viernes, 24 de junio de 2016

El niño ofrece sus ojos a los tallos del viento.


Deshechos como lechos profundos
de gestos pero descarnados dejando caer
nuestras paredes a lo largo de nuestro cuerpo
en este otoño que no osa llenar la distancia entre tus manos en este otoño desfigurado
por el color de mis desvelos

Paseando las sombrillas
de un viento de carne mis cicatrices
han olvidado sus llaves en los furtivos reflejos de las aguas
pero la canastilla que flota allí llena de pestañeos efímeros
me indemniza de tantas y tantas puertas cerradas detrás de ti

Comparte tú mi angustia y mis banderas llovedoras
vela por el canario que persigue su flauta entre mis huesos
que come y bebe las tardes en los huecos de una lengua ausente
exponiéndose a ser sorprendido demasiado lejos de mi sueño.


Juan Larrea.

jueves, 23 de junio de 2016

A tres árboles que ardieron por sus raíces en Ixtapalapa.



No del oculto cristalino riego,
árboles del solar de Ixtapalapa,
encontraron frescor.
Bajo la capa de tierra fértil encontraron fuego.

Nunca en raíces florecer tan ciego
se marchitó en cenizas. Nada escapa
al interior incendio que destapa
raíz de troncos que devora luego.

¡Oh la profunda, ardiente primavera
que dio secretas llamas como flores,
en donde nunca rosas florecieron!

Sube abrasando ramas, que no fuera
el fuego fronda si con sus ardores
no alcanzara las cumbres que antes fueron.

Manuel Altolaguirre.

miércoles, 22 de junio de 2016

A veces las más tristes.


 
A veces las más tristes realidades
no llegan por mis ojos a mi alma,
ni devastan con llantos y tormentas
las tierras interiores de mi sueño.
No me dejo apresar por lo aparente,
lo transitorio de esta vida;
sólo una brisa breve me propaga.
No soy cruel, amigos. Conocedme.
Lo inhumano de mí es que no muero.
 


martes, 21 de junio de 2016

Paisaje.



Desde lejos escucho tu voz que resuena en este campo,
confundida con el sonido de este agua clarísima 
que desde aquí contemplo;
tu voz o juventud, signo que siempre oigo
cuando piso este verde jugoso siempre húmedo.
 
No calidad de cristal,
no calidad de carne, pero ternura humana,
espuma fugitiva, voz o enseña o unos montes,
ese azul que a lo lejos es siempre prometido.
 
No, no existes y existes.
Te llamas vivo ser,
te llamas corazón que me entiende sin que yo lo sospeche,
te llamas quien escribe en el agua un anhelo, una vida,
te llamas quien suspira mirando el azul de los cielos.
 
Tu nombre no es el trueno rumoroso que rueda
como sólo una cabeza separada del tronco.
No eres tampoco el rayo o súbito pensamiento
que ascendiendo del pecho se escapa por los ojos.
No miras, no, iluminando ese campo,
ese secreto campo en el que a veces te tiendes,
río sonoro o monte que consigue sus límites,
frente a la raya azul donde unas manos se estrechan.
 
Tu corazón tomando la forma de una nube ligera
pasa sobre unos ojos azules,
sobre una limpidez en que el sol se refleja;
pasa, y esa mirada se hace gris sin saberlo,
lago en que tú, oh pájaro, no desciendes al paso.
 
Pájaro, nube o dedo que escribe sin memoria;
luna de noche que pisan unos desnudos pies;
carne o fruta, mirada que en tierra finge un río;

corazón que en la boca bate como las alas.

lunes, 20 de junio de 2016

La fuente grande o de las lágrimas.



a Federico García Lorca

Ay, fuente de las lágrimas,
ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.
El viento de la noche,
¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?
¿por qué entrecorta el agua cual mi llanto?
No le digáis al alba vuestro luto,
no le quebréis al día su esperanza
de nardo y verde sombra;
pero en la noche aguda,
sesgada por el dalle de los vientos
que no olvidan, llorad, llorad conmigo.
Llora, tú, fuente grande,
ay, fuente de las lágrimas.
Y sed ya para siempre mar salobre,
oh campos de Alfacar, tierras de Víznar.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...