viernes, 27 de diciembre de 2013

Sé todos los cuentos.



Yo no sé muchas cosas, es verdad. 
Digo tan sólo lo que he visto. 
Y he visto: 
que la cuna del hombre la mecen con cuentos, 
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, 
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 
que los huesos del hombre los entierran con cuentos, 
y que el miedo del hombre... 
ha inventado todos los cuentos. 
Yo no sé muchas cosas, es verdad, 
pero me han dormido con todos los cuentos... 
y sé todos los cuentos.

León Felipe.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Palinodia de la esperanza divina.



Era aquel que cruzábamos, camino 
Abandonado entre arenales,
Con una higuera seca, un pozo, y el asilo
De una choza desierta bajo el frío.
Lejos, subiendo entre unos riscos,
Iba el pastor junto a sus flacas cabras negras. 
Cuando tras de la noche larga la luz vino, 
Irisando la escarcha sobre nuestros vestidos, 
Faltas de convicción, las cosas escaparon 
Como en un sueño interrumpido.

Padecíamos hambre, gran fatiga.
Al lado de la choza hallamos una viña 
Donde un racimo quedaba todavía, 
Seco, que ni los pájaros lo habían
Querido. Nosotros lo tomamos:
De polvo y agrio vino el paladar teñía. 
Era bueno el descanso, pero
En quietud la indiferencia del paisaje aísla, 
Y añoramos la marcha, la fiebre de la ida.

Vimos la estrella hacia lo alto
Que estaba inmóvil, pálida como el agua 
En la irrupción del día, una respuesta dando 
Con su brillo tardío del milagro
Sobre la choza. Los muros sin cobijo
Y el dintel roto se abrían hacia el campo, 
Desvalidos. Nuestro fervor helado
Se volvió como el viento de aquel páramo.
Dimos el alto. Todos descabalgaron. 
Al entrar en la choza, refugiados 
Una mujer y un viejo sólo hallamos.

Pero alguien más había en la cabaña:
Un niño entre sus brazos la mujer guardaba. 
Esperamos un dios, una presencia
Radiante e imperiosa, cuya vista es la gracia, 
Y cuya privación idéntica a la noche 
Del amante celoso sin la amada.
Hallamos una vida como la nuestra humana, 
Gritando lastimosa, con ojos que miraban 
Dolientes, bajo el peso de su alma
Sometida al destino de las almas,
Cosecha que la muerte ha de segarla.

Nuestros dones, aromas delicados y metales puros,
Dejamos sobre el polvo, tal si la ofrenda rica 
Pudiera hacer al dios. Pero ninguno
De nosotros su fe viva mantuvo,
Y la verdad buscada sin valor quedó toda, 
El mundo pobre fue, enfermo, oscuro. 
Añoramos nuestra corte pomposa, las luchas y las guerras,
O las salas templadas, los baños, la sedosa
Carne propicia de cuerpos aún no adultos,
O el reposo del tiempo en el jardín nocturno, 
Y quisimos ser hombres sin adorar a dios alguno.

Luis Cernuda.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Penúltimas palabras.




Mientras las estrellas brillan temblorosas,
Te diré una palabra sencilla y antigua,
Palabra siempre dicha, pero nunca entendida,
Palabra que tan sólo de tú a tú comprendemos:
Te amo.

La noche vasta ensancha tu dulce presencia.
Secretamente te hablo retorciendo mi angustia.
Secretamente sufro por algo prohibido
Y es sencillo y terrible como tú si me miras:
Te amo.

La muerte sólo brilla con tranquilas estrellas.
Sus párpados son lentos; su silencio es antiguo;
Sus manos que no tocan me adivinan en sombra;
Su gloria es un secreto.

Regia amante nocturna de senos glaciales,
Cielo de la hermosura más allá de mi dicha
Y mi amor, y mi canto, y mi vuelo más loco,
¡También yo he de callarme!


Gabriel Celaya.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...