viernes, 21 de junio de 2013

Mientras haya.

Mientras haya
Alguna ventana abierta,
Ojos que vuelven del sueño,
Otra mañana que empieza.
Mar con olas trajineras
Mientras haya
Trajinantes de alegrías,
Llevándolas y trayéndolas.
Lino para la hilandera,
Árboles que se aventuren,
Mientras haya
Y viento para la vela.
Jazmín, clavel, azucena,
Donde están y donde no,
En los nombres que los mientan.
Mientras haya
Sombras que la sombra niegan,
Pruebas de luz, de que es luz
Todo el mundo, menos ellas.
Agua como se la quiera
Mientras haya;
Voluble por el arroyo,
Fidelísima en la alberca.
Tanta fronda en la sauceda,
Tanto pájaro en las ramas
Mientras haya;
Tanto canto en la oropéndola.
Un mediodía que acepta
Serenamente su sino
Que la tarde le revela.
Mientras haya
Quien entienda la hoja seca,
Falsa elegía, preludio
Distante a la primavera.
Colores que a sus ausencias
Mientras haya;
Siguiendo a la luz se marchan
Y siguiéndola regresan.
Diosas que pasan ligeras
Pero se dejan un alma
Mientras haya;
Señalada con sus huellas.
Memoria que le convenza
A esta tarde que se muere
De que nunca estará muerta.
Mientras haya
Trasluces en la tiniebla,
Claridades en secreto,
Noches que lo son apenas.
Susurros de estrella a estrella
Mientras haya;
Casiopea que pregunta
Y cisne que la contesta.
Tantas palabras que esperan,
Invenciones, clareando
Mientras haya;
Amanecer de poema.
Mientras haya
Lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
Lo que venga.




jueves, 20 de junio de 2013

Aquí, en esta orilla blanca.



Aquí,
En esta orilla blanca
Del lecho donde duermes,
Estoy al borde mismo
De tu sueño. Si diera
Un paso más, caería
En sus ondas, rompiéndolo
Como un cristal. Me sube
El calor de tu sueño
Hasta el rostro. Tu hálito
Te mide la andadura
Del soñar: va despacio.
Un soplo alterno, leve,
Me entrega ese tesoro
Exactamente: el ritmo
De tu vivir soñando.
Miro. Veo la estofa
De que está hecho tu sueño.
La tienes sobre el cuerpo
Como coraza ingrávida.
Te cerca de respeto.
A tu virgen te vuelves
Toda entera, desnuda,
Cuando te vas al sueño.
En la orilla se paran
Las ansias y los besos:
Esperan, ya sin prisa,
A que abriendo los ojos
Renuncies a tu ser
Invulnerable. Busco
Tu sueño. Con mi alma
Doblada sobre ti
Las miradas recorren,
Traslúcida, tu carne
Y apartan dulcemente
Las señas corporales
Por ver si hallan detrás
Las formas de tu sueño.
No lo encuentran. Y entonces
Pienso en tu sueño. Quiero
Descifrarlo. Las cifras
No sirven, no es secreto.
Es sueño y no misterio.
Y de pronto, en el alto
Silencio de la noche,
Un soñar mío empieza
Al borde de tu cuerpo;
En él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
Hacíamos lo mismo.
No había qué buscar:
Tu sueño era mi sueño.

miércoles, 19 de junio de 2013

Soy yo quien anda esta noche.


Soy yo quien anda esta noche
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? 


Miro en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo...
la ventana estaba abierta?
yo no me había dormido?

El jardín no estaba blanco de luna...? 

El cielo era limpio y azul... 
Y hay nubes y viento
y el jardín está sombrío...

Creo que mi barba era
negra... yo estaba vestido
de gris... y mi barba es blanca
y estoy enlutado... 


¿Es mío este andar? tiene esta voz
que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?
Soy yo...? 


O soy el mendigo que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? 

Miro en torno... Hay nubes y viento...
El jardín está sombrío...

... Y voy y vengo... 

Es que yo no me había ya dormido?
Mi barba está blanca... 

Y todo es lo mismo
 y no es lo mismo..


Juan Ramón Jiménez.

martes, 18 de junio de 2013


Walking around.


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.






lunes, 17 de junio de 2013

A un naranjo y a un limonero.


Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte! 
Medrosas tiritan tus hojas menguadas. 
Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte 
con tus naranjitas secas y arrugadas!. 

Pobre limonero de fruto amarillo 
cual pomo pulido de pálida cera, 
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo 
criado en mezquino tonel de madera! 

De los claros bosques de la Andalucía, 
¿quién os trajo a esta castellana tierra 
que barren los vientos de la adusta sierra, 
hijos de los campos de la tierra mía? 

¡Gloria de los huertos, árbol limonero, 
que enciendes los frutos de pálido oro, 
y alumbras del negro cipresal austero 
las quietas plegarias erguidas en coro; 

y fresco naranjo del patio querido, 
del campo risueño y el huerto soñado, 
siempre en mi recuerdo maduro o florido 
de frondas y aromas y frutos cargado!

Antonio Machado.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...