viernes, 22 de noviembre de 2013

La muchacha dorada.




La muchacha dorada
Se bañaba en el agua
Y el agua se doraba.

Las algas y las ramas
En sombra la asombraban,
Y el ruiseñor cantaba
Por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,
Turbia de plata mala,
Con peladas montañas
Bajo la brisa parda.

La muchacha mojada
Era blanca en el agua
Y el agua, llamara.

Vino el alba sin mancha,
Con mil caras de vacas,
Yerta y amortajada
Con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas
Se bañaba entre llamas,
Y el ruiseñor lloraba
Con las alas quemadas.

La muchacha dorada
Era una blanca garra
Y el agua la doraba.






jueves, 21 de noviembre de 2013

Calle del Arrabal.



Se me quedó en lo hondo
una visión tan clara,
que tengo que entornar los ojos 
cuando intento recordarla.

A un lado, hay un calvero de solares
en frente, están las casas alineadas
porque esperan que de un momento a otro
la Primavera pasará.

Las sábanas,
aún goteantes, penden de todas las ventanas,
el viento juega con el sol en ellas
y ellas ríen del juego y de la gracia.

Y hay las niñas bonitas
que se peinan al aire libre.

Cantan los chicos de una escuela la lección.
Las once dan.

Por el arroyo pasa un viejo cojitranco
que empuja su carrito de naranjas.



Dámaso Alonso.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cuánto rato te he mirado.



¡Cuánto rato te he mirado
Sin mirarte a ti, en la imagen
Exacta e inaccesible
Que te traiciona el espejo!
"Bésame", dices. 
Te beso,
Y mientras te beso pienso
En lo fríos que serán
Tus labios en el espejo.
"Toda el alma para ti",
Murmuras, pero en el pecho
Siento un vacío que sólo
Me lo llenará ese alma
Que no me das.
El alma que se recata
Con disfraz de claridades
En tu forma del espejo.

Pedro Salinas.

martes, 19 de noviembre de 2013

Ya se acortan las tardes.




Ya se acortan las tardes, ya el poniente 
Nos descubre los más hermosos cielos, 
Maya sobre las apariencias velos 
Pone, dispone, claros a la mente.

Ningún engaño en sombra ni en penumbra, 
Que a los ojos encantan con matices 
Fugitivos, instantes muy felices 
De pasar frente al sol que los alumbra.

Nos seduce este cielo de tal vida, 
El curso de la gran Naturaleza 
Que acorta la jornada, no perdida 
Si hacia la luz erguimos la cabeza.

Siempre ayuda la calma de esta hora, 
Lenta en su inclinación hasta lo oscuro, 
Y se percibe un ritmo sobre el muro 
Que postrero fulgor ahora dora.

Este poniente sin melancolía 
Nos sume en el gran orden que nos salva, 
Preparación para alcanzar el alba, 
También serena aunque mortal el día.


Jorge Guillén.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La mujer manchega.



La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes 
Esquivias, Valdepeñas, La novia de Cervantes, 
y del manchego heroico, el ama y la sobrina 
(el patio, la alacena, la cueva y la cocina, 
la rueca y la costura, la cuna y la pitanza), 
la esposa de don Diego y la mujer de Panza, 
la hija del ventero, y tantas como están 
bajo la tierra, y tantas que son y que serán 
encanto de manchegos y madres de españoles 
por tierras de lagares, molinos y arreboles.

Es la mujer manchega garrida y bien plantada, 
muy sobre sí doncella, perfecta de casada.

El sol de la caliente llanura vinariega 
quemó su piel, mas guarda frescura de bodega 
su corazón. Devota, sabe rezar con fe 
para que Dios nos libre de cuanto no se ve. 
Su obra es la casa —menos celada que en Sevilla, 
más gineceo y menos castillo que en Castilla—. 
Y es del hogar manchego la musa ordenadora; 
alinea los vasares, los lienzos alcanfora; 
las cuentas de la plaza anota en su diario, 
cuenta garbanzos, cuenta las cuentas del rosario.

¿Hay más?  Por estos campos hubo un amor de fuego, 
dos ojos abrasaron un corazón manchego.

¿No tuvo en esta Mancha su cuna Dulcinea? 
¿No es el Toboso patria de la mujer idea 
del corazón, engendro e imán de corazones, 
a quien varón no impregna y aun parirá varones?

 Por esta Mancha -prados, viñedos y molinos- 
que so el igual del cielo iguala sus caminos, 
de cepas arrugadas en el tostado suelo 
y mustios pastos como raído terciopelo: 
por este seco llano de sol y lejanía, 
en donde el ojo alcanza su pleno mediodía 
(un diminuto bando de pájaros puntea 
el índigo del cielo sobre la blanca aldea, 
y allá se yergue un soto de verdes alamillos, 
tras leguas y más leguas de campos amarillos), 
por esta tierra, lejos del mar y la montaña, 
el ancho reverbero del claro sol de España, 
anduvo un pobre hidalgo ciego de amor un día 
-amor nublóle el juicio: su corazón veía-.

Y tú, la cerca y lejos, por el inmenso llano 
eterna compañera y estrella de Quijano, 
lozana labradora fincada en tus terrones 
-oh madre de manchegos y numen de visiones-, 
viviste, buena Aldonza, tu vida verdadera 
cuando ta amante erguía su lanza justiciera, 
y en tu casona blanca ahechando el rubio trigo.
Aquel amor de fuego era por ti y contigo.

Mujeres de la Mancha con el sagrado mote 
de Dulcinea, os salve la gloria de Quijote.






El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...