alzó la tolvanera
que aún desdibuja el limpio diseño de la cumbre?
Allí fue, sin nostálgica pasión, la vida entera:
viril orgullo, recto sentido, reciedumbre,
¡temple! Toda la vida de un ser que, aún ayer,
era cabal, impostergable, y hoy, roto en muchedumbre,
se acarra, cual rebaño, bajo la solanera.



Juan José Domenchina.

martes, 17 de noviembre de 2015

Suena tu voz lo mismo que un lamento.




Suena tu voz lo mismo que un lamento
O que un grito perdido en lejanía;
Como una luz que hiere el horizonte
Y lo abre a soledades infinitas.
Es penumbrosa claridad el sosiego
De la tarde. La lumbre mortecina
De tu alma, pelea con las sombras
Del tiempo, que la cubren de ceniza.
Los ecos del silencio hasta tu oído
Unos pasos lejanos aproximan.
Y es otra muda voz la de la sangre
Que en tu cansado corazón palpita.



José Bergamín.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Noche Humana.






 La noche, perseguida, se entró por mi ventana:

-Méteme por tus ojos, escóndeme en tu olvido;
aun tu cuerpo, entreabierto, puede muy bien guardarme,
antes de que se entregue al cerrado abandono
que ya está desciñendo tu ardiente vestidura.

Antes de que en el sueño sin voluntad de origen
la razón se te pierda solamente en el goce:
ocúltame, me buscan, traigo el olor a sangre
y tal vez el delito y la muerte es mi sombra...

Ocúltame, la tierra que hoy es carne y te invade,
casi ni piel sostiene, pero es tumba y memoria.
Yo voy desordenada y hasta el suelo me siguen
donde llevo mi aurora y su puñal agudo.

Pero mis sueños huelen al sudor de los hombres,
a sus crímenes ínfimos y a sus manos en llamas.
No pueden perdonarme que mi beso, en el lodo,
llegue donde no encuentra la ley su pensamiento.

Me acerco dolorida, no niegues tu desvelo.
Guárdame, como al trigo el agua se incorpora
y, en él, la flor engendra, que ha de ser paz del cielo.
Méteme por tus ojos, escóndeme en tu olvido...

&

Mi cuerpo estaba huyendo; buscándole a la noche
la falsedad de un ángel que fingiera un reposo;
la engañadora imagen de un nombre de ceniza
que en el alcohol o el sueño, sin amor, me incendiara.

Mi cuerpo estaba huyendo; por las desiertas calles
de una ciudad sin suelo resbalaba impreciso,
deteniéndose al paso vulgar de la inocencia
y escapando al contacto con ella, por mi angustia.

Mi cuerpo estaba huyendo. Sin vuelo y sin raíces,
se arrastraba en la inmensa bóveda de los tiempos,
donde mueren los sueños desunidos y aislados
y el aire, como un negro fantasma, los corona.

Junto al olor caliente del pescado podrido,
de la fruta marchita y el vinagre, en acecho
la mujer entregaba su cabello constante,
herido por las uñas y la ardiente saliva.

Mis manos se enredaban a la piel de los hombres
que, abiertos, derramaban sus entrañas sin fuego;
mis voces se mezclaban a la luz del cigarro
y a ese rumor más hábil que engendra la denuncia.

La delincuencia, en roce nocturno con la envidia,
sobre el cristal dormido de los blandos hogares
acercaba en mi rostro indagador y astuto,
para hurtar un consuelo que mi paz no alcanzaba.

Y la luna, gimiendo, se clavaba en el árbol,
con la burla precisa del nivel de su tiempo.
Golpe a golpe sonaban las plumas de mi espalda
y su navaja el aire, por mi espalda, blandía.

Mi cuerpo estaba huyendo. Sonaba una cadena
y en la puerta del cielo mis manos golpeaban:
-¡Abrid, abrid, las sombras por dentro me persiguen
y las sombras de fuera mis manos acuchillan!...

Desperté estando muerto: Mis sábanas sangraban...

-¡Abrid, abrid!  ¡Las sombras!...

La noche, perseguida, se entró por mi ventana
y era a la noche misma, a quien yo perseguía.



Emilio Prados.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Amor de cada instante...






Amor de cada instante...
duro amor sin delicias: cadena cruz, cilicio,
gloria ausente, esperada,
gozo y tortura a un tiempo;
realidad de los siglos, gracias por ser y estar
en el nunca y el siempre.

Pues , mi ejercicio, ahora, es amarte en la ausencia,
y aferrarme a esta nada porque también es tuya
y beber ese polvo de soledad y vacío
que es Tu don del momento y Tu clara promesa.

Y por eso me obstino contra lo más cercano,
huyendo de lo fácil -metal a flor de agua-,
por Ti también me acojo a lo que nadie sabe.

Y así voy caminando por este desconcierto
oscuro y luminoso, por este amor amargo,
veteado de gloria...



Ernestina de Champourcín.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Grito.






Quiero cantar sin pausa
líricamente al desgaire,
como quiera hacer mi flauta
al entrar y salir del aire.

Quiero reírme sin sordina,
ampliamente, al sol del estío,
con esta risa divina
de este corazón tan mío.

Quiero bañar el alma en gozo
salvajemente, y saltar,
hasta tirar la angustia al pozo
y el prejuicio echarlo al mar.

Y, entonces, ir por los caminos
con la alegría en la mirada,
la voz llena de blancos trinos
y la sonrisa beatificada,

a decir que la vida es esto:
y el resto,
nada.



Rogelio Buendía Manzano.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Ven a mí que vas herido.





Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido.



Concepción Mendéz Cuesta.

martes, 10 de noviembre de 2015

Durmióse tu canción de primavera.





Durmióse tu canción de primavera
frente al latino mar, cuyo lamento
colmó de caracolas y de viento
el planto funeral de la ribera.
La fronda de la almunia limonera
y el río que a tu infancia dio su acento
hoy elevan el claro monumento
que te ofrece mi cítara ligera.
Oh, alado Paladín de la Poesía,
quebrada en plenitud de ruiseñores
fue tu fugaz iniciación de un día.
Reciba tu memoria mis loores
y esta amorosa soledad umbría
de mis aves, mis versos y mis flores.



Miguel Valdivieso Belmás.

viernes, 6 de noviembre de 2015

La memoria.





¡Qué tristeza este pasar
el caudal de cada día
(¡vueltas arriba y abajo!),
por el puente de la noche
(¡vueltas abajo y arriba!),
al otro sol!
¡Quién supiera dejar el manto, contento,
en las manos del pasado;
no mirar más lo que fue;
entrar de frente y gustoso,
todo desnudo,
en la libre alegría del presente!



Juan Ramón Jiménez.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Cómo me dejas que te pienses!


Cómo me dejas que te pienses!
Pensar en ti no lo hago sólo, yo.
Pensar en ti es tenerte,
como el desnudo cuerpo ante los besos,
toda ante mí, entregada.
Siento cómo te das a mi memoria,
cómo te rindes al pensar ardiente,
tu gran consentimiento en la distancia.
Y más que consentir más que entregarte,
me ayudas, vienes hasta mí,
me enseñas recuerdos en escorzo,
me haces señas con las delicias,
vivas, del pasado, invitándome.
Me dices desde allá que hagamos lo que quiero
-unirnos- al pensarte.
Y entramos por el beso que me abres,
y pensamos en ti, los dos, yo sólo.



Pedro Salinas.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.






El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.
Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?
Pasado el llano verde, en la florida loma,
acaso está el cercano final de tu camino.

Tú no verás del trigo la espiga sazonada
y de macizas pomas cargado el manzanar,
ni de la vid rugosa la uva aurirrosada
ha de exprimir su alegre licor en tu lagar.

Cuando el primer aroma exhalen los jazmines
y cuando más palpiten las rosas del amor,
una mañana de oro que alumbre los jardines,
¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?

Campo recién florido y verde, ¡quién pudiera
soñar aún largo tiempo en estas pequeñitas
corolas azuladas que manchan la pradera,
y en esas diminutas primeras margaritas!



Antonio Machado.

martes, 3 de noviembre de 2015

El día bello.






Y en todo desnuda tú.

He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.

Y en todo desnuda tú.

Desnuda en la noche azul,
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.

Y en todo desnuda tú.


Juan Ramón Jiménez.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Si el cerco de mi brazo te ceñía...







Si el cerco de mi brazo te ceñía,
era porque el amor me lo mandaba.
Si de lejos y quieto te miraba,
era porque el amor me lo pedía.

Si con un claro beso te quería,
era porque el amor me lo ordenaba;
y si yendo a tu lado me apartaba,
era porque el amor me lo exigía.

Así, cuando te digo que te quiero,
igual que cuando no te diga nada,
hago, mujer, lo que el amor me ordena.

Y el día en que te digan que me muero,
lo mismo que mi vida enamorada,
será mi muerte enamorada pena.



José María Souvirón.

viernes, 30 de octubre de 2015

La sin pruebas.






¡Cuando te marchas, qué inútil
buscar por dónde anduviste, seguirte!
Si has pisado por la nieve
sería como las nubes
-su sombra-, sin pies, sin peso que te marcara.
Cuando andas no te diriges a nada
ni hay senda que luego diga:
«Pasó por aquí.»
Tú no sales del exacto
centro puro de ti misma:
son los rumbos confundidos
los que te van al encuentro.
Con la risa o con las voces
tan blandamente descabalas
el silencio que no le duele, que no te siente:
se cree que sigue entero.
Si por los días te busco o por los años
no salgo de un tiempo virgen:
fue ese año, fue tal día,
pero no hay señal:
no dejas huella detrás.
Y podrás negarme todo,
negarte a todo podrás,
porque te cortas los rastros
y los ecos y las sombras.
Tan pura ya, tan sin pruebas
que cuando no vivas más
yo no sé en qué voy a ver que vivías,
con todo ese blanco inmenso
alrededor, que creaste.



Pedro Salinas.

jueves, 29 de octubre de 2015

Dime, montaña, piedra, cielo y aire.





Dime, montaña, piedra, cielo y aire;
dime tú, Amada, dime si te esconde
la fantasia, el sueño o la ilusión
intangible y sutil de mis amores.
Yo te guardo en el sueño,
en la luz y en las aguas
Mientras juega tu sombra
con crespúsculos rojos.



Emeterio Gutiérrez Albelo.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Tal vez la mano en sueños...





Tal vez la mano, en sueños,
del sembrador de estrellas,
hizo sonar la música olvidada

como una nota de la lira inmensa,
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabras verdaderas.



Antonio Machado.

martes, 27 de octubre de 2015

Besarse, mujer.





Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte:
descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.


Miguel Hernández.

lunes, 26 de octubre de 2015

Retorno de la invariable poesía.







¡Oh poesía hermosa, fuerte y dulce,
mi solo mar al fin, que siempre vuelve!
¿Cómo vas a dejarme, cómo un día
puede, ciego, pensar en tu abandono?

Tú eres lo que me queda, lo que tuve,
desde que abrí a la luz, sin comprenderlo.
Fiel en la dicha, fiel en la desgracia,
de tu mano en la paz,
y en el estruendo triste
de la sangre y la guerra, de tu mano.

Yo dormía en las hojas, yo jugaba
por las arenas verdes de los ríos
subiendo a las veletas de las torres
y a la nevada luna mis trineos.
Y eran tus alas invisibles, era
su soplo grácil quien me conducía.

¿Quién tocó con sus ojos los colores,
quién a las líneas contagió su aire,
y quién, cuando el amor, puso en su flecha
un murmullo de fuentes y palomas?
Luego, el horror, la vida en el espanto,
la juventud ardiendo en sacrificio.
¿Qué sin ti el héroe, qué su pobre muerte
sin el súbito halo de relámpagos
con que tú lo coronas e iluminas?

¡Oh, hermana de verdad, oh compañera,
conmigo, desterrada,
conmigo, golpeado y alabado,
conmigo, perseguido;
en la vacilación, firme, segura,
en la firmeza, animadora, alegre,
buena en el oído necesario, buena
y hasta feliz en la melancolía!
¿Qué no voy a esperar de ti en lo que me falte
de júbilo o tormento? ¿Qué no voy a recibir de ti, di,
que no sea sino para salvarme, alzarme, conferirme?
Me matarán quizás y tú serás mi vida,
viviré más que nunca y no serás mi muerte.

Porque por ti yo he sido, yo soy música,
de los juncos, vocablo de la mar, estribillo
de las más simples cigarras populares.
Porque por ti soy tú y seré por ti sólo
lo que fuiste y serás para siempre en el tiempo.



Rafael Alberti.

viernes, 23 de octubre de 2015

Tren.





                                        Venid conmigo

                            Cada estación es un poco de nido

El alma llora porque se ha perdido

                                      Yo               ella
                                    como             dos
                            golondrinas             paralelas

Y arriba una bandada de estrellas mensajeras

El olvido
            Deposita sus hojas
                                        en todos los caminos
Sangre
                            Sangre de aurora
            Pero no es más que agua

Agitando los arboles
                llueven
                            llueven silencios
                                                    ahorcados en las ramas.



Gerardo Diego.

jueves, 22 de octubre de 2015

El hondo sueño.





Este soñar a solas...
¡Si tu vida de pronto amaneciese ante mi espera!
¿Por dónde voy cayendo?
Primavera, mientras, en tomo mío dilapida
su olor y se me escapa en la caída.

¡Tan solitariamente se acelera
-y está la noche ahí, variando fuera-
la gravedad de un ansia desvalida!

Pero tanto sofoco en el vacío cesará.
Gozaré de apariciones que atajarán
el vergonzante empeño de henchir tu ausencia
con mi desvarío.

¡Realidad, realidad, no me abandones
para soñar mejor el hondo sueño!



Jorge Guillén.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Unidad en ella.






Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.



Vicente Aleixandre.

martes, 20 de octubre de 2015

Yo.







Mi portento inmediato,
mi frenética pasión de cada día,
mi flor, mi ángel de cada instante,
aun como el pan caliente con olor de tu hornada,
aun sumergido en las aguas de Dios,
y en los aires azules del día original del mundo:
dime, dulce amor mío,
dime, presencia incógnita,
45 años de misteriosa compañía,
¿aún no son suficientes para entregarte,
para desvelarte a tu amigo, a tu hermano,
a tu triste doble?

¡No, no! Dime, alacrán, necrófago,
cadáver que se me está pudriendo encima
desde hace 45 años, hiena crepuscular,
fétida hidra de 800.000 cabezas,
¿por qué siempre me muestras sólo una cara?
Siempre a cada segundo una cara distinta,
unos ojos crueles, los ojos de un desconocido,
que me miran sin comprender
(con ese odio del desconocido)
y pasan: a cada segundo.

Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles,
oh hidra violácea.

Hace 45 años que te odio,
que te escupo, que te maldigo,
pero no sé a quién maldigo,
a quién odio, a quién escupo.

Dulce,
dulce amor mío incógnito,
45 años hace ya
que te amo.



Dámaso Alonso.

lunes, 19 de octubre de 2015

Diosa.






Dormida sobre el tigre,
su leve trenza yace.
Mirad su bulto.
Alienta sobre la piel hermosa,
tranquila, soberana.
¿Quién puede osar, quién sólo
sus labios hoy pondría
sobre la luz dichosa que,
humana apenas, sueña?
Miradla allí. ¡Cuán sola!
¡Cuán intacta! ¿Tangible?
Casi divina, leve
el seno se alza, cesa,
se yergue, abate; gime como el amor.
Y un tigre soberbio la sostiene
como la mar hircana,
donde flotase extensa,
feliz, nunca ofrecida.
¡Ah, mortales! No, nunca;
desnuda, nunca vuestra.
Sobre la piel hoy ígnea
miradla, exenta: es diosa.



Vicente Aleixandre.

viernes, 16 de octubre de 2015

Brisa loca.










Un esplendor sin velos en el hueco del aire
¿quién no ama a las gaviotas que desprenden tus buenos modales?
quemando impaciencias en el corazón del mar
deja ondear el ritmo de una veleta altanera
por otra parte nada es más digno de ti que
el pudor de un párpado humedecido

(pero tú te equivocas de
tristeza y de lámpara
soñadora
pequeña casa gris
tristeza de la lámpara
de las abnegaciones en el fondo marítimas
por una extraña coincidencia
camisa gris apenas
con toda el alba esencial de una botadura de barco
me deslizo camisa
hacia el infinito
me deslizo
camisa
con placer)



Juan Larrea.

jueves, 15 de octubre de 2015

El umbral de las calumnias.







El surtidor de alma donde tu esperanza se abate
es sólo una hipótesis falsa aunque bonita

Todos los jardines empiezan por sanarte
Te mueves
y la luz se enturbia
crees que evitas las zarzas y entonces es cuando tus cabellos se tornan transparentes

Comprendido por la distancia hermano de tu hermano tierra de tu tierra
el jardín te relame con motivo del jardín de tus poros

Tu frente desmigaja las tardes desde la cúspide de tus alabanzas
Hay ya algunos barquitos en tu saliva.



Juan Larrea.

miércoles, 14 de octubre de 2015

La voz a ti debida - Versos 2191 a 2219.






No quiero que te vayas
dolor, última forma de amar.
Me estoy sintiendo vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de donde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad hundida
que se niega a sí misma y se empeña
en que nunca ha existido,
que sólo fue un pretexto
mío para vivir.
Si tú no me quedaras
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo.



Pedro Salinas.

martes, 13 de octubre de 2015

Serás amor ?.






¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el mismo encuentro con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y sólo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos, con la pena y el pecho
se conquistan, en afanosas lides,
entre gozos parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el lugar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse, es porque el alma
ciegamente siente que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara
y que lo más seguro es el adiós.



Pedro Salinas.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...