jueves, 5 de diciembre de 2019

Cuba dentro de un piano.


Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa
por sombrero y el humo de los barcos
aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor
que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe
sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió.
Tuvo la culpa el dinero...
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después...
fue cuando al SÍ lo hicieron YES.

Rafael Alberti.

martes, 3 de diciembre de 2019

Dos caminantes - Amparo y Gabriel Celaya.-



El quieto allá, entre máquinas.
Y ella pasaba justa, con su cuerpo preciso,
en calle clara.
Día a día la luz, al fondo el monte verde,
y mar, mar o su son;
suprema limpidez, la espuma al lejos.
Si luz y sombra se confunden, únicas,
en la penumbra enamorada, y brillan,
su resplandor se vierte y, más, se rinde, ondea
cuando sobre las piedras vivas queda a solas.
Pero aquí luz y sombra una tarde de abril bóveda dulce hicieron,
no helor, mas halo o nimbo.
Como el sol cuando cae y las cosas brillar se ven:
la luz emana de ellas.
Así él pasó y ella quedó, o fue a la inversa, y, juntos,
como el sol en la luz, sus sombras fueron.

Poco a poco la vida, como una mano les extrajo y puso
donde hubieran de estar, y allí se miran.
A veces un error es vida en tera;
a veces una luz u olvido pasa
y restablece el ser, que nace y aún pregunta.

La misma voz responde, y es otra; o es otra boca
que con un beso acalla, y le habla el mundo.

Vivir es hacer más, como entender mirar
y ver. Las máquinas prosiguen,
p,ero su son cambió. Su aceite es cálido
como el sudor humano, y su correa quema
cual la piel de la mano que ahora tócala.

Al fondo Urgull o Ulía, montes que se harían seno
para nutrir al hombre que en las nieblas jadea.
La cuidad toda late como un cuerpo cansado.
Junto al humo y las fábricas tendido, y cae la noche.

Ella fresca como la flor, lozana al despertar,
y no al día: al vivir.
El, sentido, vivido, pero naciendo acaso,
más reciente a la vida: el hombre nuevo llora,
exige como el niño. Son azules sus ojos.

La verdad en las manos como una luz es ella
quien la ofrece, y él bébela.
Beberla es conocerla, conocerse.
Y él brilla, desde dentro. Y se callan.

La ciudad queda lejos. Lejos el mar.
Hay mares diferentes, abajo, y un camino de abrojos.
De la mano caminan por la llanura sorda bajo un sol calcinado.
Suben sierras, horadan cañadizos, vadean
arroyos, ríos calientes, llanto y sombra en los bordes.
Al fin juntos hoy llegan: de repente la mar,
los mares, los no-límites. Multitud: en ti súmense.

Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...