jueves, 11 de octubre de 2018

El más pueril.


¿Quién más pueril que este gato pueril,
Quién sin cesar más niño?
Triscador, caprichoso, zahorí,
¡Cómo saca partido.
De cualquier elemento que pueda remover,
Bola, flor o cordel !
Criatura inocente creando paraíso,
¿Quién con más absoluto no saber de la muerte?
Juega, mortal sin dios: tu cielo es el olvido.


Jorge Guillén.

miércoles, 10 de octubre de 2018

El pueblo está en la ladera.


Las casas se levantan
apenas, chaparro o piedra
agazapada que se aprieta o ahínca
contra la tierra, con un mísero espanto.

Un montón de pedruscos
se ve, y un vano en medio,
y cubriéndolos un techizo musgoso
en invierno, polvoriento en verano,
con lagartos tranquilos al sol que horrible abrasa.

Unas manos rugosas,
manos que aparecieron despacio en esos brazos,
con cuánta enorme dificultad,
hasta cuajar torpísimas, corteza dura y hueso,
carne apenas sentida, apenas irrigada o fresca a veces.
Unas manos, día a día
fueron poniendo piedra sobre piedra.
Piedra gris, apurada, como caída, tal y como cayó
de un cielo roto, que así es esa cantera, ese montón injusto
que en la altura desafía a estos hombres.

Un cielo desfondado, catástrofe de cielo,
que un día diera origen a esta montaña inmensa,
montón incalculable donde las manos rotas, sucesivas,
a buscar se arrastraban.

Y aquí están esas casas, cubiles solitarios
o, mejor, acarrados, agrupados con miedo,
casi en montón también, piedra junto a otra piedra,
casi humanas tocándose.

Arriba está ese monte, monte o montaña hirviente
que en su entraña solo piedras agita, y en su ladera el pueblo,
si no caído, hecho allí por los hombres.
Allí arrastrado y allí al fin detenido
casi sobre el abismo o su figura;
al fondo solo el llano.

Este pueblo ha dormido
años o siglos. Cochiqueras, cubiles.
Porquerizas se llamaba en la Historia.
Sobre el remoto llano, allí sin límites,
se ve un mapa extendido.
Guadalix está próximo.
Y es Bustarviejo este otro.
Y a la derecha Chozas -más chozas y aún más chozas-.
Y más allá, a la izquierda, ese otro grupo:
Torrelaguna. ¿Torre? Cual siempre. ¿Laguna? ¡Dios la diera!
Y al fondo Cabanilias. Y Navalafuente.
Colmenar más visible. Colmenar Viejo.
Todo antiguo, y lo mismo.
Y el llano inmenso, hermoso; pero no para el hombre.

La cañada está próxima y sus ráfagas claras.
El fresco río infante, recién nacido, ajeno
a su fin allá lejos en el Tajo imponente.
Y arriba la Morcuera, el puerto que un boquete
abre y se da a otro llano, feraz ahora y diverso.

Por el camino un día, senda o trocha avanzando,
rumbo a ese puerto, acaso a un monasterio allí en el valle
de Rascafría, pasó un cortejo extraño. Soledad de la Historia
que el tiempo nombra o dice o moteja. Leyenda,
diosa aún menor que vaga sin precisión y apenas
pasa un momento grácil o irónica. La reina,
bajo ese mote, siglo XVI o centuria
XVII, iba despacio en silla, en litera es más justo,
rumbo a sus devociones en el viejo cenobio.
Atravesó la nieve penosa, la ladera, se reposó un momento.
Allá, allá más arriba, la Morcuera nombrada.
Y de pronto, ¿qué es eso más bajo? El dedo fútil
señaló. -Mira-. Ondulan silvestres. -Mira: flores-.
Miraflores. La reina bautizó los cubiles,
las grises cochiqueras agrupadas.
Miraba seguramente flores, solo flores.
Morada la flor del castigado cantueso,
la amapola si acaso.
Y Porauerizas fue Miraflores. Dicen.

No, la leyenda engaña.
Los ojos verdes ciegos
no miraron un pueblo, sino flores perdidas.

Vicente Aleixandre.

martes, 9 de octubre de 2018

Vida-Esperanza.


Helo, por fin, bien despierto
Frente a frente a la Jornada,
Que se extiende por un aire
Pronto a entregar la mañana
Siempre ignota, nunca neutra,
Turbia tal vez y entreclara,
Pero sin cesar atmósfera
Que los pulmones y el alma
Respiran sin distinguir
Entre el aire y la sustancia
Por el difusa, visible
Bajo forma de esperanza.
El despierto respirando
En su interior la derrama
De modo tan natural
Que no sabe de ella nada,
Y solo vivir consigue
Mientras de un instante pasa
Mal y bien al otro instante,
Y algo ya inminente aguarda
Dispuesto a ser realidad
Que se incorpore a la gana
Tan continua de una vida
Solo vida en su esperanza.

Jorge Guillén.

lunes, 8 de octubre de 2018

Mariposa.


En el fuego o en la rosa
estás perdiendo la vida.
Buscas la luz
y te vuelves ceniza.
Vas por aroma
y te hiere la espina.

Abre tus alas
que quiero leer tus heridas.


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...