viernes, 29 de junio de 2018

El interior del brazo.



Algo se aúna, exige.
Exige un cruce por ei arduo paso: la muñeca.
Allí mezclados, alguien diría que sin orden,
desfilan cautamente los azules,
los blancos, remejiéndose.
Un túnel, cauce, foso,
por donde a oscuras cruza
la humana voluntad rumbo a su origen.
En secretas corrientes pasan allí delgadas
las órdenes, tirantes, hasta su cumplimiento.
Y anegadas y enjutas como un rayo
se alumbran: ¡son, emergen!
En el rico alimento
que imparte, y color sirve.
O enjutas cuando suben
en confusión, y vibran:
un relámpago, y basta.

Por ese estrecho cauce sube toda
la delgada verdad que aquí se aquieta:
como una flecha oculta
corre por ese brazo y va a los centros.
Hombre o aire en que pasa
la desprendida flecha y el corazón la acepta.
¡Allí, vibrante!

Por ese brazo rosa, blanco, cárdeno,
azul, va el iris, rojo solo en su paroxismo,
mas la escala secreta, la luz,
completa pasa y despeña en los pozos.

Brazo de voluntad
humana. Sí, materia
que algo estruja, y obtiene.
Allí el músculo sufre
una presión: ya es forma.
Casi elegante aduce
su exhalado poder: quehacer exige.

El mundo, ahora ofrecido, masa ciega,
inerme: allí un destino.
En él el brazo cúmplese.
El mundo, hijo del brazo;
consecuente verdad.
Tú, padre: el hombre.


Vicente Aleixandre.

jueves, 28 de junio de 2018

La partida de baile.



¡Coñac y compás y pasos,
ágiles pasos graciosos
de quienes figuran casos
de cortesías y acosos!

Jóvenes, sí.
No hay reserva
que oponga su contrapunto.
Música es mágica sierva.
Todo nos lo ofrece junto.

Profundamente se enlaza
la alegría en doble aliento
con un ímpetu de caza
volante por este viento.

A las parejas responde
gracia despacio bebida.
Giro a giro van adonde
la vida no es más que vida.

¡Oh noche de labio a labio
tan dulcemente dispuesta!
nada es ahora más sabio,
nada es más eterno.
¡Fiesta!

Jorge Guillén.

miércoles, 27 de junio de 2018

Hombres Inmóviles.


Hombres inmóviles
decorando jardines junto al mar,
y flores paseantes,
árboles de negocios
y plantas comerciales
recorriendo el asfalto
en confusa rutina;
tropel que perseguía
a un árbol grande en fuga,
acusado de no sé qué delito
contra la propiedad.


Manuel Altolaguirre.

martes, 26 de junio de 2018

Ante el espejo.


Como un fantasma que de pronto se asoma
y entre las cortinas silenciosas adelanta su rostro y nos mira,
y parece que mudamente nos dijera...

Así tú ahora, mientras sentada
ante el vidrio elevas tus brazos,
componiendo el cabello que, sin brillo, organizas.
Desde tu espalda te he mirado en el espejo.
Cansado rostro, cansadas facciones silenciosas
que parecen haberse levantado tristísimas
como después de un largo esfuerzo
que hubiese durado el quedar de los años.
Como un cuerpo que un momento se distendiese
después de haber sufrido el peso de la larguísima vida,
y un instante se mirase en el espejo y allí se reconociera...,

así te he visto a ti, cansada mía, vivida mía,
que día a día has ido llevando todo el peso de tu vivir.
A ti, que sonriente y ligera me mirabas cada mañana como reciente,
como si la vida de los dos empezase.
Despertabas, y la luz entraba por la ventana, y me mirabas
y no sé qué sería, pero todos los días amanecías joven y dulce.

Y hoy mismo, esta mañana misma, me has mirado riente,
serena y leve, asomándote y haciéndome la mañana graciosamente desconocida.
Todos los días nuevos eran el único día.
Y todos los días sin fatigarte tenías tersa la piel, sorprendidos los ojos,
fresca la boca nueva y mojada de algún rocío la voz que se levantaba.

Y ahora te miro.
De pronto a tu espalda te he mirado.
Qué larga mirada has echado sobre el espejo donde te haces.
Allí no estabas. Y una sola mujer fatigada,
cansada como por una larga vigilia que durase toda la vida,
se ha mirado al espejo y allí se ha reconocido.


Vicente Aleixandre.

lunes, 25 de junio de 2018

Río.


El breve tránsito de la lucha,
la llanura o la aspereza insólita,
esa muchacha recogida en dos golfos,
todo lo que extendido medita,
permite un azul distante hecho de música o lino,
el tránsito otra vez a esas bolas de paño,
a esa dulce sensación de que el respiro se acaba,
de que vidrieras sordas van a empezar su centelleo
y un agua casi doncella te va a llegar hasta los labios.
Así la muerte es flotar sobre un recuerdo no vida,
sobre ese azul postrero hecho de lágrimas oídas,
de ese laberinto de hilos que como manos muertas
ponen una azucena como un mundo ciñendo.


Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...