viernes, 26 de mayo de 2017

La voz a ti debida (Versos 702 a 739).



¡Sí, todo con exceso:
la luz, la vida, el mar!
Plural todo, plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repetición sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas,
todo a multiplicar,
caricia por caricia,
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos será el último:
¡qué vivir sin final!
Que un gran tropel de ceros
asalte nuestras dichas
esbeltas, al pasar,
y las lleve a su cima.
Que se rompan las cifras,
sin poder calcular
ni el tiempo ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregamos a ciegas
-¡exceso, qué penúltimo!-
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
-Eso no es nada, aún.
Buscaos bien, hay más-.


Pedro Salinas.

jueves, 25 de mayo de 2017

El Vivero.



Árboles sin infancia que ignoraron
la secreta niñez de la semilla,
como Eva, que nació de una costilla,
a ellos de troncos mil los arrancaron.

Para darles el ser nunca se amaron
las flores, ni entregaron a la arcilla
la semilla fecunda, fue una astilla
lo que en la tierra sin piedad clavaron.

Ya están crecidos pero, si una herida
y no el amor tuvieron como cuna,
¿qué nos puede extrañar que sea el vivero

tan triste, si sus plantas sin fortuna
al hacha deben el gozar de vida,
segunda vida sin nacer primero?


Manuel Altolaguirre.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Fin de invierno.



Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Llueve y llueve.
Aún las casas están sin ramas verdes.
Cantan, cantan los pájaros.
¿En dónde cantan los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaula.
No hay niños que los vendan.
Cantan.
El valle está muy lejos.
Nada...

Nada.
Yo no sé dónde cantan
los pájaros -y cantan, cantan-
los pájaros que cantan.



Juan Ramón Jiménez.

martes, 23 de mayo de 2017

Mi vida.



¡Roca maternal, te olvido
buscando el mar de la muerte,
dibujando un largo río
de recuerdos transparentes.

Agua primera de vida,
voy con un blanco torrente
detrás, que me empuja y brama
vida de nubes y nieves.

Mi vida riega los campos,
mi vida vuela celeste,
mi vida se queda blanca
sobre las cumbres, perenne.

Quienes se vieron en mí
me llegan por tal corriente,
asaltan mi corazón
como legiones de peces
y forman espumas blancas
que se agolpan en mis sienes.

La vejez irá delante,
hacia el mar, sin detenerse.
Mi vida está enamorada,
su prometida es la muerte.


Manuel Altolaguirre.

lunes, 22 de mayo de 2017

Árboles.



Árboles a la vía,
desenfrenados, locos,
en sucesión perenne
hacia mí, tras de mí,
detrás de los cristales.

Yo estoy quieto,
pero soy trasportado
a veces sin saberlo,
por entre los paisajes
del día y de la noche,
que se amontonan grandes
en la inmensa llanura
de detrás de mi espalda,
que, pequeños, se entran
a sumergirse en niebla
por los recintos del recuerdo.

Videncia de mis fines,
como perlas o soles,
en horizontes curvos.
Arcos. Linderos últimos
de la estación de término.

Y aún más allá del aire,
campo propicio al alma.
Ascensión milagrosa.
Asombro. Comentario.


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...