viernes, 25 de enero de 2019

Los labios.


Te besaré, total Amor, te besaré
-En torno a su retiro tan continua la fronda-
Hasta rendir por ímpetu de súplica los labios
-Sin una nube el cielo sueña con una flor-
A su más fervorosa crisis favorecida,
-Frenesí de clavel bajo el sol y el azul-
Al más irresistible paraíso evidente
-A plomo el mediodía sobre nuestras dos sombras-
Que nos embriagará de inmortal realidad.
¡Tesón en la ternura, éxtasis conquistado!


jueves, 24 de enero de 2019

Rosa, pompa, risa.


Con la primavera
mis sueños se llenan
de rosas, lo mismo
que las escaleras
orilla del río.

Con la primavera
mis rosas se llenan
de pompas, lo mismo
que las torrenteras
orilla del río.

Con la primavera
mis pompas se llenan
de risas, lo mismo
que las ventoleras
orilla del río.

Juan Ramón Jiménez.

miércoles, 23 de enero de 2019

Hacia el amor sin destino.


Siento el silencio como esa piedra blanca que resbala
sobre el corazón de las madres,
y no tengo fuerzas más que para perdonaros
a todos el mal que me habéis hecho, sin ignorarlo,
con la forma de vuestra sombra cuando pasabais.
Sois todos tan claros, transparentes como la yedra,
 y yo puedo uno a uno prescindir de mis sentimientos,
que no me hacen ya cosquillas con ese cono doloroso
que me he quitado de los ojos.
La avispa dulce, la sin igual dulzura
que apagaba la luz bajo la carne
cuando daba la sensación del dolor dispensando la muerte,
ese minuto tránsito que consiste en firmar con agua sobre una cuartilla,
blanca, aprovechando el instante en que el corazón retrocede.
Es tarde para pensarlo.
Siempre esta sensación de tardanza
ha dado lugar a que creciese una rosa sobre un hombro,
a que un labio volase sin oírse,
a que tu realidad viva se desvaneciese como un aire que se eleva.
La caduca forma del papel sobre el que se apoya tiernamente la mejilla no engaña,
suspira y no responde, oculta la armazón de sus huesos,
la instantánea mariposa de níquel que late bajo su superficie encerada.
No me preguntes más. Descansa.
Evoca la salvación de las manos, ese esmerado vuelo
en que la arribada está prevista a unos montes de terciopelo,
donde los ojos podrán al cabo presenciar un paisaje caliente,
una sueve transición que consiste en musitar un nombre
en el oído mientras se olvida que el cielo es siempre el mismo.
Duerme, muchacha. Aguza la calidad de tus uñas,
mientras se embota la sensibilidad de tu pecho distraído
en convertirse en una bahía limitada,
en una respiración con fronteras a la que no le ha de sorprender la luna nueva.
Tienes un rostro abandonado. Esa laxitud no es la de tus miembros.
Esa quietud que proclama con su signo la vigencia del día
es una pura mentira que se evade,
que no puede irse y que acaba convirtiéndose en vegetal.
No permanezcas, crece pronto. No me mientas una lágrima de mercurio
que horade la tierra y se estanque, que no acierte a buscar la raíz
y se contente con los labios, con esa dolorosa saliva que resbala
 y que me está quemando mis manos con su historia,
con su brillo de cara reinventada para morir en el arroyo que ignoro entre las ingles.


Vicente Aleixandre.

martes, 22 de enero de 2019

Lo invisible, sombras.


No te puedo ver.
Me engañas.
Te encubres.
No te puedo ver.
Quítate esas sombras,
quítate eso que enturbia tu piel,
que me hace odiarte,
que hace que ahora no te pueda ver.
Navegué mucho contigo,
y no eres quien debes ser.
No es el sol quien te ha quemado,
ni el mar quien doró tu tez ir;
Esa oscuridad te nace de adentro.
No eres ya aquel claro amigo iluminado
con quien tanto navegué.

Manuel Altolaguirre.

lunes, 21 de enero de 2019

¿Por qué querer deshacer un nudo que Dios ha hecho?.


¿Por qué querer deshacer
un nudo que Dios ha hecho?
Sí, yo sé que los dos hilos
andaban flotantes, sueltos:
pero un día sopló un viento
que venía de lo alto,
que los empujó uno a otro.
Y al tocarse se enlazaron,
se estrecharon, sin remedio.
¡Qué nudo ya entre dos vidas!
¡Qué punto en que dos destinos
al apretarse, cruzados
con el calor de dos cuerpos,
crean un destino nuevo:
las almas indisolubles!
Y un día nos encontramos los dos
llorando ante el nudo estrecho.
¿Cortarlo? Tú lo quisiste.
Tentaciones de cuchillo
te brillaron por momentos.
Pero si el nudo cortabas
te cortarías tu hilo,
y el mío, a mí, porque en él
estamos los dos unidos.
Cortar un nudo es cortarse
los dos hilos que lo hicieron.
¿Desenredarlo? Las manos
lloraron de pena larga,
porque el alma no quería
y lo intentaban los dedos.
¡No lo toques! ¡Déjalo!
Resístete, si tú quieres,
a que el viento antiguo siga
acercándonos, haciendo
nuestro nudo más estrecho.
Vuelve a ser el hilo tuyo,
libre, suelto. Nuestros hilos
volverán a separarse
como si fueran distintos.
Pero allá atrás quedará
-¡no la mates!- la memoria
viva de haber sido más
que dos pobres vidas sueltas.
Y el recuerdo de ese nudo
en que los dos fuimos uno,
porque queríamos serlo,
ha de durar, sin atarnos,
no ya como nudo, no,
sino como lazo eterno:
voluntad de no soltarse
de algo que nunca se suelta,
amor, lazo, en nuestros pechos.

Pedro Salinas.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...