jueves, 5 de diciembre de 2013

Otro viaje


Ya en los campos de Jaén, 
amanece. Corre el tren 
por sus brillantes rieles, 
devorando matorrales, 
alcaceles, 
terraplenes, pedregales, 
olivares, caseríos, 
praderas y cardizales, 
montes y valles sombríos. 
Tras la turbia ventanilla, 
pasa la devanadera 
del campo de primavera. 
La luz en el techo brilla 
de mi vagón de tercera. 
Entre nubarrones blancos, 
oro y grana; 
la niebla de la mañana 
huyendo por los barrancos. 
¡Este insomne sueño mío! 
¡Este frío 
de un amanecer en vela!... 
Resonante, 
jadeante, 
marcha el tren. El campo vuela. 
Enfrente de mí, un señor 
sobre su manta dormido; 
un fraile y un cazador 
-el perro a sus pies tendido-. 
Yo contemplo mi equipaje, 
mi viejo saco de cuero; 
y recuerdo otro viaje 
hacia las tierras del Duero. 
Otro viaje de ayer 
por la tierra castellana 
-¡pinos del amanecer 
entre Almazán y Quintana!- 
¡Y alegría 
de un viajar en compañía! 
¡Y la unión 
que ha roto la muerte un día! 
¡Mano fría 
que aprietas mi corazón! 
Tren, camina, silba, humea, 
acarrea 
tu ejército de vagones, 
ajetrea 
maletas y corazones. 
Soledad, 
sequedad. 
Tan pobre me estoy quedando 
que ya ni siquiera estoy 
conmigo, ni sé si voy 
conmigo a solas viajando.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

Cómo me dejas que te piense.


¡Cómo me dejas que te piense!
Pensar en ti no lo hago solo, yo.
Pensar en ti es tenerte,
Como el desnudo cuerpo ante los besos,
Toda ante mí, entregada.
Siento cómo te das a mi memoria,
Cómo te rindes al pensar ardiente,
Tu gran consentimiento en la distancia.
Y más que consentir, más que entregarte,
Me ayudas, vienes hasta mí, me enseñas
Recuerdos en escorzo, me haces señas
Con las delicias, vivas, del pasado,
Invitándome.
Me dices desde allá
Que hagamos lo que quiero
Unirnos al pensarte.
Y entramos por el beso que me abres,
Y pensamos en ti, los dos, yo solo.

Pedro Salinas.

martes, 3 de diciembre de 2013

Azucenas en camisa.



A Fernando Villalón.



Venid a oír de rosas y azucenas
la alborotada esbelta risa
Venid a ver las rosas sin cadenas
las azucenas en camisa

Venid las amazonas del instinto
los caballeros sin espuelas
aquí al jardín injerto en laberinto
de girasoles y de bielas

Una música en níquel sustentada
cabellos curvos peina urgente
y hay sólo una mejilla acelerada
y una oropéndola que miente

Agria sazón la del febril minuto
todo picado de favores
cuando al jazmín le recomienda el luto
un ruiseñor de ruiseñores

Cuando el que vuelve de silbar a solas
el vals de - Ya no más Me muero -
comienza a perseguir por las corolas
la certidumbre del sombrero

No amigos míos Vuelva la armonía
y el bienestar de los claveles
Mi corazón amigos fue algún día
tierno galope de corceles

Quiero vivir La vida es nuevo estilo
grifo de amor grifo de llanto
Girafa del vivir Tu cuello en vilo
yo te estimulo y te levanto

Pasad jinetes leves de la aurora
hacia un oeste de violetas
Lejos de mí la trompa engañadora
y al ralantí vuestras corvetas

Toman las nubes a extremar sus bordes
más cada día decisivos
Y a su contacto puéblense de acordes
los dulces nervios electivos

Rozan mis manos dádivas agudas
lunas calientes y dichosas
Sabed que desde hoy andan desnudas
las azucenas y las rosas.

Gerardo Diego. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

La noche y el día (II).



A Carmela, bailarina clara.


Carmela, más que nubes, más que nieves,
más que plumas, que espumas, más que albores,
tejen dorados hilos zurcidores
la aurora de tu frente en copos leves.

No separes tus ojos, no te lleves, 
gacela huida a tantos resplandores, 
sus dardos encendidos, heridores, 
hebras de sol en cárceles tan breves.

Detén la catarata fugitiva,
el vuelo de tus pies, el de tus oros,
la risa de esas mágicas deidades.

Asómbrate de ser floresta viva, 
incendio de sus ámbitos sonoros: 
siembra luces, cosecha claridades.

José Bergamín.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...