viernes, 21 de abril de 2017

Centro del alma.



De ojos que ya nada ven
brotan lágrimas tan negras
que se olvidan de su oficio
de ser en la noche estrellas.

Dolor sin luz. Hoy el alma
se hunde más en sus tinieblas
porque la vida y la noche
-un mismo mar- hacen que ella
por su propio peso caiga
en oscuridad completa.

Ya su desnudo en la noche
nadie lo ve, que atraviesa
profundidades que sólo
a Dios, su centro, la acercan.

Hace tiempo que no miro sino
hacia adentro. Me llevan
por las calles lazarillos
que me toman y me dejan.

¡Ojalá tenga mi vida
luces, aunque no las vea!


Manuel Altolaguirre.

jueves, 20 de abril de 2017

Fuera de mí.



Mi cuerpo hoy me parece
un recuerdo de mí.
No es mi memoria
la que vive en mi frente,
sino mi cuerpo entero
el que está arrinconado
en ella, entre las nubes,
esperando la muerte del olvido.
Yo ya soy más que yo.
Formé mi ambiente,
me envolví con mi alma,
abandoné la vida de los hombres.
Quiero olvidar mi cuerpo,
dormirlo en mí quisiera.
Sus sueños exteriores
inundarán mi espíritu.
Poblaciones extrañas,
dioses nuevos,
elementos distintos,
lo rodeen.
Voy dictando palabras
al que yo fui en el mundo,
al que cree contenerme
debajo de sus ojos,
al que estoy dominando,
ensombreciendo,
al que escribe esta historia.


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 19 de abril de 2017

Mirar lo invisible.



La tarde me está ofreciendo
en la palma de su mano,
hecha de enero y de niebla,
vagos mundos desmedidos
de esos que yo antes soñaba,
que hoy ya no quiero.
Y cerraría los ojos
para no verlo.
Si no los cierro
no es por lo que veo.
Por un mundo sospechado
concreto y virgen detrás,
por lo que no puedo ver
llevo los ojos abiertos.


Pedro Salinas.

martes, 18 de abril de 2017

Juventud.



Así acaricio una mejilla dispuesta.
¿Me amas? Me amas como los dulces animalitos
a su tristeza mansa inexplicable.
Ámame como el vestido de seda
a su quietud oscura de noche.
Cuerpo vacío, aire parado, vidrio que por fuera
llora lágrimas de frío sin deseo.

Dulce quietud, cuarto que en pie, templado,
no ignora la luna exterior, pero siente sus pechos
oscuros no besados sin saliva ni leche.

Cuerpo que sólo por la mañana, dolido,
sin fiebre, tiene ojos de nieve tocada
y un rosa en los labios como limón teñido,
cuando sus manos quisieran ser flores casi entreabiertas.

Pero no. ¡Juventud, ilusión, dicha, calor o luz,
piso de mármol donde la carne está tirada,
cuerpo, cuarto de ópalo que siente casi un párpado,
unos labios pegados mientras los muslos cantan!

Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...