viernes, 30 de junio de 2017

No son recuerdos.



El tiempo es una llanura
y mi memoria un caballo.

Jinete suyo, yo voy
a oscuras por ese campo
sin detenerme en recuerdos
fugaces como relámpagos.

Mi caminar por el tiempo
tan sólo tiene un descanso
en el año de tu muerte
-isla de luto y de llanto-.

Plaza de mármoles fríos
y luna yerta. Me paro
deteniendo mi memoria
desbocada con espanto.

Junto al ciprés de tu sueño
para verte descabalgo.

No son recuerdos, que es vida
y verdadero el diálogo
que contigo tengo, madre,
cuando aquí nos encontramos.


Manuel Altolaguirre.

jueves, 29 de junio de 2017

Variación X. Circo de alegría.



Tanto sol, tanta curva, tantos blancos
                    a mucho más aspiran.

Estas esbeltas formas que las olas,
                    -apuntes de Afroditas-,

inventan por doquier, ¿van a quedarse
                    sin sus diosas, vacías?

No; por numen secreto convocadas
                    acuden las olímpicas.

Vuelve el mar a su tiempo el inocente,
                    ignorante de quillas,

sin carga de mortales, suelo undoso
                    de las mitologías.

Con verdes curvas, con espumas vagas,
                    la luz, primera artista,

modela para diosas inminentes
                    hechuras fugitivas.

Un gran hervor de cuerpos en proyecto
                    alumbra la marina.

No hay onda que no sueñe en dar su carne
                    transparente a una ninfa.

Viento tornero en blanda masa verde
                    redondeces perfila.

Juntos surten la diosa, y a su lado
                    afán que la persiga.

Gozosa crin despliega el hipocampo:
                    va en su grupa, cautiva,

altas quejas de espuma dando al aire,
                    Nereida estremecida.

Hay torsos verdes, hay abrazos truncos,
                    todo son tentativas,

deseos que se alzan, casta espuma;
                    fugas hay, ligerísimas.

Cuerpo saltante de una cresta en otra,
                    escápase la ondina

de un ansia que se muere en mil cristales,
                    monstruo que la quería.

Hay blancuras que logran entenderse,
                    amores que se inician;

en la mañana estrenan sus idilios
                    fábulas, a la vista.

¿Olas? Tetis, Papone, Calatea,
                    glorias que resucitan.

Resurrección es esto, no oleaje,
                    querencia muy antigua.

Si el agua que dio bulto a ninfa rápida
                    muere, apenas erguida,

si espuma que soñaba en durar mármol,
                    desfallece en la orilla,

de entre tanto fracaso, ellas, las diosas,
                    se salvan, infinitas.

Se hunden las cien, las mil, las incontables
                    figuras cristalinas;

de una en otra, evadiéndose, ligeras
                    permanecen las ninfas.

Tejiendo, destejiendo, permanecen
                    sobre fúlgida pista,

juegos de raudo amor, las figurantas
                    de la ópera divina.

El mar se ciñe, más y más redondo,
                    cerco de la alegría.

Y se colman de asombro, en una playa,
                    dos ojos, que lo miran.



Pedro Salinas.

miércoles, 28 de junio de 2017

La tierra yerma.



La tierra yerma, sin árbol
ni montaña, el cielo seco,
huérfano de nube o pájaro;
tan quietos los dos, tan solos,
frente a frente tierra y cielo,
paralelismo de espejos,
que ahora no hay lejos ni cerca,
alto o bajo, mucho o poco,
en el universo,
¡Dulce muerte de medidas,
guiño de infinito!
Pero de un surco se vuela
un pájaro primerizo.
Y todo vuelve a ordenarse
por la pauta de su sino.
Ya la tierra está aquí abajo
y el cielo allí arriba puesto,
ya la llanura es inmensa
y el caminante pequeño.
Y ya sé lo que está lejos:
dicha, gracia, paz o logro.
Y ya sé lo que esta cerca:
el corazón en el pecho.


Pedro Salinas.

martes, 27 de junio de 2017

Sobre el mar.



No puedo saber las horas
que llevo lejos de ti.

Un sol insistente
impide que el tiempo pase.
No llega la noche nunca.
Yo vuelo bajo una luz que es la muerte,
luz que ronda el mundo tuyo;
luz que si yo no corriera,
tanto como el astro corre,
fuera para mí la aurora.

Dichosa tú,
que no tienes luz constante,
tú que gozas en el alma
noche y día.

No sabes lo que es perderse
iluminado e insomne
por el espacio, entre nubes,
sin ser ángel, sin ser ángel.


Manuel Altolaguirre.

lunes, 26 de junio de 2017

Soledades.



Todas las soledades -grises víboras- muerden
la duda que taladra mis sienes abatidas.
Nadie finge camino en torno de mis plantas
que repliegan, medrosas, su impulso derrotado.

¡Soledad de mi frente !
Un residuo de sueños la empolva de ceniza.
-¡Qué siniestra bandada de ideas en delirio
entrega al huracán su pálido plumaje!-.

¡Soledad de mis labios! Escondida zozobra
de los besos en flor que no abrasa el estío,
nostalgia de capullo condenado a vivir
su eterna adolescencia.

¡Soledad de mis manos! Inefable tortura
del gesto que se duerme en trance de caricia.
¿Para qué la ansiedad que entreabre mis palmas
si adhieren a su curva inútiles vacíos?

Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida...
¡ Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente !


Ernestina de Champourcín.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...