viernes, 26 de septiembre de 2014

Anillo.





Ya es secreto el calor, ya es un retiro
de gozosa penumbra compartida.
Ondea la penumbra. 
No hay suspiro flotante.
Lo mejor soñado es vida.

El vaivén de un silencio luminoso
frunce entre las persianas una fibra
palpitante. querencia del reposo:
una ilusión en el polvillo vibra.

Desde la sombra inmóvil, la almohada
brinda a los dos, felices, el verano
de una blancura tan afortunada
que se convierte en sumo acorde humano.

Los dos felices, en las soledades
del propio clima, salvo del invierno,
buscan en claroscuros sin edades
la refulgencia de un estío eterno.

Hay tanta plenitud en esta hora,
tranquila entre las palmas de algún hado,
que el curso del instante se demora
lentísimo, cortés, enamorado.

¡Gozo de gozos: el alma en la piel,
ante los dos el jardín inmortal,
el paraíso que es ella con él,
óptimo el árbol sin sombra de mal!

Luz nada más. 
He ahí los amantes. 
Una armonía de montes y ríos,
amaneciendo en lejanos levantes,
vuelve inocentes los dos albedríos.

¿Dónde estará la apariencia sabida?
¿Quién es quien surge? 
Salud, inmediato siempre, palpable misterio: 
presida forma tan clara a un candor de arrebato.

¿Es la hermosura quien tanto arrebata,
o en la terrible alegría se anega
todo el impulso estival? 
-¡Oh beata furia del mar, esa ola no es ciega!-

Aun retozando se afanan las bocas,
inexorables a fuerza de ruego.
-Risas de Junio, por entre unas rocas,
turban el límpido azul con su juego.-

¿Yace en los brazos un ansia agresiva ?
Calladamente resiste el acorde.
-¡Cuánto silencio de mar allá arriba!
Nunca hay fragor que el cantil no me asorde.-

Y se encarnizan los dos violentos
en la ternura que los encadena.
-El regocijo de los elementos
torna y retorna a la última arena.-

Ya las rodillas, humildes aposta,
saben de un sol que al espíritu asalta.
-El horizonte en alturas de costa
llega a la sal de una brisa más alta.-

¡Felicidad! El alud de un favor
corre hasta el pie, que retuerce su celo.
-Cruje el azul. Sinuoso calor
va alabeando la curva del cielo.-

Gozo de ser: el amante se pasma.
¡Oh derrochado presente inaudito,
Oh realidad en raudal sin fantasma!
Todo es potencia de atónito grito.

Alrededor se consuma el verano.
Es un anillo la tarde amarilla.
Sin una nube desciende el cercano
cielo a este ardor. 
¡Sobrehumana, la arcilla!



Jorge Guillén.

jueves, 25 de septiembre de 2014

El Escucha.






Sobre el agua, una sombra
vuela en silencio.
Está sin puente el río,
sin luna el cielo.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Resbalando en la noche
se escapa el día.
El soldado, a la estrella
su suerte fía.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Entre estrella y estrella
vuela la sombra.
Los ojos de los soldados
cuentan las horas.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Mientras cuenta, la sombra
se va acercando...
(Baja está la llanura
y el monte es alto).


Naranjales quemados.
Tierra sin sol.
La rama del invierno
Larga y sin flor.





Emilio Prados.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Amor solo.





Sólo el Amor me guía.
Sólo el Amor y no ya la esperanza,
sólo el Amor y ni la fe siquiera.
El Amor solo.
Tú, amada, a quien ame
y no sé si desamo;
vosotras, mis amantes, que me amasteis,
que me amáis todavía, que ancorasteis
de ancla o de cruz de amor hasta la muerte
vuestros leales corazones míos:
quedaos lejos, más lejos. 
E invisible, ya irreal, fantasmal, tú, mi penúltima,
lejos, más lejos, no te necesito.
Es el Amor, solo el Amor, sin nadie,
quien se mueve y me embriaga y me Iibera
y en su reino de Iuz soy todo alas.
Amor, Amor, por fin te veo y te creo.
veo, toco tu faz sin antifaces.
Sí, ya eres tú, la fiera de tus ojos
sigue siendo la misma, la que ardía
- taimada y doble ascua, infierno en cielo -
asomando a La tela sin pestañas
- merco de ojales crueles de tijera -
de las sedas extrañas que abultaban
narices deshonestas, que a las bocas
no querían cubrir, pozos impúdicos
si abiertas, flores si cerradas,
vírgenes flores misteriosas, serias.
Pero tú, mi Amor solo, tú, mi pascua,
fuiste dejando deshojar el lastre
de tus sedosas máscaras: la verde,
la de rústica rosa ensangrentada,
La de amarilla palidez dulcísima,
la negra acuchillada de fulgores.
Mis manos, torpes, las acariciaban,
querían desgajarlas, pero en vano.
Ellas reían o quizá lloraban,
mientras mis dedos patinaban sedas
y ni un pliegue fruncían.
Y, ensortijando atrás cabellos de humo,
del enigma luzbel se consolaban.
Tú, mi incesante, océano sin fondo
bajo La espuma varia de colores,
esperabas la fecha, mi desánimo,
mi reniego y renuncia,
mi cerrar de ojos crédulos,
para calladamente desprenderte
de la hoja o antifaz, roto el pedúnculo.
Y al alzar yo mis párpados
no te reconocía.
Tardaba en darme cuenta meses, años,
de que era un nuevo carnaval, un símbolo
de otro matiz quien con los mismos ojos
- de otro timbre también pero La luz
magnética La misma - mujer nueva,
eterno amor mentido, me esperaba.
No, Amor sin ella, Amor definitivo,
mi Amor, ya para siempre y descubierto,
Amor vacante, Amor o acaso muerte,
mi antiyó, mi antivida,
tú, mi Amor, mío, eternidad lograda,
cielo en la tierra, ancla de Dios
descendida a mi arena submarina
entre un fragor sublime de cadenas.
No. Tú, Amor mío, no eres ellas, no,
sino quien tras de ellas se escondía.
Y yo, en tu rayo y rayo, yo en tu hierro,
celeste Amor después de las mujeres,
- oh revés, mascarilla de la amada,
cóncavo encuentro de último infinito -
yo, vaciado en ti, tu forma beso.



Gerardo Diego.

martes, 23 de septiembre de 2014

La voz a ti debida. - Versos 102 a 126





¡Si me llamaras, sí; 
si me llamaras! 
Lo dejaría todo, 
todo lo tiraría: 
los precios, los catálogos, 
el azul del océano en los mapas, 
los días y sus noches, 
los telegramas viejos 
y un amor. 
Tú, que no eres mi amor, 
¡si me llamaras! 
Y aún espero tu voz: 
telescopios abajo, 
desde la estrella, 
por espejos, por túneles, 
por los años bisiestos 
puede venir. No sé por dónde. 
Desde el prodigio, siempre. 
Porque si tú me llamas 
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!» 
será desde un milagro, 
incógnito, sin verlo. 
Nunca desde los labios que te beso, 
nunca desde la voz que dice: "No te vayas".



Pedro Salinas.

      Eternidad. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo. Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. Conocer la...